Los carnavales de Camagüey, son una de las fiestas más antiguas de Cuba. Esa fiesta popular tiene más de tres siglos de existencia, desde los años 1723 y 1725 aproximadamente. Se le conoce como el San Juan Camagüeyano.

Alrededor de 1967, cuando mi abuelo David acababa de perder su bodega en la Calle Teniente Cañón No. 456, entre Perucho Figueredo y José M. Gómez, en La Vigía, durante el proceso de nacionalización que acabó en Cuba con la propiedad privada, los primeros carnavales se caracterizaron por darle un protagonismo en la fiesta más popular a los Comités de Defensa de la Revolución.

Mi abuelo, que murió de tristeza, y a quien recuerdo siempre deprimido por la pérdida de lo que había forjado a lo largo de su vida, para morir en la pobreza, había pasado de ser propietario a auxiliar de la bodega, que ya nacionalizada, era administrada por Esther la que consideraba su enemiga, presidenta del CDR de la cuadra anterior. En la cuadra de mi abuelo también había sido nacionalizada la carnicería de Manolo Pérez y de Elba y el negocio de venta de leche de Viyico, un hombre minusválido de frente a la carnicería y al lado de la casa de Rosario, también había sido nacionalizado.

Los cederistas de la cuadra engalanaron la cuadra, y Manolo y Elba fueron los encargados de hacer los tamales. El estado puso unos kioscos para vender las cervezas en botella, pero tenías que llevar el recipiente. Así que mis abuelos compraron un jarro grande metálico lleno de cervezas y nos sentamos en la acera, junto a mis tíos Tata y Machín.

En la esquina de Teniente Cañón y Perucho Figueredo levantaron una tarima, porque la cuadra de Esther era la que había ganado la competencia del CDR mejor engalanado. El premio fue que una noche en esa tarima presentaron a la Orquesta Aragón y al Conjunto Casino.

Siendo un niño de 7 años, me gustaba mucho bailar y tenia un sentido del ritmo que me acompaña todavía (que eso no se pierde) y muchas veces me quedaba embelesado en las tarimas admirando los músicos como tocaban sus instrumentos. Así que junto a mis amiguitos Kicho, Kany y Germán, los hijos de Yeyín, un trecero popular pobrísimo que había enviudado, nos fuimos a la tarima a ver el Conjunto Casino que fue el que abrió el baile.

Había gente de La Guernica, de la Plaza de Mendez, de Ferrocarril y hasta de la calle Rosario.

El Conjunto Casino (Fuente externa)

El Conjunto Casino

La paternidad del formato conjunto es de Arsenio Rodríguez, «El Ciego Maravilloso», para mí el verdadero padre de la salsa. Tenía un septeto que amplió con dos trompetas primero y luego una tercera, agrega un piano y unas congas. El Conjunto de Arsenio Rodríguez fue el primero de ellos. Por esa época nacen los conjuntos Kubavana de Alberto Ruiz, con un repertorio rico en guarachas, sones y boleros estilizados que espués se convierten en sello del Casino; también el Conjunto Niágara de Ángel Vilches con su cantante Rubén González (no el pianista del Buenavista Social Club) y el Conjunto de Ernesto Grenet, donde cantaban Orlando Vallejo, Senén Suárez y quien medio siglo después se iba a convertir en mi amigo Laíto Sureda.

Conjunto Casino, 1957

Luego nació el Conjunto Casino, que evoluciona de 1933 (con el nombre de Sexteto Miquito) a sexteto Casino el 1 de mayo de 1937, al convertirse en el grupo de planta del Gran Casino Nacional de Marianao; y de ahí a nombrarse Conjunto Casino en 1940 por iniciativa de Roberto Espí que acababa de entrar como cantante. En 1943, duraron casi un año tocando en el DF México y es cuando Espí es seleccionado por sus compañeros para dirigir la agrupación. En octubre del 44 regresan a Cuba y se les une a las voces de Espí y Nelo Sosa la de Roberto Faz, con lo cual se conformó el definitivo color musical del Conjunto Casino. Luego entraron Agustín Ribot quien además de cantante era compositor, sustituido posteriormente por Orlando Vallejo, fugazmente Celio González, Fernando Alvarez y luego Rolito Rodríguez y Orlando Reyes.

