Manuel Díaz Martínez en su casa de Las Palmas (Fuente: blog de MDM)

Hace 30 años, desde 1992, el poeta Manuel Díaz Martínez (13 de septiembre de 1936) tuvo que salir de Cuba. Miembro correspondiente de la Real Academia de la Lengua, y además de poeta, periodista y diplomático en los años 60, el autor de Vivir es eso (1966, ediciones Unión, Premio Julián del Casal de la Uneac), y hoy por hoy, el poeta vivo más importante de Cuba, vive exiliado en Islas Canarias.

Cuando en 2016 recibimos a Rafael Alcides Pérez en Santo Domingo, quien venía a participar en el festival de Cine Global, donde el documental de Miguel Coyula «Nadie», se alzó con el premio al Mejor documental del evento, el poeta del «insilio», como él le llamaba, dijo a quien suscribe, que Díaz Martínez era uno de los pocos miembros de su generación que serían releídos en la Cuba futura.

Manolo ha colaborado con la difusión de las obras de poetas cubanos en España. Algunos de sus títulos más conocidos son «Poemas Cubanos del Siglo XX» y «Un caracol en su camino«; la primera es una antología que reúne diversas creaciones de poetas cubanos, la segunda también es una antología de toda su obra poética.

Algunos libros publicado en el exilio (Tomado de la cuenta de Facebook de Mauel Díaz Martínez)

Suyos son estos poemas:

PLEGARIA

Alabado sea el Señor,
que sabe por qué sucede lo que sucede,
por qué no ocurre lo que no ocurre,
por qué decide lo que decide,
por qué no hace lo que debiera.

Alabado sea el Señor,
que sabe por qué decide lo que no ocurre,
por qué sucede lo que no sabe,
por qué no sabe lo que no hace,
por qué nos debe lo que sucede.

 

LA GUERRA

Todos los aviones regresaron a sus bases.
Pero no todos los hombres
regresaron a sus casas. Pero no estaban
todas las casas de los que regresaron. Pero
no todos los que regresaron
encontraron a todos en sus casas.

 

¿QUIÉN?

¿Quién habita la casa que habité:
quién toca las maderas que toqué,
quién ve los resplandores que yo vi,
quién vive las penumbras que viví,

quién sueño en la ventana en que soñé,
quién llora en la escalera en que lloré,
quién abre los batientes que yo abri,
quién ríe en el pasillo en que reí,

quién cabalga en los hombros de mi sombra,
quién habla, grita, llama y no me nombra,
quién mis brazos desplaza con sus brazos,

quién llena mi silueta sin saberlo,
quién anda hacia su muerta y, sin quererlo,
ocupa con sus pies mis viejos pasos?

 

IMPOSIBLE SOLEDAD
                                     

                                   «Huimos en puntilla de nosotros».
                                                     César Vallejo

 

Huimos en puntillas de nosotros:
otras veces, poeta, nos fugamos
vertiginosamente como potros,
pero a poco de andar nos encontramos.

Veces hay en que huimos de nosotros,
y sigilosamente nos marchamos
a donde solo estemos con nosotros,
pero a poco de estar nos encontramos.

Es que la soledad jamás se alcanza
mientras el mundo vaya con nosotros,
y este mundo jamás de andar se cansa:

camina de nosotros a los otros
y regresa, sin falta ni tardanza,
repleto de los otros a nosotros.

 

 

YA PODÉIS PERDONARME

Ya podéis perdonarme:
ya no soy malo.
ya nada me asombra,
por tanto nada me indigna,
a nadie aborrezco,
todo lo asumo.

Ya todo lo espero,
por tanto nada me hiere,
a nadie lapido,
a todos abrazo.

Ya nada ambiciono,
por tanto a nadie persigo,
de nada presumo,
a nadie hago sombra.

Ya yo no soy malo,
aunque, os lo advierto,
algunos resabios me quedan
de cuando fui humano.

 

 

PATRIA

Una extensión de tierra,
un arco de costa, un mar,
unas casas, unas calles,
tres o cuatro ríos,
sin régimen de lluvias,
un jardín, unas montañas,
algunas frustraciones
y quizás una utopía,
un guiso, una canción, un árbol,
una historia en parte emocionante,
una manera de decir las cosas,
los padres que van envejeciendo
en un patio de provincia,
acaso también unos hermanos
que completan la saga familiar,
y unos amigos…

Eso y algo más es patria
si cabe ahí la libertad.

