Benny Moré
Benny Moré

Este 19 de febrero del 2013 se cumplió medio siglo de ausencia de Benny Moré, la voz más completa que ha tenido la música cubana. El sonero total. El bolerista exacto. El rumbero auténtico. El trovador absoluto. Un cubanazo. Dentro de pocos días serán entregados los premios Oscar.

En 1957, Benny Moré cantó en la gala de los Oscar. Esto ha sido negado por unos y afirmados por otros. Se dice que fue acompañado por la famosa agrupación del mexicano Luis Alcaraz. Ya por esos años, la que para muchos constituyó su segunda orquesta, estaba integrada por los siguientes músicos: Lázaro Valdés (pianista); Mauro Gómez, René Aiyón, Fernán Vincent y Diego Loredo (saxofones); Aníbal Martínez, Jorge Varona, Pedro Rodríguez y Pedro Caturla (contrabajo); Jesús González (batería); Jesús López (tumbadora); Enrique Benítez, Gil Ramírez, Delfín Moré y Alfonso Eliseo (cantantes–coro); e Israel Castellanos (secretario y delegado).

El Bárbaro del Ritmo había nacido el 24 de agosto de 1919, en la localidad de Santa Isabel de las Lajas (en la actual provincia de Cienfuegos). Falleció el 19 de febrero de 1963. A continuación, y a manera de homenaje a la más grande voz que ha tenido la cultura cubana, estos datos tomados de la red cubana enciclopédica EcuRed.

Infancia y juventud

Nació el 24 de agosto de 1919 a las 7:00 a. m. en el barrio Pueblo Nuevo del poblado de Santa Isabel de las Lajas perteneciente a la jurisdicción de Cienfuegos. Sus padres fueron Virginia Moré y Silvestre Gutiérrez, era el mayor de 18 hermanos. Por la rama materna la familia Moré estaría muy ligada al Casino de los Congos del barrio La Guinea, pues el apellido Moré provenía de Ta Ramón Gundo Moré (esclavo del Conde Moré), quien según la tradición de los congos, fue su primer rey en Santa Isabel de las Lajas.

La historia familiar contaba que el rey congo había establecido relaciones amorosas con la esclava Julia Moré, también propiedad del conde Moré, con la cual tuvo una hija llamada igualmente Julia, que a su vez tuvo otra hija no reconocida por el padre, nombrada Patricia igualmente con el apellido Moré. Al intimar esta con un acaudalado español nacieron cuatro hijas, también “bastardas”, entre ellas Virginia Secundina Moré, madre de Bartolomé Maximiliano, tampoco reconocido por su progenitor. Con el valioso aval de tener como antepasado a figura tan ilustre como Ta Ramón Gundo Moré, primer rey que tuvo el Casino de los Congos la cofradía fundada en el siglo XIX por un grupo de negros Congos libertos, traídos mucho antes del África Central y Occidental, Bartolomé Maximiliano Moré recibiría de ellos un especial reconocimiento por la jerarquía de su origen familiar.

Allí el niño recibió una influencia determinante para su futura carrera como músico, con ellos no solo aprendió a tocar el insundi, los tambores de yuka, los de Makuta y Bembé, invocadores de deidades (Orishas), con los cuales cantaba y bailaba a la perfección, sino también a interpretar el son, la guaracha y la rumba. Según su madre Virginia, desde pequeño demostró una gran vocación para la música, pues se pasaba todo el día “chillando como un demonio” una canción de moda o improvisando y dirigiendo conjuntos compuestos por machetes, bongoes hechos con latas de leche, guitarras fabricadas con una tabla y clavos con las cuerdas de hilo de cocer, dos palitos a manera de claves, etcétera. Con ellos se acompañaba sones, boleros y Tonadas campesinas creadas por él, y a los diez años de edad “rallaba” un tres “de verdad” que le habían prestado, con el cual se escapaba de su madre a las fiestas cercanas a su casa.

Siempre se le podía encontrar de pie sobre una mesa cantando y versando un son manigüero, rodeado de oyentes. Transcurrió la infancia y adolescencia de Bartolomé, sin oportunidad de estudio o de empleo fijo. La gran estrechez económica familiar no le representó a la laboriosa Virginia un obstáculo para que sus hijos aprendieran las primeras letras. Al igual que su hermano Teodoro, Bartolomé fue matriculado en la Escuela de Instrucción Pública José de la Luz y Caballero, donde siempre se destacó por su disciplina y aplicación.

Desde los siete años Bartolomé se distinguió por su clara y natural inteligencia para las matemáticas y la lectura, y su letra era una de las mejores de su clase. Con el tiempo, y el nacimiento de otros hermanos menores, aumentaron las obligaciones familiares, y Bartolomé, por ser el mayor, tuvo que dejar la escuela al finalizar el cuarto grado. Era necesario ponerse a trabajar en el campo en tareas como chapear, y sembrar y recolectar productos agrícolas. Desde muy jovencito se vio obligado a trabajar la tierra y, a la vez, estimular y recrear con sus cantos a los demás, con su ingeniosa facultad como repentista. La voz potente y aguda del mulatito delgado, inquieto y vivaracho, era conocida a todo lo largo y ancho del humilde barrio de La Guinea.

En 1930 Bartolomé contaba once años de edad. Por esa época Virginia Moré se fue en busca de trabajo, al Central Vertientes (hoy Panamá), en la provincia de Camagüey, mientras Bartolomé y su hermano Teodoro se quedaban bajo los cuidados de su abuelo, en Santa Isabel de las Lajas. Una noche los niños, extrañando a su madre, y por iniciativa de Bartolomé, se escaparon hacia Camagüey con el firme propósito de verla y ayudarla en su trabajo como lavandera de varias familias pudientes del lugar. Bartolomé cooperaba con ella en todo: recogía y repartía la ropa, después de lavada y planchada, y hasta se quedaba despierto en las madrugadas, según él para evitar que Virginia se durmiera y se quemara con la plancha de carbón. Desde esa época, la vida de los Moré no dejaría de estar vinculada a la provincia de Camagüey, especialmente al Central Vertientes, donde logró encontrar trabajo como suplente, con estancias más o menos prolongadas en Santa Isabel de las Lajas y La Guinea, donde seguía residiendo el resto de la familia.

Inicios en la música

Desde pequeño descollaron en él aptitudes para el canto y la improvisación, lo que demostró cuando apenas con siete años escapaba para amenizar Guateques y fiestas en las cercanías y quedarse entonando notas junto a la madre para evitar que durmiera mientras planchaba hasta altas horas de la noche. A medida que fue creciendo, los primeros compañeros artísticos que tuvo Bartolomé Maximiliano fueron José Luis Bolívar, Blas Olamo, Enrique Benítez, Julio Escharri, Manolo Mena, Víctor Landa, y Alejandro Castellanos, con quien perfeccionó la manera de tocar el tres y la guitarra. Junto a ellos participó en serenatas, enamoró mujeres y se aficionó a los tragos de ron y aguardiente de caña. Sin abandonar su labor como carretillero en el Central Vertientes, integró de forma un poco más profesional, con varios jóvenes, el Conjunto Avance. Más tarde, y como un desprendimiento del mencionado conjunto, se organizó un trío con Cheo Casanova(voz prima y guitarra segunda), Enrique Benítez (voz falsete y guitarra prima) y Bartolomé Moré (voz segunda y maracas).