Porque el Conjunto Casino tenía personalidad propia, un estilo diferente al de Arsenio, no usaba ni tres ni guitarra (la dejaron por el camino), logra un empaste y nivel de sincronía extraordinarios en la sección de los metales, por donde pasaron figuras como Jorge Varona quien décadas después sería trompetista de Irakere y regalaba unos fabulosos diálogos de instrumentos con Arturito Sandoval. Entre los arreglistas que aportaron al estilo Casino estaban los hoy legendarios Niño Rivera, Juanito Marquez, Frank Emilio y Peruchín, entre otros. La sección rítmica tan peculiar contó con el aporte decisivo de Patato Valdés quien fue el primero en afinar las congas y ponerle llaves, según dicen por ahí. Pero el eje alrededor del cual giraban los que salían y entraban a la agrupación musical era Roberto Espí. Él fue quien vio en Roberto Faz la gran voz que después se independizó,

Entre los cantantes que el Conjunto Casino acompañó en Cuba, en algunas ocasiones, estuvieron los puertorriqueños Daniel Santos, Carmen Delia Dipiní y el dominicano Alberto Beltrán.

Entre las nacionalizaciones no solo se fueron bodegas, cabarets, empresas de transporte, farmacias, clínicas, bares, colegios, talleres, restaurantes, fábricas, centrales azucareros, minas y hoteles, casinos y empresas telefónicas, sino también los sellos disqueros.

Roberto Espí en casa

El Conjunto Casino abrió la fiesta de esa noche remota de junio de 1967 e interpretó  temas como A romper el coco, de Otilio Portal; Un pasito tun tún, de Carbo Menéndez; Traigo un tumbao, de Bienvenido Julian Gutiérrez; Luna cienfueguera, del propio Roberto Espí; La conga Casino, de M. Román, que había sido estrenado en El Show del Mediodía que existía en la CMQ, en la televisión cubana en 1951. Y no pudo faltar el súper exitazo La bola y la pelota, que es una mezcla de Que se corra la bola (de Alberto Ruiz, director del Conjunto Kubavana) y de la conga A la pelota con Carlota de mi extinto amigo y vecino Ricardo Díaz.

Entre los cantantes estaba Orlando Reyes, quien en los años 90, iba a mi oficina de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, en La Habana, a que le regalara entradas para el Festival Boleros de Oro. Me daba lástima Orlando, lleno de tics nerviosos probablemente debido al alcohol y sabe Dios qué más.

Cuando terminó el primer set, subió la Orquesta Aragón, y Espí vino hasta la casa de mis abuelos a pocos pasos al ver que estaban sentados en la acera. Mi abuelo le brindó asiento y bebió cerveza que le brindó mi tío Machín. Yo estaba sentado en las piernas de mi tía Tata. Mi abuela hablaba de lo buena que estaba la música. Mi abuelo hasta estuvo sonriente y comunicativo. Espí me parecía un hombre enorme desde mis siete años. Y realmente era un hombre alto por los seis pies de altura.

Estuvo buen rato sentado, después agradeció y se fue. «Vuelva cuando quiera, esta es su casa», le dijo con amabilidad mi abuela Margot Galindo.

Al año siguiente los cabarets y clubes nocturnos se extinguieron como parte de la preparación de la Zafra de los Diez Millones de 1969, que nos permitiría llegar al desarrollo en 1970. Los diez millones no fueron, nunca hubo desarrollo y aquel empuje magnífico se detuvo, lo cual influyó negativamente en aquellas agrupaciones musicales que venían de esquemas diferentes de trabajo, y que estaban -como el Conjunto Casino- a salir del paìs y viajar sin trabas.

Roberto Espí estuvo al frente del Conjunto Casino hasta 1974, cuando se retiró de la música, completando una labor de poco más de treinta años. Murió en La Habana el 14 de mayo de 1999. En el entierro, despidió el duelo el también inolvidable amigo Helio Orovio. Y no faltaron Felo Martínez, Alberto Díaz y Orlando Reyes con sus tics nerviosos, sus compañeros del «Casino» que le cantaron «Luna Cienfueguera». Pero en ese tiempo yo ya no estaba en Cuba.

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