Si no cabe yo prefiero
morirme de distancia.

 

 

DÉCIMA A LA MUERTE DE MI PADRE

Mientras mi padre vivía,
mi ayer era mi presente:
él me servía de puente
con aquella lejanía.
Mirándolo, yo creía
en un tiempo sin pasado.
Mas, tan pronto como se ha ido,
el tiempo ha retrocedido
arrastrando lo que ha sido
adonde va lo olvidado.

Intelectuales cubanos en La Habana (¿1991?): De izquierda a derecha, Regina Coyula (escritora), Rafael Alcides (poeta y novelista), David Chericián (poeta), José Pérez Olivares (pintor y poeta) y Manuel Día Martínez (Foto tomada de la cuenta de Facebook de MDM)

La ética de Manuel Díaz Martínez

En el 2021 se cumplieron 30 años de la Carta de los Diez, una famosa Declaración de intelectuales cubanos, donde pedían pálidas medidas de democratización de la vida -que dicho sea de paso-, años después hasta los propios comités de base del Partido Comunista, pedían más que esas que exigían los poetas María Elena Cruz Varela, Raúl Rivero, los narradores Manuel Granados, José Lorenzo Fuentes, Bernardo Marqués Ravelo, Nancy Estrada, el traductor Jorge Pomar Montalvo y los también intelectuales Víctor Manuel Serpa y Roberto Luque Escalona, además del propio Manuel Díaz Martínez. Luego se sumaron otras firmas.

La narración de lo sucedido puede leerse de manera íntegra en el siguiente link de la revista Encuentro con la Cultura La Carta de los Diez

La verticalidad ética de Díaz Martínez también la dejó plasmada en una carta a José Saramago, que para muestra, otro botón. Nota Clave la reproduce a continuación.

 

Saramago con Fidel Castro en Portugal (Fuente externa)

CARTA A JOSÉ SARAMAGO
Por Manuel Díaz Martínez

(Publicada en el periódico LA PROVINCIA, de Gran Canaria, el 22 de octubre de 1998.)

«Querido y admirado Pepe, ante todo quiero que sepas que pocos premios, incluidos los que me han dado a mí, me han alegrado tanto como el Nobel que te acaban de otorgar. La Academia Sueca, que no siempre ha acertado, se ha honrado honrándote. Y tu premio me alegra, además, porque implica el primer homenaje que los académicos de Estocolmo han hecho a la lengua portuguesa, tan amada por mí –tú lo sabes–, que es la lengua en que mejor me expreso después del español.

Sé por la prensa que Fidel Castro [de visita en Portugal] te recibió cordialmente en Oporto y en la televisión te vi presentándolo con entusiasmo a tus compatriotas en tu propia tierra (debe de ser muy grato, Pepe, vivir en el extranjero por propia decisión –es tu caso– y poder regresar a tu país y, si quieres, volver a salir de él, libertad que, por ejemplo, yo no tengo). No sé qué quisiste decir cuando afirmaste que Castro “reúne todas las virtudes del pueblo cubano” (por lo pronto, hay casi tres millones de cubanos en el exilio –entre ellos muchos escritores y artistas– y otros millones más en la isla que no se identifican con tu amigo, y a ellos hay que sumar los incontables que han perecido en el mar huyendo de Cuba en balsas), pero lo importante es que tienes buen diálogo con él porque eso me alienta a pedirte algunos favores.

En primer lugar, te agradeceré que le pidas la excarcelación de todos los cubanos presos por no opinar como él, entre los cuales están los cuatro miembros del Grupo de Trabajo de la oposición pacífica interna (Vladimiro Roca, Félix Bonne Carcassés, René Gómez Manzano y Martha Beatriz Roque), en prisión desde hace más de un año, acusados de “sedición” por emitir críticas al programa del quinto congreso del Partido Comunista, el único partido autorizado en el país; en segundo lugar, te agradeceré que le pidas el restablecimiento de la libertad de prensa y que deje de perseguir a los periodistas independientes, a los cuales obliga a exiliarse cuando no los encarcela; en tercer lugar, te agradeceré que le pidas que respete el derecho de los ciudadanos a asociarse libremente con fines pacíficos; y, en cuarto lugar, te agradeceré que le pidas que permita a los cubanos hacer inversiones en Cuba como se lo permite a los extranjeros. Otros muchos favores tendría que pedirte en relación con lo que está ocurriendo en mi país –de lo cual creo que no estás bien informado–, pero estos son básicos. Me atrevo a solicitarte estos favores a sabiendas de que Castro no te escuchará. Te advierto de que lo más probable es que deje de ser tu amigo, en caso de que lo sea realmente. Él no acepta nada que ponga en riesgo su deseo, evidentísimo, de morirse con el cetro del poder absoluto en la mano, cueste esto lo que cueste, y ya es mucho lo que está costando. Pero, en fin, se dice que no hay gestión peor que la que no se hace.