El año 1935 fue para Bartolomé Maximiliano Moré un año feliz porque logró formar parte del grupo musical a través del septeto y por primera vez, el pueblo puede apreciar su voz, donde actuó como cantante. No conocía de música, pero poseía las condiciones innatas de un genio. Después de unos siete meses, regresa a Lajas, y decide ir para La Habana a mediados de 1936, ocasión en que se vería obligado, junto a su tío Tomás Armenteros, a vender frutos y hierbas medicinales por los portales del Mercado Único de La Habana. Luego de permanecer alrededor de seis meses en la capital retorna a Santa Isabel de las Lajas y se encuentra con su fiel seguidor, su hermano entrañable Teodoro. Ambos parten nuevamente para las tierras agramontinas donde se dedican al corte de la caña en la colonia “Las Marías” del central Yaguayal, próximo a la ciudad de Ciego de Ávila. De aquí los Moré pasaron al Central Vertientes, donde trabajaron de pareja en el corte, en la colonia Guano Alto. Agobiado desde su infancia por las injusticias de un medio adverso y ante un horizonte incierto el joven Bartolomé decide una vez más echar su suerte en La Habana, pero ahora lo hará decidido a demostrar las dotes de que se sabe poseedor.

Con casi veinte años de edad, en 1940 Bartolomé se despidió de su madre en el Hotel Ritz del Central Vertientes, donde ella trabajaba, y viajó escondido, indistintamente, en un tren y en un camión, a la Ciudad de La Habana. Antes de llegar a la capital se bajó en el pueblo de Catalina de Güines, y, sin conocerlo, se presentó al popular cocinero El Congo, creador de unas famosas butifarras e inspirador del conocido son Échale salsita, de Ignacio Piñeiro. El Congo, al verlo tan joven, flaco y hambriento, le dio de comer y le ofreció algún dinero para que pudiera seguir hasta La Habana.

Llega a La Habana este joven flaco, desgarbado, con aquellos dos colmillos que hacían más simpática su risa para iniciar un peregrinaje por las calles habaneras que durará casi cuatro largos años. Venía definitivamente a probar fortuna a la bulliciosa ciudad. Desde entonces se le vería por el célebre barrio de Belén, con una guitarra comprada en una casa de empeños, deambulando por cafés, bares, hoteles, restaurantes, y hasta prostíbulos. También actuaba para los turistas, en los muelles de La Habana Vieja. De vez en cuando se daba una vuelta por el Cabaret Panchín, de la Playa de Marianao, para oír cantar a Pachito Reset. En sus momentos de soledad, aún recordaba lo que antes de partir le había dicho a su madre Virginia: «Me voy para La Habana a ver si triunfo en la música, para que tú no tengas que lavar y planchar más.»

Trío Matamoros

En esa época, en la emisora CMQ comenzó a radiarse la Corte Suprema del Arte. Bartolomé Maximiliano Moré se presentó a aquel programa que animaban Germán Pinelli y José Antonio Alonso. Después de presentarlo y al momento de iniciar su presentación, le tocaron la campana. Más tarde volvió Bartolomé a Monte y Prado a la Corte Suprema y en esta segunda ocasión ganó el primer premio. Cantaba a dúo por las calles con un compañero llamado Anselmo. Formó parte del Cuarteto “Cordero” y luego tuvo su primer trabajo con el septeto de Lázaro Cordero en la Emisora CMZ. Después de su debut en la Emisora Mil Diez en la que actuó con el septeto Cauto, de Moso Borgellá, puede decirse que todas las cosas le fueron bien. Poseedor de una voz fresca, de hermoso timbre, sensual y evocadora, de campesino negro, no obstante su miseria, Bartolo seguía cantando con toda la fuerza interior que le reclamaban los ritmos cubanos. Para suerte de él y de la música nacional, en una de sus correrías Siro Rodríguez, integrante del famoso Trío Matamoros, lo escuchó cantar en el bar del restaurante El Templete, de la Avenida del Puerto, y quedó muy impresionado por la voz y afinación del muchacho.

Tal hecho, en ese momento sin mayor trascendencia para Bartolo, más tarde repercutiría favorablemente en la evolución de su carrera artística cuando Miguel Matamoros, guitarrista, compositor y cantante, regresa en 1945 de un viaje, y de inmediato tenía que cumplir con su conjunto un compromiso contraído anteriormente con la mencionada planta radial, pero estaba disfónico y debía hacer reposo de voz. La solución fue pedirle a Borgellá uno de sus cantantes primos, para que actuara con él durante los días que durara el contrato, y, por supuesto, las sobradas aptitudes, y las excelentes referencias que dio Siro Rodríguez, hicieron que el escogido fuera Bartolo. Con el tiempo, la meritoria labor y el buen carácter del joven sonero se fueron haciendo imprescindibles al Conjunto Matamoros, lo que motivó que se quedara fijo.

Vida profesional

La entrada de Bartolomé al conjunto de Miguel Matamoros se puede considerar su verdadero debut como cantante profesional, pues con dicha agrupación tuvo por primera vez un trabajo estable como músico y realizó sus primeras grabaciones en discos de 78 revoluciones por minuto, entre ellas las tituladas Penicilina, de Alberto Valdés; Malos vecinos y Ofrenda criolla, de Miguel Matamoros, y Mexicanita, de Nené Enrizo. Oír por primera vez su voz grabada le causó a Bartolo una rara impresión. Se dice que se paseaba por todo el estudio de grabaciones con las manos sobre la cabeza, llorando y riendo como un niño. A partir de ese momento, la carrera como cantante de Bartolo se puede catalogar de vertiginosa. No solo tuvo un trabajo duradero, sino también realizó ese mismo año 1945 su primer viaje a México, país en el que se consagraría como cantor popular.

En sus inicios en la capital mexicana se presentó con el Conjunto Matamoros en salones de baile, cabarets, teatros, y en varios programas de la radio emisora XEW, la renombrada “Catedral de la Radio de México”. Actuó además en los centros nocturnos Montparnasse y Río Rosa, alternando con el famoso Conjunto Son de Veracruz, dirigido por Raúl de la Rosa. Allí Bartolomé se consagró para siempre y en sus primeros discos en 1944: “Buenos hermanitos”, “La cazuelita”, “La reina de mi bohío”, “Me la llevé,” entre otros, hizo la voz prima.

