Pablo Polanco chelista de la OSN, interpretando piezas con su chelo eléctrico para médicos y pacientes de Covid (Fuente externa)

Nota Clave publica este texto escrito por el empresario artístico Luis Medrano, quien ha sido sostén de la música popular dominicana y recorre el país entero.

Con este grito en voz alta dejo la bola en la cancha de los que deciden, de que saquen su lado de sensibilidad y solidaridad por la cultura y sus activos que son seres humanos; el tiempo pasa y los problemas se agrandan.

He ofrecido varias soluciones y todas van al zafacón al parecer.

Es tiempo de pasar a la acción, de la promesa a la realidad, de la música de fondo al primer plano, del olvido ‘aposta’, a refrescar la memoria, dejar el juego de hacerse el loco, de que las palabras son palabras y se la lleva el viento. Me pregunto si los que tienen la responsabilidad de ir en auxilio en tiempo de tempestad por cualquier ciudadano están consciente de lo que es la cultura, el folklore, el arte, la identidad, el orgullo de la patria, la razón de ser como pueblo.

Si saben lo que es el hambre, la inamovilidad, las deudas, la impotencia, la penuria, la tristeza, la desesperación, el estrés, la presión, la humillación, perder la fe, la esperanza, pasar de positivo a negativo, de pasivo a agresivo, de la paz a la guerra, de la paciencia a la impaciencia, de la poesía y la música al combate, cuando se pierde la fuerza moral, la dignidad, la ética, la prudencia, hay momentos que sale sin saber hacia va y en busca de que porque se perdió la noción del tiempo y entra en acción, si es mejor estar vivo siendo una escoria social o un soldado muerto peleando por sus derechos y los de sus hijos.

De lo que sí estoy muy seguro es que ellos, si los que pueden prender la máquina porque son el combustible y la bujía a la vez de la economía junto a sus familias y amigos tienen sus tres calientes con postre y algo mas muy seguros.

10 meses sin producir ni uno, deprime a su máxima expresión, la tristeza se apodera del alma, invita a delinquir, a la violación de las leyes. Cuando un ciudadano tiene que ver sus niños, su esposa y familia llorando por leche, por comidas, por medicinas, le cortan el agua y la luz, abrumado por las deudas y la impotencia, es un padre desesperado que la terrible situación económica termina acorralándolo y lo invita a cometer errores que nunca pensó que lo haría.

El músico, el cantante, el bailarín, el sonidista, el tarimero, el luminotécnico, el mozo, el coreógrafo, el animador, el comunicador, el relacionista público, el chofer, el ayudante, los chiriperos, el carpero, la secretaria, el promotor, el maquillista, el peluquero, el compositor, la modista, si ellos juntos al hombre de a pies creativos, que hacen de la cultura su modo viviente están con el alma muerta, su silencio es un peligro, porque los que más sufren no salen en televisión ni redes, no están en el día día frente a las cámaras ni medios periodísticos; son humanos con talentos y dignidad.

No es que yo si joda con eso, no es que insista sobre lo mismo, no es que llueva sobre mojado, no es que embrome, no es que moleste, no es por mortificar, no es pidiendo ni mendigando, no es suplicando, ni buscando limosna, es que soy la voz de miles de familias, de gente que en mis tantos año en este negocio me llaman y mi WhatsApp es donde se pueden desahogar, los 48 mil y pico de kilómetros cuadrados de las gentes de la música y el entretenimiento tienen mi teléfono y están desesperados, no soportan esta tormentosa situación.

No estoy diciendo que la solución sea quitar el toque de queda, no es abrir para hacer eventos o bailes y poner su vida en peligro, es buscar una solución digna ya, que no es el dar cinco mil pesos mensuales a unos cuantos.

Cuando termine la pandemia tendremos los cementerios llenos de artistas y gentes del entretenimiento, las cárceles y en los tribunales a los protagonistas de la cultura si no se reacciona ya porque no tienen otra salida que la muerte o violar las leyes.

Se hunde el barco donde se transporta la identidad cultural, mi querido capitán.

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