MIAMI. Nacido en 1939 (un poco después de Superman) el Capitán Marvel, más tarde llamado Shazam, se inspiró mucho en los personajes de DC Comics (Superman y Batman). Publicada una vez en otra editorial, no fue hasta los 70 cuando el Capitán Marvel / Shazam fue cedido a DC.

Narrada a través de los ojos de un niño, ¡Shazam!, la última película en el universo de Warner y DC, nos presenta como sería si un adolescente recibe súper poderes. Billy Batson (Asher Angel), es elegido como el sucesor de una legendaria legión de magos con poderes por uno de sus antiguos miembros (Djimon Hounsou), convirtiéndose en Shazam (Zachary Levi) con tan solo gritar su nombre. No pasa ni un segundo, cuando se levanta en lugar de un niño, un hombre adulto en la calle, mostrando sus músculos, que atraviesan el traje rojo y dorado con una capa ondeante a la luz.

Es innegable que ¡Shazam! tiene su encanto y nos hace parte de esta emocionante aventura. Junto con Billy, que está lejos de ser un niño ejemplar, descubrimos las posibilidades casi ilimitadas que se le revelan gracias a súper poderes insospechados. De repente está libre, después de todas las derrotas que sufrió como un niño perdido en el mundo. Cimentado emocionalmente en una narrativa trágica, por lo tanto, repite la fórmula de la mayoría de los súper héroes de comics.

El guión escrito por Henry Gayden tiene un hilo claro, pero no sorprende. Para facilitar su escritura decide apoyarse en patrones convencionales de superhéroes y películas enfocadas en adolescentes huérfanos, sin disimular el hecho de que la película prefiere la inventiva en lugar de vivirla en realidad. En el acto final, llega al punto en donde todo se vuelve predecible.

Aunque el protagonista y el antagonista se insertan y construyen de forma hábil como un claro paralelo, ¡Shazam! falla en la confrontación decisiva de sus personajes y nos proporciona una lucha final desolada, que no solo es demasiado larga, sino que finalmente se convierte en un testimonio de la falta de sentido. David F. Sandberg, quien, al igual que el director de “Aquaman”, James Wan, es fanático del horror, simplemente nos sobrecarga con imágenes para desarrollar un lenguaje reconocible y tan vacío como intercambiable. Los espacios cinematográficos que se despliegan dentro del alcance de su puesta en escena están diseñados para ofrecer más de lo mismo. Se hace demasiado esfuerzo para que el niño pase rápidamente a comportarse como adulto, por lo tanto, solo crea momentos que se fatigan rápidamente.

El Dr. Thaddeus Sivana, interpretado por Mark Strong («Kingsman», «Kick-Ass», «Sherlock Holmes»), funciona como antagonista solo al nivel de una película para niños. El personaje es un cliché andante, como suele ocurrir en películas como esta. La secuencia de decisiones no produce ninguna profundidad y lo peor es que no ofrece justificación a sus ansias de poder, y el esfuerzo de Strong por hacer que el villano tenga múltiples capas, falla en la composición inadecuada del personaje.

Los actores Zachary Levi y Asher Angel comparten el papel del superhéroe. Ambos no solo hacen un buen trabajo, también funcionan muy bien como un ego compartido. Esto puede deberse a la capacidad de Levi para asumir el personaje del niño y darle continuidad en forma adulta. Además, ambos actores disfrutan visiblemente de su trabajo y esta alegría se contagia fácilmente a la audiencia. Es sin dudas lo mejor de la película.

Es una pena que el director David F. Sandberg (conocido por sus películas de terror “Lights Out” y “Annabelle 2”) después de tener unos dos tercios aceptables, hacia el final de la película resbala un poco. Si Silvana es solo un magnate megalómano, no molesta tanto. Encaja con el estilo de película familiar conocido, pero llega a cansar su insistencia. El aburrimiento llega a su punto más alto cuando todas las ideas se agotan, y la película comienza a repetirse a sí misma y a copiar chistes de la cultura popular. Como resultado final, tenemos una mezcla de estilos que resulta en un filme que presenta más de lo mismo con una premisa divertida.

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