La Fama

Cuando terminó el contrato, el conjunto Matamoros retorna a La Habana, pero sin Bartolomé, quien decide probar fortuna solo en México. Al comunicarle su decisión al famoso autor del son El que siembra su maíz, Miguel Matamoros le respondería: «Está muy bien, pero tienes que cambiarte el nombre de Bartolo, que es muy feo. Con él no vas a ir a ninguna parte. Tiene usted razón le contestó Bartolo, desde hoy me llamaré Benny, sí, Benny Moré.» En 1946 en México, Benny se casó con Juana Bocanegra Durán, el padrino de la boda lo fue el afamado cantante mexicano Miguel Aceves Mejías. Juana, de nacionalidad mexicana y de profesión enfermera, trabajaba con el célebre cantante mexicano Ortiz Tirado.

De 1945 a 1950 canta con las orquestas de Arturo Núñez, Rafael de Paz y Mariano Mercerón. A finales del año 1947 se suceden otros logros artísticos del cantante, acompañado de nuevo por la agrupación dirigida por el maestro Mercerón. Cada día se consolidaba más el nombre de Benny Moré. Por todas partes se oían y tarareaban La cocaleca, de Víctor Caballé, y Parece que va a llover (Merengue), de Antonio Mata Formó a dúo con Lalo Montané y el resultado fue magnífico, era el mejor dúo de música antillana, se denominaban “El Dúo Fantasma” y por razones comerciales “El Dúo Antillano”. Benny Moré grabó para la RCA Víctor con las orquestas de Mercerón, Arturo Núñez y Rafael de Paz. Con Lalo, grababaron con la orquesta de Arturo Núñez, la actuación con las orquestas era invariablemente por contratación. La entrada de Benny Moré en 1948 como primer cantante de la que sería posteriormente la célebre gran orquesta de Dámaso Pérez Prado, con la que graba más de 60 discos entre ellos: Bonito y Sabroso, Mucho corazón, Pachito e´che, Ensalada de mambo, etc., resultó de suma trascendencia para su vertiginosa carrera, pues le sirvió de puente para su consolidación definitiva como mítico cantor. Popularizó los temas Francisco Guayabal creado por Pio Leyva y Mulata, los cuales fueron exitos en su voz.

Con este encuentro se reunieron dos genios: en Benny Moré estaban el talento y la intuición natural; en Pérez Prado, además de todo eso, el dominio de la técnica y una enorme facilidad para hacer música. Con Pérez Prado conquistó al noble pueblo azteca en giras por distintos estados de ese país hermano. Debido al éxito alcanzado por el Benny, el pueblo le otorgó el título de “Príncipe del mambo” y a Pérez Prado el de “Rey del mambo”

Una de las primeras presentaciones que efectuó Benny Moré en vivo con la famosa orquesta de Pérez Prado fue en 1949, en el espacioso Teatro Blanquita de Ciudad de México, ocasión en que centralizaron el espectáculo “Al son del mambo”, respaldado por la presencia de un público particularmente entusiasta: tanto Benny Moré como Dámaso Pérez Prado y su nuevo ritmo Mambo, habían llegado a la cima de la popularidad. Ya por esa época la voz de Benny era conocida en Panamá, Colombia, Brasil, Puerto Rico, Haití, Venezuela, y desde luego, en su natal Cuba. En el alegre mundo de la vida nocturna de Ciudad México, el cantante cubano actuó en infinidad de teatros, entre otros el Margo, el Blanquita, el Folliers y el Cabaret Waikiki, alternando con artistas de tanto renombre como la legendaria vedette Yolanda Montes (Tongolele), la mexicana Toña la Negra, y el destacado pianista y compositor cubano Juan Bruno Tarraza, de quien Benny cantó el bolero Ya son las doce. Benny fue contratado para la realización de varios filmes y por lo tanto aparece en Carita de cielo, Ventarrón, Quinto Patio, El derecho de nacer, Novia a la medida, Fuego en la carne. En una pequeña gira artística que realizó con Pérez Prado actuaron en los carnavales de Panamá y con las trompetas y los cueros del creador del mambo hicieron bailar al pueblo istmeño. De ahí regresó a México.

A pesar de toda esta fama adquirida, el Benny no olvidó a su pueblo natal, Santa Isabel de las Lajas, mérito que quedó demostrado cuando lanza una de sus composiciones musicales donde manifiesta el orgullo de ser lajero.

Regreso a Cuba

Desde 1945 hasta 1950Benny Moré residió en Ciudad México. Aunque en ese hermoso país, tan entrañable para los cubanos, había forjado afectos, triunfado plenamente y adquirido un sólido prestigio artístico, en el fondo no se sentía realizado. La nostalgia por su familia, amigos, por la Patria, y el deseo de obtener laureles en su Isla, donde consideraba que no era conocido lo suficiente, le hicieron regresar a su Lajas querida a finales del año 50. El sonero mayor se encontraba definitivamente en Cuba, había dejado atrás comodidades, satisfacciones materiales y espirituales, amigos y hasta los amores que no suelen faltar a los triunfadores.

Benny fue a Vertientes a la casa de su hermano Teodoro, después de veinte días de estancia en esa casa, fue localizado por Mercerón y junto a este partió a Santiago de Cuba en los inicios de 1951. Actuó por contrato para un programa llamado “De fiesta con Bacardí”, que salía al aire por la Cadena oriental de radio con la orquesta de Mariano Mercerón, y los cantantes Fernando Álvarez y Pacho Alonso, en los inicios de su carrera como vocalistas, le hicieron el coro a Benny Moré. Sus actuaciones en la cadena oriental, le proporcionaron su primer triunfo en Cuba y de ahí en adelante fue ascendiendo los peldaños de la fama. Como Benny Moré era artista exclusivo de la RCA Víctor, esta firma reclamó su presencia en La Habana para hacer distintas grabaciones. Para cumplimentar este compromiso daba viajes alternos a La Habana y así mantenía su compromiso con la cadena oriental de radio. En uno de esos viajes a la capital, se produciría su reencuentro con el inolvidable Miguel Matamoros.

El bárbaro del ritmo

Finalizado el compromiso en la Casa Bacardí y el maestro Mercerón, en 1952 Benny Moré regresó a La Habana, reclamado por Amado Trinidad Velazco, “El Guajiro de las Villas”, dueño de la Emisora radial RHC Cadena Azul, una de las plantas más poderosas de la época. La urgente solicitud sería para que el cantante cumpliera una delicada misión: popularizar el Ritmo batanga, ya que “solo el Benny podía con su hondo sentido musical asimilar y ensayar el nuevo ritmo”, creado por el sobresaliente pianista, arreglista y director de orquesta cubano Bebo Valdés.

