El poeta Manuel Díaz Martínez en una foto reciente (Fuente externa)

En Las Palmas de Gran Canaria ha muerto el pasado 17 de junio, el poeta cubano más importante que daba vivo: Manuel Díaz Martínez.

Pertenecía a la generación de los años 50 que había irrumpido de lleno en la poesía cubana a partir de los finales de los 50 pero sobre todo a inicios de los años 60.

La noticia la dio su hija María Gabriela Díaz Gronlier a través de las redes sociales: “Amigos, Manuel Díaz Martínez, nuestro padre y poeta de todos aquellos que con admiración lo leyeron ha marchado en la barca de Caronte».

“Se fue afirmando que vivió una vida intensa y que, de tener la oportunidad, volvería a repetirla con lo bueno y con lo malo que esta le entregó. Murió pensando en una Cuba en libertad. Murió meditando sobre «¿Qué es un hombre sentado frente al mar?», agregó la hija de Manolo, como le decían sus amigos.

El poeta y periodista cultural Manuel Díaz Martínez había nacido en Santa Clara el 13 de septiembre de 1936. Fue uno de los firmantes de la famosa Carta de los Diez, que lo impulsó al exilio en 1992, estableciéndose en Islas Canarias, desde donde continuó su labor creativa y periodística.

En 1991 fue uno de los impulsores principales y firmantes en de la Carta de los Diez, donde los intelectuales cubanos Raúl Rivero (fallecido en el exilio), Nancy Estrada, José Lorenzo Fuentes (fallecido en el exilio), Bernardo Marqués Ravelo (fallecido en el exilio), Manuel Granados (fallecido en el exilio), Fernando Velázquez Medina, Roberto Luque Escalona, Víctor Manuel Serpa, María Elena Cruz Varela y el propio Díaz Martínez, demandaban al gobierno cubano libertades política y culturales, que hoy, ante el cúmulo de inequidades y desmanes del gobierno actual serían vistas como demandas ingenuas.

Los firmantes de aquella demanda fueron acosados, perseguidos y varios encarcelados. Otros tomaron el camino del exilio, como Díaz Martínez, que al año siguiente de la carta se marchó a España.

De izquierda a derecha, Eliseo Diego, Manuel Díaz Martínez, Armando Álvarez Bravo y Regino Pedroso. (Archivo de Manuel Díaz Martínez)

Recorrido profesional de Díaz Martínez

Díaz Martínez había sido jefe de redacción del magazine dominical Hoy Domingo entre 1959 y 1963 y al unísono había ejercido como profesor de la Escuela Nacional de Instructores de Arte del CNC (1962-1963).
Por espacio de un año entre fines del 63 y el 64 había sido agregado cultural de Cuba en Bulgaria, lo cual siempre lo tuvo cerca de la poesía creada en ese país, convirtiéndose en versionista de traducciones de poetas búlgaros.

Fue redactor de La Gaceta de Cuba, órgano oficial de la Uneac, entre 1966 y 1975. Y perteneció al consejo de redacción de la revista Unión.

Años después dirigió la revista Encuentro de la Cultura Cubana y fue parte del consejo editorial de la Revista Hispano-Cubana, ambas publicaciones desde España.

La poesía de Manolo

La obra de Manuel Díaz Martínez destaca por la poesía. Comenzó a publicar en la segunda mitad de los años 50, por ello se le sitúa como parte de la importante Generación del 50, que incluye otros poetas como Rafael Alcides Pérez, Francisco de Oraá, Raúl Luis, Armando Álvarez Bravo, Ángel Cuadra, Pablo Armando Fernández, David Chericián, Carilda Oliver Labra, Cleva Solís, Georgina Herrera, Rafaela Chacón Nardi, Pedro de Oráa, Otto Fernández, Alberto Rocasolano, Luis Marré, César López, Domingo Alfonso, Rolando Escardó, Oscar Hurtado, Roberto Friol, Nivaria Tejera, José Triana, Heberto Padilla, Antón Arrufat, Luis Suardíaz, Severo Sarduy, Fayad Jamís.

El propio Díaz Martínez reflexionó sobre su generación con un texto publicado en su blog el 18 de marzo del 2009 donde afirmaba: «Cada generación tiene su voz, su tono, unas ciertas maneras identificables de decir las cosas, y tiene sus claridades y confusiones, que son las de su tiempo. La coyuntura histórica en que la Generación del 50 maduró impuso a ésta la ardua misión de “descubrir”, para la videncia poética, el súbito universo de vivencias individuales y colectivas creado por las nuevas circunstancias históricas derivadas del proceso revolucionario».

«En el plano de la escritura, ésta fue la generación que tuvo que buscar, para los nuevos significados inherentes a las circunstancias en que estaba inmersa, los significantes correspondientes. O sea, los nuevos odres para los nuevos vinos. Abordar con intenciones creadoras la realidad de la vida nacional en revolución –empresa erizada de dificultades en aquellos días de estreno, convulsos y vertiginosos– entrañaba configurar una semiótica poética que nos permitiera expresarnos como portadores de las ideas de los nuevos tiempos. Con la conversión de la revolución en un régimen autocrático, a los desafíos retóricos se añadieron las dificultades derivadas del dirigismo oficial que lastró el movimiento artístico y literario del país. Nuestra generación pudo haber dado mucho más de sí de no haber sufrido la férula del Estado totalitario, contra el que algunos libramos batallas bien conocidas. Dos muestras del vigor de la cultura cubana son el haberse desarrollado en el siglo XIX en las condiciones de la colonia y el no haber sucumbido a la tiránica mediocridad de la burocracia castrista. Ante ambos males, la indiferencia de la república burguesa respecto de la cultura debe agradecerse».

Entre los libros de Díaz Martínez se encuentran Frutos dispersos (1956), Soledad y otros temas (1957), El amor como ella (1961), Nanas del caminante (1963), El país de Ofelia (1965), Vivir es eso (1968), por el que recibió el Premio UNEAC. En 1994 recibió el Premio Ciudad de Las Palmas de Gran Canaria por su libro Memorias para el invierno.

También publicó Sólo un leve rasguño en la solapa (2002) y Señales de vida (1968-1998), antología de su poesía publicada por la importante colección Visor.

Con su muerte se va no solo uno de los últimos poetas de la Generación del 50, sino quizás el más importante poeta cubano que quedaba vivo.

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