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«Los medios de comunicación han matado la noción de intelectual y, a su vez, el intelectual se ha dejado matar con deleite. Porque simplemente no resiste al reconocimiento público. Esto lo lleva a dar su opinión sobre cuestiones que no conoce. Ese mecanismo perverso termina con su credibilidad y, naturalmente, con su poder. De tanto decir cualquier cosa, termina por decir tonterías». Elisabeth Badinter.

Leyendo una entrevista a Elisabeth Badinter, filósofa y escritora francesa, casada con Robert Badinter, ministro de Justicia de François Mitterrand que abolió la pena de muerte en Francia, he entendido muchas cosas que me pasan desde que regresé de un viaje de promoción a Los Ángeles. Allí pude vivir la odisea de una joven actriz, amiga mía, a la cual invitaron a un conocido talk show para representar una historia que supuestamente le había pasado. Esto es algo que se ha vuelto tan común en esta industria, que me obligaba una y otra vez a botar del estudio a los supuestos invitados de ¿Quién tiene la razón?, que iban con su mentira preparada a ganarse unos centavos.

Mi amiga pensaba que era bueno tener en su currículum esta participación y preguntó más de una vez al productor si no sería agredida físicamente, cosa también común. Mi amiga les advirtió claramente que eso no lo iba a permitir, pero nada fue como le dijeron: cuando menos lo pensaba, estaba volando por los aires y terminó toda golpeada en la cabeza, llena de arañazos, moretones y con la sensación de ser una basura.

¿Acaso no saben productores y canales de televisión que esto es abuso psicológico, físico y engaño?

Cuando me enteré, indignada le pedí el contrato que firmó, que le dieron cuando entraba a grabar para que no tuviera tiempo de leerlo. La verdad es que daba asco. Según ese papel nauseabundo, ella no tenía ningún derecho. Esto es ilegal y no aguanta un juicio, pero pocos tienen dinero para pelear con una corporación grande. Yo creí que Abraham Lincoln había terminado con la esclavitud en Estados Unidos. No sólo ella se sintió vejada, sucia, violada y abusada. Yo, también, además de sentirme impotente. Solo pensaba: ¿y si algo así le pasa a mi hija?

Insisto en que los medios de comunicación deben revisarse. La carrera del rating está volviendo a la televisión, la violencia nos arropa, todo el mundo habla de todo. Estoy cansada de ver tantos «psicólogos» sin títulos aconsejando, opinando y des-informando. Estoy harta de oír a tantos «sexólogos» diciendo disparates.

He vivido de la televisión y sé que es un negocio, pero también es un medio que tiene mucho poder. No podemos dejar tanto poder sobre los niños, los adolescentes y los ignorantes, en manos de negociantes sin ética y de supuestos profesionales que des-informan. Las consecuencias ya se están viendo en la sociedad.

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