Desgraciadamente, después de la salida de varios programas, el ritmo batanga, a pesar de ser interesante desde el punto de vista musical, no tuvo la repercusión que se esperaba, es probable que por la falta de un mejor horario radial y del apoyo financiero de un anunciante que pagara los gastos de la llamada Super–Banda de Bebo Valdés, sus arreglos y excelentes músicos. “De fiesta con Bacardí” se transmitía a las 8.00 PM y en sus emisiones diarias el número favorito del pueblo era el interpretado por el Benny que se titulaba ¡Oh Bárbara!, que llegó a figurar en el Hit Parade del momento y por un hecho singular ocurrido en Santiago de Cuba y relacionado con el número mencionado, surge para la posteridad Benny Moré como el “Bárbaro del Ritmo”: «estaban parados en una esquina y pasó una muchacha que estaba bien y Benny dijo: “¡Oh Bárbara!, un muchacho que estaba parado en la esquina contestó a Benny: ‘¡Qué va, compay, el bárbaro es usted!”. Esa misma noche, en la CMKW, surgió “El Bárbaro del Mambo”, y lo estuvieron llamando así hasta que vino para La Habana. En la capital empezó en el programa de Batanga y ya no le podían llamar el Bárbaro del Mambo. Entonces Ibrahín Urbino, locutor del programa, lo presentó como “El Bárbaro del Ritmo”».

Contratado Benny por la popular emisora Radio Progreso, la que con justicia llamaban “Onda de la Alegría”, se hace acompañar por la orquesta de Ernesto Duarte, una de las mejores agrupaciones existentes en aquellos años. En estas transmisiones diarias en vivo y con público que colmaba el estudio–teatro de la planta, era donde se podía entender la genuina identificación del artista con su pueblo. Aunque desde los primeros momentos la asociación Benny–Duarte dio resultados positivos en los aspectos económicos y artísticos, pronto se vio afectada por algunas desavenencias entre ambos, que se fueron agravando hasta llegar a la ruptura de su unión. Se dice que el motivo fundamental fue la discriminación racial practicada por Duarte, ya que Benny se percató de que este mantenía una orquesta integrada solo por blancos, para la televisión, teatros, bailes y fiestas particulares. Según decían, y él aseguraba haberlo confirmado, no lo llevaban a él por ser negro. Benny Moré se quejó a la RCA Victor, cuya gerencia le dio toda la razón, mantuvo su parte en el contrato y reconoció que, entre los dos, la figura real que “vendía” era la de Benny Moré. A partir de ese instante se fortaleció de nuevo en el cantor su viejo anhelo de cantar con una orquesta propia que respondiera a sus intereses artísticos y, por supuesto, económicos.

Era tan admirado por el pueblo que cuando Benny cantaba en el Centro Gallego de la capital, se desbordaba las aceras y los jardines del Capitolio Nacional para escucharlo. Debido a su sensibilidad musical  Benny Moré podía abarcar en sus canciones todos los matices; lo patético, socarrón, dicharachero, lánguido, amoroso, satírico, franco, irónico, altanero, arrullador, estallante e idílico. De hecho, sus grandes cualidades más su afán de dar al pueblo lo mejor de su arte y de sí, desarrollaron en él el cantante completo, que interpretaba a la perfección con dominio absoluto las combinaciones armónicas y formas musicales.

Era un creador audaz y se transformó en director si por tal entendemos a aquel que lleva dentro de sí, junto al sentido del tiempo y del ritmo el valor de los sonidos y el sentido de los timbres. A pesar de no haber cursado estudios académicos, poseía condiciones naturales excepcionales, unido a su gran experiencia auditiva, ya que desde niño se había familiarizado con todos los géneros musicales de nuestro país. Trabajó en el Cubana Club, allí cantaba a dúo con su propia voz con la vitrola. El público se maravillaba, este era parte del espectáculo. Posteriormente Benny aceptó trabajar en el Alí – Bar a finales de 1952.

La Banda Gigante

Mientras reflexionaba acerca de cómo organizar su banda, a principios de 1953 a Benny Moré le ofrecieron grabar para la firma discográfica cubana Panart, acompañado por la ya famosa Sonora Matancera, de Rogelio Martínez. De plano se negó, ya que, según sus propias palabras, “esa sonora nunca le había sonado” al parecer por estar acostumbrado a sentirse apoyado por toda la violencia sonora y los buenos arreglos de las bandas integradas por metales. Ya con fama y prestigio bien ganado, decidió formar su propia orquesta. Su primera banda gigante con él como director, compositor y cantante, su querida tribu, como solía llamarle, con percusión cubana.

Con su fama y el prestigio de su nombre, no le fue difícil a Benny agrupar, por los meses de julio y agosto de 1953, algunos de los mejores instrumentistas del país, con el fin de formar su primera Banda Gigante. Los primeros participantes de su orquesta fueron Ignacio Cabrera, Cabrerita (pianista y arreglista); Miguel Franca, Santiago Peñalver, Roberto Barreto y Virgilio Bizama (saxofones); Alfredo Santiago, Chocolate Armenteros, Rigoberto Jiménez y Domingo Corbacho (trompetas); José Miguel (trombón); Alberto Limonta (contrabajo); Rolando Laserie (batería); Clemente Piquero, Chicho (bongó); Tabaquito (tumbadora) y Fernando Álvarez y Enrique Benítez (cantantes–coro). Los primeros ensayos se efectuaron en un local de la Calzada de Infanta y Pedroso, en el Barrio del Cerro. Por la excelente calidad de los músicos y los arreglos, desde los ensayos iniciales el sonido de la orquesta fue impresionante y, como se dice entre músicos, “a lo macho”.

El esperado debut se produce el 3 de agosto de 1953, en el conocido programa Cascabeles Candado, de la antigua CMQ Radio. La orquesta era de las llamadas Jazz Band ( saxofones, trompetas, trombones y ritmo), pero interpretando música cubana. Con ella canta sus boleros, guarachas, sones montunos, en su estilo único y se sitúa en la cima de nuestros cantantes populares. Por la alta audiencia de la emisora, la nueva orquesta de Benny Moré fue conocida de inmediato en toda Cuba, y los contratos para amenizar bailes y verbenas no se hicieron esperar, el primero de ellos se llevó a efecto en la colonia española del pueblo de Placetas, hoy provincia de Villa Clara. Por esta época, asimismo, realiza frecuentes presentaciones en emisoras nacionales como CMQ Radio y Radio Progreso; y en la televisión, en el Show del mediodía y el Cabaret Regalías, del canal 6. También en los famosos shows de variedades de los fastuosos teatros Warner, de El Vedado, y América, de la calle Galiano, entre otros.

Por supuesto, reanuda sus comprometidas y esperadas grabaciones con su firma discográfica, las cuales pronto se ponen a la venta en toda América. La orquesta fue una novedad, y de la noche a la mañana salen los discos. Se venden en Haití, Santo Domingo, Venezuela y por supuesto en Cuba. Los años 1954 y 1955, marcaron la gran popularidad de la orquesta de Benny Moré.

Entre los años 1956 y 1957, realizó un periplo musical por países de América. Visita Venezuela, Jamaica, Haití, Colombia, Panamá, México y Estados Unidos aclarando: aclarando: “… yo voy, pero va mi orquesta…” y presionaba para que su tribu lo acompañara. Todos los músicos de su orquesta lo adoraban por su nobleza, simpatía, sencillez y desinterés. Alternó esta gira de varios meses con actuaciones en la patria y presentaciones de radio, televisión, cabaret, bailes populares, etc.

