Después de la tormenta, de Odd Nerdrum (Foto servida)

En bata de pintar salpicada, desgreñado, con una mirada de cansancio en los ojillos azules, Odd Nerdrum recorre el muelle de la vieja Christiania. Algunos lo reconocen y apuntan con el dedo: ahí va, el último de los excéntricos.

Nacido en Helsingborg, Suecia, un 8 de Abril de 1944, este hombre con pintas de abuelo delirante, amante de Rembrandt, Goya y Boticelli, domina desde el silencio -pues desde hace décadas no concede entrevistas-, un mundo fascinante.

Su arte es un universo de tiempos mercuriales, y dentro de ellos la gente vuela, canta, muere, mira hacia el propio vacío y teme al ajeno entre nubarrones. Figuras grotescas, maneras sensuales; la naturaleza se corrompe a placer para lograr un ambiente dramático que combina lo arcaico y lo sublime.

Lo han descrito como existencialmente humano, perverso y mórbido, pero el adjetivo exacto es: imprescindible. Su talento es tan desmesurado como su falta de compromiso a la hora de crear. Es el artista que no titubea para pintarse a sí mismo con el pene erecto, o en pose de Cristo resucitado; el que imprime un aire sacro al retrato de un mutilado.

Un ícono, una leyenda viva, el más sobresaliente de los pintores vivos. Un ángel achacoso que deja tras sí un reguero de plumas amarillas: el genio.

Autoretrato en bote de madera, Odd Nerdrum (Foto servida)

 

Autoretrato con el mástil enhiesto, de Odd Nerdrum (Foto servida)

 

Niño dormido, Odd Nerdrum (Foto servida)

 

La Nube, Odd Nerdrum (Foto servida)
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