El poeta chileno Raúl Zurita (Fuente externa)

El poeta chileno Raúl Zurita, ha sido anunciado ganador del XXIX Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, el más alto de este género que se entrega en español y portugués.

Ganador entre otros del Premio Nacional de Chile y del premio Iberoamericano Pablo Neruda, Zurita, nacido en Santiago de Chile el 10 de enero de 1950, hijo de una italiana y un chileno, es militante comunista y graduado en Ingeniería Civil en Estructuras.

Fue arrestado a las 6 de la mañana del día del golpe de estado de Pinochet en Chile y sufrió torturas, aunque pronto fue liberado. En 1979 publicó su primer libro Purgatorio, el cual veía desde las vitrinas exteriores de las librerías de su ciudad. «El acuerdo para no mandarme preso me prohibía ingresar a cualquier librería y quedé fichado en todas».

A inicios de los 90, siendoagregado cultural en Roma, comenzó a manifestarse su enfermedad de Parkinson, siendo sometido a una exitosa cirugía de Estimulación cerebral Profunda, que aminoró  gran parte de los síntomas de la enfermedad.

Raúl Zurita, quien visitó República Dominicana en 2017, es autor de unos 35 libros, muchos de ellos de poesía, ensayos, entrevistas y una autobiografía, entre ellos: INRI, Un par de piedras, El paraíso está vacío y Los poemas muertos, Los países muertos, Las ciudades del agua, Saber morir.

Ha sido ganador de un doctorado Honoris Causa de la Universidad de Alicante, así como tres universidades de su país.

El último poeta ganador del Premio Reina Sofía fue el español Joan Margarit. La primera vez que se otorgó, en 1992, fue a un chileno: Gonzalo Rojas. Y en el medio, muchos de los grandes poetas de nuestro idioma y del mundo entero: Mario Benedetti, Nicanor Parra, Juan Gelman, José Emilio Pacheco e Ida Vitale, entre otros.

Guárdame en ti

Amor mío: guárdame entonces en ti
en los torrentes más secretos
que tus ríos levantan
y cuando ya de nosotros
sólo que de algo como una orilla
tenme también en ti
guárdame en ti como la interrogación
de las aguas que se marchan
Y luego: cuando las grandes aves se
derrumben y las nubes nos indiquen
que la vida se nos fue entre los dedos
guárdame todavía en ti
en la brizna de aire que aún ocupe tu voz
dura y remota
como los cauces glaciares en que la primavera desciende.

 

Los nuevos pueblos

Y era tu cara el borde de estos cielos,
el manto mío de las estrellas.
Al mirar hacia arriba no vi nada
sino tu permanencia, las pinturas
de tu rostro, la deriva de tus antepasados
inundando las altas nubes. Esos son los ríos que se abren.
En otro tiempo fuimos encontrados
y ya vivimos en las primeras células,
en los abismos de los mares,
en las primitivas danzas que el asombro
le ofreció al fuego.

Por eso somos ríos que se abren, brazos, cauces,
torrentes arrojados de un agua única y primigenia
Nada se diferencia de lo que somos y nada de lo que es está fuera de nosotros.
Tú resumes las viejas tribus, las cacerías,
los primeros valles sembrados
y mi sed recoge en ti toda la saga de
este mundo. No son mitos,
el mito es la mentira:
que sólo existimos una vez,
que cada uno es sólo uno.
Todos viven en ti y tú vives.
Las olas del tiempo inmemorial
y las estrellas.
Oh sí manto mío de mis estrellas;
la noche te habla antes de sucumbir
al día, las grandes batallas perdidas,
el pasto de los antiguos clanes y de las tribus
remontando por nuestros cursos el corazón
de los caminos del corazón y tus tocadas praderas.

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