Demostró que era capaz de interpretar, independientemente de la música cubana cualquier ritmo latinoamericano cuando hizo “Quisiera bailar el merengue”, y “¡Sabroso de verdad!”. En el año 1956 fijó su residencia en el Reparto La Cumbre, Municipio San Miguel del Padrón; cuando su hijo Roberto tenía un año y medio de edad.

Viajó a los Estados Unidos en 1957 y 1958 para presentarse en Los Ángeles y Nueva York. En Hollywood amenizó la ceremonia de entrega de los Premios Oscar. Entre 1958 y 1962 la salud del Bárbaro del Ritmo se va deteriorando. Su médico y amigo, el doctor Luis Ruiz Fernández, le diagnostica una grave cirrosis hepática. El enfermo se cuidó de su dolencia dejando de ingerir bebidas alcohólicas, pero no hizo el imprescindible reposo, sino todo lo contrario: incrementó su actividad musical. Era constante su presencia en bailes, cabarets, radio y televisión, y a pesar de su fortaleza física, cada día se quebrantaba más su organismo.

Por estos años actuó en el Liceo de Consolación del Sur, en las sociedades de blancos y negros de San Juan y Martínez, y en la colonia española de Pinar del Río. Realizó fatigosos viajes a las provincias orientales para presentarse en Guantánamo, Manzanillo, Santiago de Cuba, Las Tunas, Holguín, y en su amado pueblo de Vertientes, Regla, Güira de Melena y Marianao. Como era habitual en él, estos lugares fueron escenarios de grandes triunfos, especialmente en los tradicionales bailables de los jardines de las cervecerías Tropical y Polar, en el Salón Mambí de Tropicana, y en las monumentales fiestas denominadas Papel y Tinta, organizadas por el Periódico Revolución y celebradas a todo lo largo del Paseo del Prado, en la Ciudad de La Habana, donde se agrupaban los mejores conjuntos y orquestas, junto a bailadores de toda Cuba. Y como si esto fuera poco, su criollísima voz no faltaba en la vida nocturna habanera: los cabarets Alí Bar Club, Sierra, La Campana, Night and Day; los hoteles Habana Libre y Riviera, y el fabuloso Tropicana, lo reclamaban una y otra vez.

El Benny estaba extenuado, pero no descansaba: se le veía también anunciando en los teatros América, Martí y Tosca, y fue invitado de honor al Primer Festival de Música Popular Cubana, efectuado en 1962 en el Teatro Amadeo Roldán (antiguo Auditórium). El agotado y enfermo Benny Moré tenía tantos compromisos con su pueblo, que por esos años cobró fuerza el mito de su informalidad. Pero su público y quienes lo conocieron bien, sabían que esa informalidad circunstancial no fue lo más representativo de su valiosa vida artística. Muestra de ello es que estuvo ofreciendo lo mejor de su arte a la tierra que lo vio nacer, hasta los últimos días de su agitada existencia.

Triunfa la Revolución, y a pesar de encontrase ya enfermo, el Benny tuvo una mejoría y no dejaba de trabajar afanosamente, siempre actuando para su adorado pueblo. Guantánamo, La Habana, Regla, Güira de Melena, Marianao, Manzanillo, Santiago de Cuba, Holguín, Las Tunas, Morón, Vertientes, fueron los escenarios de sus triunfos y sobre todo hay que destacar los éxitos en los bailables de La Tropical, transcurren varios meses en los finales de 1959, Benny fue a su ciudad natal y en una apuesta competitiva para ver quien aguantaba más bebida, comienza desde muy temprano a ingerir Tequila en unión de sus amigos. Después de este suceso y tras algunos días de reposo, se recuperó y volvió a actuar.

Benny comienza en 1960 en el Night and Day y mantiene contacto en el Sierra, se presenta también en bailes populares en las provincias de Matanzas, Santa Clara, Camagüey y Oriente. A pesar de sus grandes éxitos y excesivo trabajo el Benny compartía algunos de sus momentos de asueto con su íntimo amigo el doctor Luis Ruiz. A principios de la Campaña de Alfabetización, el Comandante en Jefe Fidel Castro se entrevista con el Benny, con el propósito de que actuara en el Anfiteatro de Varadero, donde todos los jueves se le brindaba a los alfabetizadores distintos espectáculos, durante todo el tiempo que duró esa campaña, Benny no faltó nunca los jueves, y siempre puntual amenizando el espectáculo, cumpliendo así con la palabra empeñada con Fidel.

Durante 1962 se inaugura las 8000 taquillas de Varadero, obra de gran envergadura que pone al alcance de todo el pueblo la maravillosa Playa Azul y el Benny asume la responsabilidad de amenizar los festejos de su inauguración, sin dejar de deleitar al público de los cabarets y cumpliendo contratos de grabaciones y bailables. Últimos días de su vida.

El Benny por América

México

Benny Moré viaja con el conjunto de Miguel Matamoros a México el 21 de junio de 1945, dentro de una compañía compuesta también por seis tamboreros, la rumbera Celina Reinoso, y Esther Lafayette (La Reina Karula), especialista en el baile de cuchillos con el ritmo Columbia. Comienzan sus presentaciones en el Cabaret Río Rosa, alternando con uno de los mejores grupos: el Son Veracruz de Raúl de la Rosa. Incluso llegaron a tocar en el cabaret Montparnasse. Visitaban la emisora XEQ y más adelante la poderosa XEW, donde eran difundidos. En la primera actuación de Benny en México, el cantor se presenta con un overol verde olivo, un pañuelo rojo colgado al cuello, canta La culebra, de Obdulio Morales. Sus interpretaciones causan sensación: nunca antes se había visto en esa tierra un intérprete con aquella fuerza telúrica, esa magia criolla. En una ocasión Matamoros enferma y no se presenta; Benny toma las riendas del conjunto. Fue el momento oportuno para que Benny mostrara sus facetas de director, creando una atmósfera de alegría, de frenesí y éxtasis colectivo, con los temas titulados:Camarones dónde están los mamoncillos, mamoncillos, dónde están los camarones y Mi chiquita.

Benny se hizo habitual en la calle Miave, donde se reunían artistas, peloteros y residentes cubanos. En ese entonces no tenía permiso del Sindicato de Músicos Mexicanos, estaba en carne (sin dinero), había vendido su pasaje de regreso a Cuba. Actuó en el cabaret Río Rosa donde actuaba también Lalo Montané; con quien el “Dueto Fantasma”. Las cosas comenzaron a mejorar. El dúo trabaja con el Son Veracruz; se presentan en los clubes de Fénix, Swing, Anáhuac, en los salones de la Playa, Ixtacalco. Los acompañaron las orquestas de cubanos, Humberto Cané y el mexicano Ángel Flores (El Chino). Grabaron sus primeros éxitos: Mucho corazón, Encantado de la vida. Después: Desdichado, Ensalada de mambo. Benny graba, en 1948, Puntillita y Merengue pa’ti.