La inmensa mayoría de los cubanos, amigo Pepe, queremos ser libres como tú, que te enfrentaste a un ministro de tu país porque censuró una novela tuya y no te visitó la policía; que siendo portugués resides en el extranjero y nadie te discrimina ni desprecia diciéndote apátrida o gusano; que siendo ateo vives bajo una monarquía católica y toda la prensa del reino te rinde honores; y que siendo comunista militante has sido escogido por unos académicos burgueses para darte el premio literario más importante del mundo, el cual recibirás, sin duda, muy a gusto, de manos de un rey que representa a una de las más rancias dinastías de Europa.

Hace ocho años, en Turín, ¿recuerdas?, me reprochaste que discutiera de política con un cónsul portugués que estaba en nuestra mesa. “Manuel, con los cónsules no se discute”, me dijiste. Es un buen consejo. Te lo voy a pagar con otro: Pepe, a los dictadores no se los elogia, llámense Salazar, Stalin, Pinochet o Fidel Castro».

Parte de la generación del 50 (1) David Chericián, (2) Carilda Oliver Labra, (3) Cleva Solís, (4) Georgina Herrera, (5) Rafaela Chacón Nardi, (6) Pedro de Oráa, (7) Manuel Díaz Martínez, (8) Otto Fernández, (9) Alberto Rocasolano, (10) Francisco de Oráa, (11) Luis Marré, (12) Rafael Alcides, (13) Raúl Luis, (14) César López, (15) Antón Arrufat, (16) Pablo Armando Fernández, (17) Mario Martínez Sobrino, (18) Luis Suardíaz, (19) Adolfo Suárez, (20) Eduardo López Morales y (21) José Martínez Matos. (Archivo MDM.)

Su amigo y compañero de generación, Rafael Alcides dejó testimonio en un poema, de la partida de Cuba de Manuel Díaz Martínez.

NO TE PIDO POR MÍ

Se ha marchado
dejando junto al mar
una casa llena de recuerdos,
con tacitas y cuadros
que lo extrañan,
espejos que se miran
desolados, sin escuchar
una voz, un rumor,
un ruido en la cocina;
plantas que lloran
en un patio de silencios
y un par de perros
que quién les dará de comer.

Se ha marchado
con su pálida y bella esposa
o con lo que de su esposa
quedaba, espejuelos oscuros
para que no les viera el funcionario
llorar, y maletas de espanto y prisa
metidas en un taxi, con puntas
de corbatas
y pedazos dramáticos de calcetines
salidos como lenguas horribles
que quisieran hablar
pidiendo misericordia.
Nada que no hayas visto, Señor.

Los amigos de antes,
hoy residen bajo otros cielos.
O están presos.
Cementerio de casas y avenidas,
planta donde la vida se extinguió,
¿a quién telefonear,
dónde, a qué puerta
acudir en estas soledades?
Sólo cruces y cipreses
faltarían, el resto
del horror está completo;
fantasmas en la calle
y el eco que al cerrarse
dejaron las maletas.

Mas no te ocupes de mí
que, acaso, he muerto
y no lo sé (o me fugué
y pudiera estar
recordando), pero ocúpate,
Señor, de ese hombre,
de ese hombre tan roto
que ni en el Paraíso
se sentiría ya nunca
seguro,
ocúpate de su esposa
(o de lo que de su esposa quedaba),
ocúpate de sus tacitas,
ten piedad de sus perros,
de sus cuadros,
de sus plantas, de sus espejos,
permíteles olvidar
o al menos dormir
mientras pasa esta pesadilla.

Amén.

Rafael Alcides Pérez
(Cuba, 1933-2018)

Manuel Díaz Martínez, Rafael Alcides y Raúl Rivero (Fuente externa)
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