Elegancia y sencillez
Audrey Hepburn y De Givenchy

PARIS. El destacado diseñador de modas francés Hubert de Givenchy falleció el pasado sábado a los 91 años de edad, en un castillo donde vivía rodeado de obras de arte, mientras dormía y su muerte se anunció este lunes en París el también diseñador Philippe Venet, con quien compartir la vida durante décadas. Sus funerales se realizarán «en la más estricta intimidad», dijo.

Decía que «El secreto de la elegancia es parecerse a uno mismo», y ese axioma lo erigió en un estilo simple y refinado que demostró con su porte aristocrático junto al de su musa Audrey Hepburn. Fue él quien dijo que un vestido debería embellecer y no disfrazar a una mujer.

De Givenchy había nacido el 20 de febrero de 1927, a los dos años perdió su padre cuando tenía dos años y creció en Beauvais, en el norte de Francia, rodeado de su familia materna. Su abuelo era administrador de las manufacturas de tapicerías de Gobelins y de Beauvais. Así nació su gusto por los tejidos y materias, herencia que tuvo gran influencia en su devenir.

Comenzó dibujando siluetas de moda en las clases de Bellas Artes, a los 17 debutó como modisto en los talleres de Fath y Elsa Schiaparelli. Y siete años más tarde abrió tienda aparte. En 1952 su primera colección fue un éxito.

 

En 1953 se encuentra con quien sería su maestro y le daría orden a tantas ideas que bullían en su cabeza, Carlos Balenciaga, con quien entabló una gran amistad: «Balenciaga era la arquitectura, la genialidad, la belleza en el estado puro. Me lo enseñó todo», dijo de Givenchy. Ese mismo año inició su larga amistad con su musa Audrey Hepburn, quien encarnó su estilo y espíritu de elegancia sin ostentación, de discreción y comodidad, y a la vez de sencillez y fantasía, tal y como se pudo ver en Desayuno enTiffany o Sabrina, pero también en la vida cotidiana. Era ella quien le aportaba la gracia propia a las piezas que se ponía, según de Givenchy.

Pero fue la estrella de cine quien le aportó numerosa clientela del otro lado del Atlántico que adoraba los vestidos con la elegancia sencilla y cómoda del diseñador.

«Estoy atada a Givenchy como las estadounidenses a su psiquiatra», decía ella. Mientras tanto la filosofía de trabajo del diseñador él mismo la resumía así: «Rigor, nada de cosas inútiles y mucho trabajo».

Elegancia y sencillez

Trabajador tenaz y perfeccionista, Hubert de Givenchy comenzó durante décadas su jornada laboral a las 07H30, permanentemente vestido con una bata de lino blanco. El diseñador, que por otro lado era un apasionado de la decoración y un gran coleccionista de arte, resumía así su línea de conducta: «Rigor, nada de cosas inútiles y mucho trabajo».

esto le ganó una clientela envidiable con nombres como Grace Kelly de Mónaco, Jackie Kennedy, la duquesa de Windsor, Elizabeth Taylor, Lauren Bacall, Jean Seberg, Diana Ross, y para el cine a la mismísima Brigitte Bardot.

 

En 1988, Hubert de Givenchy vendió su casa de moda al grupo LVMH pero continuó como director artístico. Tiró la toalla unos años después, en 1995. «Me había convertido en un simple empleado de cuyo nombre se burlaban», explicaba.

En julio de 1995, presentó su última colección de alta costura dedicada a su personal, en presencia de compañeros de profesión como Yves Saint Laurent, Christian Lacroix, Jean-Louis Scherrer, Kenzo, Paco Rabanne y Valentino. Una colección que quiso «siempre más depurada, más sencilla», guiado por la preocupación de «llegar a la esencia misma de un abrigo, de un vestido, de un traje de chaqueta» y falda o pantalón.

Unos meses más tarde, en octubre, su última colección de prêt-à-porter, recibida con una ovación, puso el broche de oro a su carrera de diseñador.

Según una nota de AFP Hubert de Givenchy tenía una opinión severa sobre la moda actual. «Se habla de lujo como nunca antes». «Hay cada vez más vestidos pero no hay dirección, bolsos con cadenas, zapatos casi inllevables. Si eso es el lujo, tiene el tiempo contado». (Agencias)

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