Después de estas grabaciones logra cantar con la Orquesta de Mariano Mercerón, y comienza a tomar fama internacional con Me voy pa’l pueblo, Ya son las doce. Con Arturo Núñez graba un popurrit con los temas: Pensamiento, Soy lucumí, Fiel enamorado. Con Rafael de Paz graba canciones muy famosas: Mata siguaraya, Bonito y sabroso, Magia antillana. Con la Orquesta de Chucho Rodríguez (junto a Tony Camargo): Esta noche corazón. Se produjo el encuentro entre Benny Moré y Pérez Prado en el Cabaret Lluvia de Estrellas, año 1948. Se producen las grabaciones: Pachito e’ché, Rabo y oreja, Lamúcura. Se presentan en el teatro Blanquita con el espectáculo Al son del mambo. Viajan juntos a Panamá, y prendieron fuego a todos los salones en una época en la que se gestaba la gran epopeya de los 50 con el mambo y el Cha cha chá. Pérez Prado diría tiempo después: “Siempre nos llevamos bien, fue el mejor de todos”. Benny por su parte alegaría: “No hubo cachivache entre nosotros”.

Benny tenía entonces 29 años. Es su etapa de plenitud y madurez artística, con sus facultades vocales podía cantarlo todo. Poseía una riqueza tímbrica asombrosa, con cierto énfasis nasal. Adquiere en su vestimenta algunos elementos de los “pachuchos” de origen chicano, al estilo de Tin Tan (Chucherismo). Forma extravagante de vestir con zapatos de dos tonos, pantalones de corte de tubo, tirantes, saco largo y de anchos hombros, lazo en el cuello, sombrero con una larga pluma. Se presenta en los cabarets: El Patio, Río Rosa, Jockey, Pavillón, Ciros de Tijuana, Follies, Waikiki; teatros: Margo Blanquita, Tívoli, Isis, El Prado, El Lirico. Hace presentaciones con Juan Bruno Tarraza, Toña la Negra, Pedro Vargas, María Antonieta Pons, Yolanda Montes (Tongolele).

Era la época de oro del cine mexicano y el Benny participa en Novia a la medida, En cada puerto un amor, Carita de cielo, Fuego en la carne, entre otros filmes. En el tiempo libre, Benny practicaba la pesca en Veracruz y le gustaba ver el béisbol.

En México deja una hija a la cual le puso el nombre de Virginia, igual a como se llamaba su mamá.

En 1950, Benny fue a cantar con Pérez Prado a Panamá, pasó por Cuba, llegó hasta Vertientes acompañado de su esposa Juanita Bocanegra, y regresó a cumplir contratos en el país azteca. Todo indica que en 1951 todavía se encontraba grabando en México; hasta diciembre, en las navidades, cuando decide regresar definitivamente a Cuba, para llegar a la cúspide en su propio país. El 3 de agosto de 1953, Benny Moré estrena La Banda Gigante, su querida tribu. Comienza la leyenda.

Venezuela

Benny Moré sintió siempre admiración y cariño por el pueblo de Venezuela, muchos de sus actos lo demuestran. A sólo dos años de creada su Banda Gigante, visitó Venezuela, Colombia, Panamá, Perú. Fueron en tiempo de carnavales porque en muchos de estos países, especialmente Panamá y Venezuela, no se celebraba tan importante fiesta sin invitar a las bandas más sonadas de Cuba”. A Venezuela llegaron bajo un torrencial aguacero, una tormenta amenazaba a la delegación cubana.

En aquellos tiempos, los grandes de la música cubana eran ídolos muy fuertes, y Benny tenía gran popularidad. “El contrato para Benny Moré y toda su Banda Gigante se estableció a través de Max Pérez. La gira sería costosa, porque Benny no hacía concesiones: o viajaban todos o nada. Los acuerdos exigían depositar la mitad del dinero en Cuba y el resto a liquidar en el país que contrata. Al terminar el contrato, el empresario se negó a pagar, alegando que el negocio había ido mal. Benny le dio plazo hasta el próximo día. Al día siguiente Benny se presenta a buscar el dinero; volvieron a negarse.

El Bárbaro extiende el plazo otras 24 horas y recomienda al administrador que lo pensara bien, que era el dinero de su tribu y necesitaba pagarles a ellos. Cumplida la prórroga, Benny regresa con una cabilla de hierro en vuelta en un periódico de Últimas Noticias. El cantante sacó la cabilla, asestó tres cabillazos y tuvieron que llevarse a Max para el hospital. El cubano fue llevado a la prisión, a la jefatura de Catedral. “Por esos días Bola de Nieve se encontraba en Venezuela, junto al cantante venezolano Alfredo Sadel, Secretario General del Sindicato de Músicos de Venezuela, realizan varias gestiones para lograr de las autoridades la libertad del Benny, así como el pago del contrato por parte del tahúr, Max Pérez”. «Este empresario —manifestaba Benny Moré— quería dejarnos varados en Caracas sin un centavo. Ya me habían advertido que él acostumbraba a hacer esas artimañas a los artistas, pero yo estaba seguro que a mí no iba a hacerme lo mismo. Primero quiso irse por la tangente y darme nuevos plazos. Bueno, a mí se me oscureció la vista y le fui para arriba. Creo que del pleito salió con dos o tres fracturas y yo para la cárcel, de la que pude salir gracias a Bola de Nieve. Ha sido la más desagradable experiencia de toda mi vida de artista».

Panamá

Benny Moré visitó Panamá con Pérez Prado en 1950. Se presentaron en los carnavales, en tiempos en que el mambo era rey del mundo. Su llegada a Panamá fue algo espectacular. El Bárbaro retorna a Panamá entre 1955-1956, en medio de una gira por varios países. La segunda vez que Benny fue a Panamá, lo contrataron los empresarios Canito y Dozma, era para amenizar los bailes que se efectuaban bajo toldos al aire libre. “Un día empezó el baile y estaba anunciado el Benny como la estrella cubana. Llegó la madrugada y no aparecía el cantante. Más tarde hizo su aparición y los dueños le dicen: ‘¿Benny qué has hecho?’. El Benny responde: ‘Sé que he quedado mal, pero déjeme cantar unos números’. Entonces cantó, y se acabó aquello; había que ver la forma delirante en que el público aplaudía. Los dueños no tomaron represalias con él y no le descontaron nada.

Benny fue con su Banda Gigante a Colón donde alcanzó un triunfo aplastante. Benny es un ídolo gigante en Panamá. Sus canciones se oyen y siguen vigentes. Después del éxito de Benny en el Istmo, también alcanzó mucho éxito en Panamá una de las voces de su coro en la Banda Gigante, quien luego viaja allá con el Conjunto Casino, entre 1957 y 1958. Benny le abrió el camino en ese país a Fernando Álvarez.

Colombia

Benny viajó en 1955 por Haití, Jamaica, Colombia. En este último país, visitaron Barranquilla, Cartagena y Medellín. Las presentaciones fueron una cosa grandiosa en esos lugares. Benny causo un gran impacto. Cuando lo veían artistas de la calidad de Carlos Ramírez y Carmen Miranda, se maravillaban de ver lo que Benny podía lograr en sus presentaciones, con su personalidad magnética.

