Erik Bye

Una vez soñé que Nuestro Señor era un chiquillo,
con la camisa rota y raspones en las rodillas,
jugando con planetas cual bolas de cristal
que rebotaban alegres contra las paredes del Universo.

Jugaba y era feliz, y era verano,
y el sol ponía destellos en el vidrio;
mil planetas tintineaban en su bolsillo,
porque en el bolsillo del Señor siempre hay lugar.

Los planetas rodaban y bailaban, alegrando su vista y su razón;
hasta que una mariposa en pleno vuelo lo distrajo
y del juego se olvidó, nuestro Señor.

¡Y era este un día perfecto para cazar mariposas!
Lo más bello de todo cuanto había creado.
Por el suelo quedaron los planetas,
y se sientieron solos y olvidados.

Regresó luego, muy cansado, como cualquier chiquillo;
era ya tarde, y el juego terminaba.
Se arrodilló el Señor, y recogió sus bolas,
y echó a ver que una le faltaba.

«¡El azul, el pequeñito, ése me falta!»
Buscó entre la hierba y bajo las piedras.
«¡Con lo que brillaba al atardecer!»
Pero llegó la noche, y el planeta nunca apareció.

Era nuestra Tierra la que faltaba, y sobre el campo sólo quedaba la escarcha.
Nuestro Señor regresó triste a su casa,
pero no puedo asegurar que haya llorado.

Los que hemos nacido en esa canica
sintiendo que sin ella nada importa,
hemos de esperar que el Señor vuelva a buscar mañana…y nos encuentre.

Texto: Erik Bye
Traducción de Vanessa Garden

Esperamos tu comentario

Deja un comentario