El poeta noruego Odd Børretzen (Foto servida)
Odd Børretzen (21 de noviembre de 1926-3 de noviembre de 2012) fue un poeta, escritor, ilustrador, traductor y vocalista noruego.
Muy conocido y apreciado en el reino por sus libros de humor satírico y sus segmentos radiales, dedicó también gran parte de su vida a la labor social, recibiendo por ello varios premios.
«Las gaviotas» es un poema musicalizado por el propio Børretzen en 1981, que aborda el tema del egoísmo en las sociedad moderna, algo que el autor repudiaba.
Las gaviotas
Odio las gaviotas.
No todo el tiempo, naturalmente.
Cuando se remontan
en el cielo cual pequeños
pedazos de papel, o flotan quietas sobre
el agua brillante y asemejan
bellos animales de plástico,
entonces son una parte lógica del verano y
uno no piensa en ellas con simpatía o animadversión,
pero cuando abren el pico y gritan como almas en pena
y puedes ver el fondo de sus sangrientos, desvergozandos intestinos…
Si una gaviota ha logrado apoderarse de una cabeza de pescado o
una tripa o cualquier otra carroña y vuela con eso
en el pico, entonces vienen las otras y se abalanzan sobre ella
«¡Es mío, es mío, es mío!»
y el resultado es que la asquerosidad cae en el mar
y se hunde,
y ninguna saca provecho de ella.
Las gaviotas no tienen sentido de la solidaridad
«¡Es mío, es mío, es mío!»
no me atrevo siquiera a pensar por cuál  partido votarían,
de tener derecho al voto.
En circustancias así me digo:
Qué bueno que no conozco personalmente
a una gaviota,
de manera que tenga que comportarme cortésmente con ella.
No querría una gaviota aunque me la regalaran.
Si tuviera que escoger un pájaro diría:
Denme un camarero
que haga píar las copas,
que baile entre las mesas,
y avance al trote
hacia mí.
Las gaviotas forman parejas,
al parecer para
toda la vida, y son conocidas por su fidelidad.
Eso nos parece dulce.
Pero no sé. Si yo estuviera casado
con una criatura vociferante,
«¡Es mío, es mío, es mío!»
devoradora de intestinos, apestosa a pescado, no importa
cuán fiel me fuera, pensaría que
sería mejor que se buscara a
otro.
No.
Denme una esposa
que sonría con toda la boca,
que espere en la estación y venga
fluyendo
hacia mí.
Quiero decir, que esté parada en la estación y espere
a que yo llegue en el tren
que viene de Oslo o de
donde sea que haya estado.
Una vez vi, un domingo en el puerto de Lillesand,
a dos gaviotas violando una botella plástica que flotaba
entre los muelles.
A plena luz, a la hora de la misa,
a la vista de los niños.
Las gaviotas se comportan como animales, a veces.
Por eso las odio.
No.
Denme una paloma,
que me arrulle bajito
que abra su corazón con dulzura,
desnuda de tapujos.
Odio las gaviotas. Pero hay muchas
cosas que amo.
Hace mucho tiempo, cuando conocía gente
que, según ellos mismos, no amaba u odiaba
lo mismo que yo, me parecía que estaban locos.
Creo que hay mucha gente así.
Los no fumadores, por ejemplo,
que educan a sus hijos para ser pequeños moralistas
con tufo a goma de mascar,
que van de vagón en vagón diciendo:
«¡Puaj! Apesta a tabaco aquí.
Fumar daña la salud.»
Odio las gaviotas, por todo lo antes
expuesto, pero si me encontrara
con alguien que ame a las gaviotas y lo cuente, o
a un no fumador que piense que
los fumadores no tendrían que poder acceder a los hospitales
o al servicio de público de ferrocarril,
trataría de comprenderlos.
Pero no sería fácil.
No.
Denme una paloma,
que me arrulle bajito
que abra  su corazón con dulzura,
desnuda de tapujos.
Denme un camarero,
que haga píar las copas,
que baile entre las mesas,
y avance al trote.
Denme una esposa
que sonría con toda la boca,
que espere en la estación y venga
fluyendo
hacia mí.
Odd Børretzen

Odd Børretzen

(Traducción al español de Vanessa Gardeeng-De la Cruz)

 

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