Haití

Benny es contratado para trabajar en un salón muy lujoso de la humilde nación caribeña. Fernando Álvarez cuenta que la aristocracia estaba “entremediada en su figurao”. Entonces Benny, molesto, les dijo a sus músicos: “Vamos a tocar para nosotros, pa ´gozar”. Y la música fue sacando al público de su estiramiento y envolviéndolo en una atmósfera festiva. El presidente dictador, Paul E. Magloire, invitó al Benny a una comida en una finca. El Benny se perdió. Trataron de localizarlos. Después de múltiples vueltas, encontraron al Benny en un barrio pobre compartiendo con las masas, en especial con niños haitianos. Cuando le planteamos que la gente lo estaba esperando y está el Cuerpo Diplomático, los ministros y otras personalidades. Benny respondió: ‘¿Entonces yo tengo que dejar aquí a los infelices? ¡Que esperen!’. Y no fue.

Estados Unidos

Benny Moré sale en 1958 con su Banda Gigante hacia Los Ángeles y Nueva York. Participó en la entrega de los Premios cinematográficos Oscar, en Hollywood, alternando con la orquesta de Luis Alcaráz. Hay una foto memorable de Benny en el Salón Hollywood Palladium. Colocada en el libro Latin Jazz de Raúl Martínez, dice en el pie que Benny alternó con Tito Puente. El Bárbaro viste un pantalón ceñido con elástico, saco largo, boina al revés. El público, muy selecto, es de blancos, negros y mestizos; están todos atónitos, como observando a un cantante de otro planeta. De California pasa a Nueva York, para recibir un pago por sus grabaciones en la RCA Víctor.

Participaron como una especie de embajada artística con el animo de recoger dinero para reparar la ciudad Sagua de Tánamo que la aviación de Batista había devastado con sus bombardeos. Actuaron en el Nicola. Cuando el Benny terminó de cantar aquello era estruendoso.

Estuvo en medio del crudo invierno de Nueva York. Lo contrataron para un baile en la celebración de Navidad. Lo esperaron en el aeropuerto, y cuando bajó del avión y sintió el frío, dijo: ‘Yo me voy, aquí no me quedo”. Le llevaron un abrigo, y en el recorrido hasta la casa se fue alegrando y estimulando. El baile que dio, fue impresionante por la cantidad de gente que llegó a verlo. Su propósito era regresar a Cuba lo más rápido posible. Dijo que extrañaba a su mujer y su hijo.

Sus últimos días

A finales de 1962, al Benny y a su Banda Gigante les propusieron realizar una extensa gira por algunos países de Europa, pero declinó la invitación: ya eran evidentes en el rostro del sonero mayor los estragos de su enfermedad. El 31 de diciembre de 1962 y el 1 de enero de 1963, Benny y su orquesta actuaron en Fomento, Las Villas y después regresó La Habana, para descansar varias semanas.

Su última actuación con la propia orquesta fue en el pueblo de Palmira, Las Villas, el día 16 de febrero de 1963. Su primer vómito de sangre lo tiene en Colón, ya en La Habana fueron directamente para La Cumbre por petición del Benny de ver a sus hijos (presintiendo la muerte) Solo le quedaban pocas semanas de vida, aunque su espíritu batallador lo mantenía en pie. Muy grave, el lunes 18 al amanecer vuelve a ponerse mal, por lo que el médico decide ingresarlo en el Hospital de Emergencias, provisionalmente. Aquí se le administra plasmas y a partir de la 1.00 pm del mismo día cae en estado de coma. Fue trasladado a la sala H, cama 22 donde no se recuperó. Estuvo sin conocimiento hasta el el martes 19 a las 9.15 en que murió a la temprana edad de cuarenta y tres años.

A las 12.15 minutos partió el cortejo fúnebre acompañado por miles de hombres y mujeres del pueblo hacia el local de Prado y Ánimas, donde se encontraba el Sindicato Nacional de Trabajadores de Arte y Espectáculos. Los hermanos le entregaron al secretario del SINTAE el sombrero tejano y el bastón, que utilizaba el Benny como batuta, para que ambas prendas fueran entregadas al Museo del SINTAE. Numerosas personas acudían al centro hospitalario, de día y de noche, para conocer los partes médicos sobre la salud del Benny, antes de que estos se dieran a la publicidad oficialmente por la prensa, la radio y la televisión.

Por petición expresa del artista, sus restos fueron sepultados en su pueblo natal, Santa Isabel de las Lajas. Durante todo el recorrido de la caravana por la Carretera Central, los poblados y ciudades paralizaban prácticamente sus labores para darle el último adiós a su ídolo. Una vez en su pueblo, en el barrio de La Guinea, la Sociedad de los Congos lo despidió con un solemne rito funeral mayombero de origen bantú, a base de banderas para abrir los caminos y espantar los malos espíritus. El día 20 de febrero a las 4.00 de la tarde fue sepultado en la necrópolis de este pueblo.

Bartolomé Maximiliano Moré, el Benny, fue bohemio, trashumante, sincero, desbordado, mujeriego, machista, sensual, tierno, violento, derrochador, pero sobre todo, un cubano auténtico. No fue un hombre perfecto. Los orishas tampoco lo son.

Discografía

Graba sus primeros discos en 1944 en los que hizo la voz prima, entre ellos: Buenos hermanitos, La cazuelita, La reina de mi bohío, Me la llevé, ¿Seré dichoso?, ¿Qué será eso?. Con el Dueto Fantasma Benny Moré efectuó algunas grabaciones para los discos RCA Victor acompañado por orquesta y conjunto bajo la dirección y arreglos de Lalo Montané, entre ellas las tituladas Mucho corazón (bolero), de Enma Elena Valdelamar; Encantado de la vida (mambo), de Justi Barreto; Ensalada de mambo, creación del propio Benny Moré, y A media noche (bolero), de Pablo Cairo.

También para el sello RCA Victor grabó, con el acompañamiento de la conocida orquesta del cubano Mariano Mercerón, Me voy pa’l pueblo (guaracha), de Mercedes Valdés, y “Desdichado”, de su propia inspiración, entre otras obras. Desde los primeros momentos estas versiones discográficas tuvieron enorme éxito de venta, así como excepcional aceptación en discotecas, programas radiales y victrolas traganíckeles.

Este éxito abarcó todo México y diferentes países de la América de habla hispana, y tuvo como consecuencia que, de inmediato, Mariano Rivera Conde, director artístico de la ya mencionada firma disquera, le hiciera firmar al Benny un contrato de exclusividad, con la obligación de grabar una cantidad de obras, en cualquier país en que el artista se encontrara y con varias agrupaciones bajo la égida de la RCA Victor, como las orquestas de Mariano Mercerón, Rafael de Paz, Lalo Montané, Arturo Núñez, Chucho Rodríguez y Dámaso Pérez Prado.

