Airbnb lleva todo el santo día recomendándome que revise su oferta para «La casa del Capitán», en Cadaqués: la casa de mis sueños húmedos.

Enorme, blanca, luminosa, con terrazas íntimas y olivos viejos, abierta de piernas al mar, es el lugar perfecto para pasar la vida y ver llegar la muerte.

El capitán en cuestión fue mánager de Salvador Dalí, y yo bien lo sé, y sé que de ninguna manera alquilarla podría ser siquiera moderadamente caro, pero como también soy masoquista, allá fui: medio millón de coronas por quince días.

Y es aquí que digo: Dios mío, aparta de mi este cáliz o deja que el Maligno, con nocturnidad y alevosía, añada seis ceros al saldo en mi cuenta; total, como anda hoy el mundo nadie va a echar en cuenta que de la noche a la mañana aparezca una hijoputa billonaria más.

No me compraré un avión, te lo prometo, ni lanzaré mi propia colección de perfumes vulgares. Tampoco me buscaré un negro chamán que me moje el chakra. De verdad.

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