Una vista de las dunas

Fragmentos de una entrevista a Raúl Rivero, realizada por Harold Alvarado Tenorio.

P. ¿Qué ha sido para ti, Raúl, la poesía?

R. Con la poesía lo que yo siempre recuerdo es una cosa muy poco trágica. Es un resguardo, como una cosa religiosa, como un recurso para sobrevivir, como una cosa de salvación. Me pasó cuando empecé a escribir, yo sentía que estaba trabado en la vida, me sentía como si hubiera empezado a inspirar otra cosa, un cambio en la respiración. Ahí estaba el resguardo, ahí la clave especial para sobrevivir y para salvarme. Yo escribí allá en mi casa, en Morón, un librito que nunca publiqué, que eran poemas a mi madre y a esos amores iniciales, era una poesía muy retórica y mi madre lo guardó. La poesía también es como una especie de temperatura, como una cosa mágica a la que he acudido cuando he estado muy mal y nunca me ha fallado, así escriba poemas sobre otra cosa que me da vueltas, siempre me sirve. Trato de no molestarla, de no acudir a ella permanentemente, a veces estoy en la calle y me asalta un verso y yo hago el que se me olvida, porque no quiero violentar esa relación, tengo miedo de que me abandone, mucho miedo. No es como el periodismo, que tú lo puedes forzar, porque es un oficio, en la poesía puedes por oficio decir cuatro cosas, pero tú sabes que no es así, que no te convenció, de que no es así. Allí en ese momento también existen mecanismos de evocarla, leyendo otros poemas, otros poetas, recordar ciertas evocaciones, pero siempre ha sido para mí la salvación, un talismán, como los santeros tienen su Elegua, yo tengo la poesía…

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