Con el conjunto de Miguel Matamoros realizó sus primeras grabaciones en discos de 78 revoluciones por minuto, entre ellas las tituladas Penicilina, de Alberto Valdés; Malos vecinos y Ofrenda criolla, de Miguel Matamoros, y Mexicanita, de Nené Enrizo. Como la RCA Victor mantenía a Benny sujeto a un contrato, muy rápido comenzaron a salir sus discos de 78 y los primeros de 45 revoluciones por minuto, acompañados por la orquesta del maestro Duarte, grabaciones que se vendían como pan caliente en las tiendas y discotecas de la Isla. Ya por esos años el Benny contaba con la facultad de convertir simultáneamente varias de sus grabaciones en hits parades en la radio, y sus números se oían en cada esquina en que hubiera un bar con una victrola.

El bolero cubano iba adquiriendo con él connotación y estilo nuevos, irrepetibles para otros intérpretes. Lo que cantara el Benny, prácticamente no lo podía cantar nadie más. Son de la preferencia popular en los primeros años de la década del cincuenta los boleros No me vayas a engañar, de Osvaldo Farrés; Por ser como tú eres, de José Badán Slater, y Cómo fue, de Ernesto Duarte; y asimismo los sones montunos Adiós, Palma Soriano, de Ramón Cabrera, y Bombón de pollo, de su compadre Enrique Benítez. La dirección artística de la RCA Víctor le hizo grabar a lo largo de los años varios discos de boleros y guarachas a dúo con algunas afamadas figuras contratadas por el mismo sello. Con ese magnífico tenor mexicano Pedro Vargas vocalizó el Benny los boleros Perdón y Obsesión, del puertorriqueño Pedro Flores, Solamente una vez (bolero), del mexicano Agustín Lara, y La vida es un sueño (bolero), del cubano Arsenio Rodríguez; en Alma libre (bolero), de Juan Bruno Tarraza, unió su voz a la del carismático tenor venezolano Alfredo Sadel. Con el cancionero Tony Camargo cantó los boleros Esta noche, corazón y Sin razón ni justicia, de Chucho Rodríguez, y la guaracha Deja que suba la marea, de Otilio Portal. Los acompañamientos corrieron a cargo de las orquestas de Pérez Prado, Chucho Rodríguez, Benny Moré y la notable agrupación del venezolano Aldemaro Romero.

En 1952 grabó con la Orquesta Aragón de Cienfuegos, a la que ayudó a introducirse en el mundo musical habanero. La discografía de Benny Moré, cuenta con alrededor de 250 registros, todo un récord para un artista cubano de su época.

Un Bárbaro que no solo buscó el ritmo, sino al pueblo en sus textos y sus notas. Un insigne músico que según afirman los estudiosos, dejó constancia de su voz al grabar sus discos desde 1940 hasta 1963, año en el que murió.

Filmografía

Benny Moré quedó brevemente impreso en el celuloide. Unas pocas producciones “de rumberas” lo recogieron en su juventud de manera fugaz.

Hay quien sostiene que en el Distrito Federal se atesoran varios pies de película con actuaciones suyas. Agnes Varda incluyó un fotomontaje de vistas fijas de Benny en su filme cubano (Cuba baila); retazos de noticiarios fílmicos lo muestran en el escenario del Auditórium en el Festival de Música Popular Cubana en los albores de la Revolución.

Existen dos o tres Kinescopios de CMQ Televisión, utilizados y repetidos hasta la saciedad aquí y allá. En uno de ellos Benny canta Qué te hace pensar de Ricardo Pérez, bolero lleno de socarrona, dulce elocuencia: Alma de mi alma, fuego de mis ansias / rompe con la duda que hay en tu mente…con los brazos abiertos, entregado por completo, ante el plateado ovoide del micrófono RCA modelo 77.

Bastan y no bastan estos pocos fotogramas para adorarlo, para cimentar su leyenda. Benny Moré actuó, en ocasiones sin aparecer en los créditos, en las películas mejicanas Carita de ángel (1946); Novia a la medida (1949); Cuando el alba llegue o Fuego en la carne (1949) y Quinto patio (1956). En 1987 Hoy como ayer, co-producción cubano-mejicana, Constante Rapi Diego se aproximó a episodios de la vida de Benny Moré. Según expresó su director, la película: «fue un intento fallido».

En la llamada “época de oro” del cine mexicano, su imagen y voz fueron recogidas en varias producciones cinematográficas, como Novia a la medida, En cada puerto un amor, Fuego en la carne, Ventarrón y Carita de cielo y Quinto patio (1956). Juan A. García Borrero asegura en su premiada Guía crítica del Cine Cubano de Ficción, (Editorial Arte y Literatura 1999) que en No me olvides nunca, coproducción cubano-mejicana de 1956, (dirigida por Juan J. Ortega, filmada en el Cabaret Montmartre con Rosita Fornés, Armando Bianchi, los Hermanos Martínez Casado, Manela Bustamante, Adalberto Delgado, Olga Guillot, Armando Soler y Las Hermanas Lago, entre otros) Benny Moré canta Hoy como ayer, bolero de Pedro Vega Francia.

En esta faceta no lo favoreció el hecho de que cuando el famoso Rey del mambo, Dámaso Pérez Prado, tuvo su boom cinematográfico, ya el Benny no estaba en su orquesta. Incluso cuando la película Al son del mambo (1950) fue filmada, Moré ya la había abandonado y su voz fue doblada por otro cantante cubano, Yeyo Estrada.

Participó en 16 películas, 15 de ellas realizadas en México, y una coproducción entre la nación azteca y Cuba.

Benny en la literatura

Investigadores, profesionales o aficionados, han redactado biografías suyas. La ficción, cautamente, se ha aproximado a Bartolomé.

Por sólo citar dos ejemplos: Lisandro Otero basó su Novela Bolero en la figura de Benny Moré, sin comprometerse realmente en lo biográfico, y en Tuyo es el reino, de Abilio Estévez, se asiste a una actuación del cantante que reviste dimensiones míticas, de respiración teatral.

Los dioses mueren jóvenes, escribió al evocarlo en aquellas circunstancias Nicolás Guillén, nuestro poeta nacional. Y agregó: Pero lo seguimos teniendo con nosotros, derramando en los cuatro vientos de la Isla. Esto, que parece un tópico, es una verdad simple. Recuerde el lector, y díganos: ¿Ha olvidado usted a Corona, el grande y magnífico Manuel? Lo enterramos una tarde con música y canciones, como él pidió; dejamos su cuerpo vació en el cementerio, pero no a su Cecilia ni a su Longina, hijas mayores de su guitarra. ¿Y Grenet? ¿Y Simons? Ninguno se va, porque su arte les comunica la misma permanencia de la fuente en que bebieron. Así es como nace ahora de su muerte para no morir más el hombre a quien toda Cuba ha llorado, con lágrimas que mojan, según el decir de nuestro gran poeta, pero cuya voz suena como nunca, sin apagarse en el aire nuestro de cada día.

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