Rodaje del documental Yaque del Norte (Fuente externa)

Colaboración especial para Nota Clave de Leo Silverio

Las cinematografías de todo el mundo están cerradas hasta nuevo aviso. Esa es una premisa irrebatible. El cine dominicano no es la excepción. Las producciones audiovisuales nacionales que se quedaron a medio talle o en bocetos de preproducción, tienen un final incierto. El mercado de manufactura y el bursátil deberán recomponerse y la industria del entretenimiento también, solo que esta última depende de la salud financiera de la primera.

La crisis del Covid-19 enterrará algunos de estos filmes famélicos y dará oportunidad a otros de emerger, gracias a la creatividad de sus gestores; terceras producciones cinematográficas, que no estaban en carpeta, pero que ahora resultan más reales y rentables en su realización, podrían salir a la luz y convertirse en películas.

Un simple virus, que ni siquiera podemos ver, mucho menos defendernos de él, asociado a afecciones en las vías respiratorias, nos ha descolocado por completo. Ha sido como tropezarnos con la lona del ring antes de enfrentarnos al contrincante a quien pensábamos que podíamos vencer, o sentir molestias en el tobillo ya puestos en la línea de salida de la maratón.

¡Hoy más que nunca el ingenio será puesto a prueba en todos sus ámbitos! Los emprendedores cinematográficos (startups movies), deberán mostrar su talento más refinado para volver al camino; la milla extra, hoy se necesita más que nunca.

La razón es muy simple, la mayoría de nuestros proyectos fílmicos, sino todos, dependen de la Ley Nacional de Cine, y las empresas que aportan esos recursos a través de la exención de sus impuestos a la renta; intentarán recuperarse, recomponerse en su organización interna. Sería iluso pensar que un empresario local, que debe reducir su plantilla de empleados, comprar materias primas a sobreprecios y recolocar sus productos, estaría pensando en aportar dinero para hacer películas.

Esta situación sanitaria nos obligará a estirar los presupuestos más que la sopa cuando nos llegan invitados inesperados. Cada peso invertido o gastado será pensado hasta perder el poco cabello que nos quede. El personal técnico (electricistas, decoradores, asistentes, choferes, utileros, gaffers), ya bastante castigado por la crisis económica del paro y encierro obligatorios, será nuevamente menguado y exigido al máximo.

Habrá que añadir guantes o cubrebocas y reducir rubros como agua, meriendas… incluso, comidas. Las compras del departamento de Artes o Producción serán auditadas cada día, en procura de evitar compras hormigas o misceláneas innecesarias. Vamos a necesitar verdaderos especialistas en manejo de presupuestos.

Las historias que contaremos, los guiones, por lo menos en año y medio, serán intimas, con pocos personajes, pocas locaciones. Angustias existenciales, secretos de familia, relaciones de pareja… Las grandes multitudes, las construcciones y reedificaciones de escenarios son, por el momento, recuerdos del pasado inmediato. Esta crisis lastimará seriamente a los actores y actrices, quienes verán reducido sus jornadas laborales, sus pagos; pero quienes tendrán que desempeñarse a fondo en sus personajes para ganar notoriedad en el nano mercado de trabajo.

Habrá que acudir a viejas fórmulas para resolver este impase. Un buen ejemplo a seguir podría ser el Neorrealismo Italiano, movimiento artístico que conformaron un grupo de cineastas a pocos días de finalizada la Segunda Guerra Mundial, con la Cinecittá totalmente destruida por los aliados, para recuperar la identidad azzurri en la cotidianidad de una población marcada por los sufrimientos y precariedades de entonces.

Estos verdaderos artífices audiovisuales, aprovecharon los escenarios reales (edificaciones en ruinas), invirtiendo menos en decorados; las horas de mayor luminosidad, para gastar menos energía eléctrica; actores y actrices naturales, historias personales, poco vestuario y maquillaje. Filmando con un pietaje inferior, en muchos casos al establecido, como el de tres a uno.

Películas como Umberto D., Roma, ciudad abierta, El ladrón de bicicleta, El limpiabotas, Páisa… apostilladas por nombres como Rossellini, De Sica, Visconti, son inolvidables por su sinceridad humana y moral, imponiendo una nueva calidad estética visual y un sello político inconfundibles. Muchas de las reglas del Dogma95 se ajustaron partiendo del neorrealismo italiano.

El cine dominicano debe reinventarse en esta oportunidad tan particular, donde sobrevivirán, no los más fuertes, sino los más creativos, exponiendo una impronta visual experimental, encaminada a reencontrarnos en lo humano y lo moral, como ya se hizo en la Italia del 45; solo que ahora afrontamos momentos sociales y económicos distintos, en una precariedad sanitaria que rebasa cualquier momento histórico pasado.

(Leo Silverio es guionista, escritor, realizador, consultor audiovisual y docente)

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