SD. Alguien dijo alguna vez que Omara Portuondo era la Sara Vaughan cubana. No sé quién lo dijo, no lo recuerdo. O tal vez lo imaginé, y soy yo quien lo dice ahora, por primera vez. Pero lo dudo.

Omara es una señora que acaba de cumplir 88 años de edad la semana pasada, y lo celebró con un viaje al DR Jazz Festival, un evento que ha dado garantías de ser lo más serio y persistente que se hace en el país en calidad de festivales de jazz.

Era imposible dejar pasar por alto la presencia de Omara en tierra quisqueyana. La última vez que vino fue al Congreso de Música, Identidad y Cultura dedicado al Bolero, celebrado en el Centro León De Santiago, en el 2009.

Entonces, fue el histórico reencuentro de la cantante que formara parte del legendario Cuarteto Las D´Aida, junto a Elena Bourke y Moraima Secada, la tía de John Secada, con quien fuera una gran amiga suya a quien había dejado ver 48 años, Olguita Guillot, su comadre.

Once años después ha sido recibida por unas cinco mil personas que se dieron cita en Cabarete la noche del domingo, la última del evento que tuvo su primera parte hace unas semanas en Cap Cana, experiencia que se debe repetir el año que viene. Evento que luego pasó por la capital, siguió a Santiago y de allí saltó a Puerto Plata y Sosúa, para el gran final en la playa de Cabarete.

Esa noche El Prodigio & Sandy Gabriel repitieron la experiencia de Cap Cana, pero sin aquel diluvio casi macondiano.

Esta vez, por razones personales no pude asistir al evento que siempre he disfrutado con entusiasmo vanguardista. Así que me perdí la presencia de una de mis más admiradas figuras de la música cubana.

El grupo acompañante de Omara abrió la noche, según la nota que comento con sana envidia, con El manicero, de Moisés Simons. Dicen que el público se puso de pie para recibir a la Dama del Buenavista Social Club, con Noche cubana, de César Portillo de la Luz.

Omara, uno de los pilares del filin (esa bendita fusión de bolero con elementos del jazz), cantó Lo que me queda por vivir, y luego sabroseó con aires del bossa nova y el son Tal vez, de Juan Formell, un tema que alguna vez hizo a dúo con María Bethania.

Omara Portuondo (Foto servida)

De Osvaldo Farrés, interpretó Tres palabras, para desembocar eme el clasiquísimo Lágrimas negras, de Miguel Matamoros.

Omara salió de escena, según el comunicado, para dejar que la banda acompañante hiciera algunos standard de jazz, para rematar con La Comparsita, de Ernesto Lecuona.

Omara regresó a escena con “20 años”, de María Teresa Vera, seguida de boleros como “Dos gardenias”, de Isolina Carrillo, “Cómo fue”, de Benny Moré, “La última noche”, de Orlando Fierro y Bobby Collazo y “Bésame mucho”, de la mexicana Cocha Velásquez, quien cuando compuso este tema… no había sido besada nunca. Este bolero fue entonado por el público a una sola voz.

El cuarteto se levantó para salir del escenario, pero cuentan que el público pidió más e interpretaron “La Sitiera” de Rafael López, y de ñapa, “Guantanamera”, de Joseito Fernández, que popularizara por el mundo Peter Seeger.

El merengue típico fusionado con jazz

El cierre fue a ritmo de jazz ripiao, ese mejunje armado por El Prodigio, que tuvo a Sandy Gabriel otra vez de musico invitado y con Rafelito Mirabal al piano.

El Prodigio y Sandy Gabriel (Foto servida)

“El Cadete es un tiguere”, tema para dos saxos: el excelentemente arreglado “Liborio no come pendejá”, de Luis Díaz, la pieza del francés Joseph Kosma con letra del gran poeta francés Jacques Prévert “Las hojas muertas”, luego “Periblues”, siguió con una improvisación de “Caribe” de Michael Camilo, además de una adaptación de una samba al jazz ripiao y “Manteca” de Chano Pozo a ritmos típicos, cada tema el público lo coreaba y bailaba sin parar.

Pisando la media noche el Prodigio se puso típico full con un medley que incluyó el inolvidable merengue de Bilito “Juanita Morel” y “Los Algodones”, de Antonio Lora, mientras la gente bailaba.

Al cerrar el Prodigio, María Elena Gratereaux, presidenta de la Fundación Educativa Dominican Republic Jazz Festival, (FEDUJAZZ), agradeció al público y a todo el equipo de Fedujazz, por ayudar a hacer realidad este evento gratuito: “El DR Jazz Festival es hecho a mano, con el alma, y la voluntad de muchos que creen en el aporte cultural y artístico que brinda este evento a nuestro país; y a la vez nos ayuda a cumplir con los objetivos de la fundación de llevar educación musical a más de 100 niños tocando instrumentos como: piano, violín, clarinete, batería, saxofón, guitarra, tambores. Estos niños tienen la oportunidad de vivir musicalmente toda su vida, aquí se le impregna responsabilidad, amor, paz, honestidad, trabajo en equipo y respeto al medio ambiente”.

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