Vicente García en Santiago (Foto servida)

Las buenas crónicas son intemporales. José D Laura lo ha logrado con esta pieza donde describe el pasado concierto ofrecido por Vicente García en el Parque Central de Santiago el pasado sábado, con el cual arrancó su gira Candela tour.

Vicente García salió al escenario con dos horas y media de retraso a la convocada. Habitualmente, en Santiago, eso se convierte en una desventaja insalvable para conquistar al público más exigente de Dominicana.

Conozco toda la excelente música de Vicente García. No tenía la más mínima idea de su salvaje carisma: apenas sonaron las primeras notas de “Candela”, título de su tercer álbum como solista y de la gira que lo lleva por varios países, todo fue complicidad: el público, mayoritariamente joven, se entregó a sus merengues, a sus bachatas, a sus fusiones con la música del Caribe colombiano, que es también nuestra.

No hubo corazón de plomo, ni corazón de piedra: todo fue entrega al estado de frenesí que provocan las letras de este hijo del fuego versión milenial: no hay cadera que se resista a esos rítmicos compases, no hay garganta que no se eleve ante la propuesta de conuco y flor, que nos eleva por encima de prejuicios cimarrones y nos invita a correr por el monte. Y todavía faltaba “Dulcito e’coco”.

Respaldado por una banda realmente formidable, García se entrega auténtico, maneja emociones, canta con su dejo de tristeza y levanta suspiros. Muchos. Detrás de mí, una elegante dama le grita; “¡Eres lindo!”. García coquetea, corre por todo el escenario, le dedica una mirada a cada corazón enamorado.

“Melodrama’ (2011) fue el primer álbum como solista de García, luego de una trayectoria rockera en que se destaca por su colorida sonoridad.

Su participación en uno de los congresos “Música, Identidad y Cultura”, aceleró ese proceso natural de evolución para encontrarse con toda la riqueza musical que ha explotado dos de sus referentes más inmediatos y que me sirven para definirlo: Vicente García es Luis Días con el flow de Juan Luis Guerra. Esa evolución es notable en “A la mar” (2016), su renuncia definitiva a la musicalidad correcta pero carente de etnicidad, esa que promueven las corporaciones disqueras para garantizar mercados.

“Candela” (2019) lo confirma como uno de los grandes talentos de la música contemporánea latinoamericana, con sus tres Latin Grammy para presumir. Un tipo destinado a llenar estadios y grandes auditorios para hipnotizarlos con su música.

Al final de la noche, todos éramos conscientes de que habíamos asistido a una ceremonia de milagros: qué bonita música para navegar por los colores de nuestra identidad, cantando nuestras penas con sabor a coco con piña y manguito de Baní, como un merengue de enramada.

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