Era hijo de campesinos judíos bielorusos, su nombre real era Issur Danielovich Demsky, pero trascendió en el mundo con el nombre de Kirk Douglas. Murió ayer en Beverly Hill. Había nacido el 9 de diciembre de 1916 en Amsterdam (Nueva York). Sus padres habían emigrado a Estados Unidos desde el lejano paraje de Chavusy, en la región de Maguilov, en época del Imperio ruso.

“Para el mundo es una leyenda, un actor de la época dorada del cine, un filántropo comprometido con la justicia y con las causas en las que creía, pero para mí, para Joel y para Peter era sencillamente papá”, expresó Michael Douglas, su hijo y destacado actor.

El padre de Douglas, Herschel Danielovich, vendía lo mismo alimentos que madera, lo que no daba para mantener a seis hijas y un hijo varón y abandonó el hogar cuando el futuro Kirk Douglas tenía apenas cinco años, por lo que tuvo que trabajar desde niño. Vendía refrescos y dulces en la calle, fue canillita, jardinero y bedel entre 40 ocupaciones que tuvo que hacer para sobrevivir.

Volvió herido de la II Guerra Mundial y entonces entró de lleno en el teatro y luego el cine, donde deja inolvidables roles en muchas de las 75 películas que rodó, entre ellas Espartaco, bajo las órdenes de Stanley Kubrick. La primera de todas en 1946, dirigido por Lewis Milestone, en El extraño amor de Martha Ivers, una película de cine negro.

También en filmes como El ídolo de barro, de Mark Robson; El trompetista, de Michael Curtis; El gran carnaval, de Billy Wilder; la musical Cautivos del mal, y El Loco del pelo rojo, ambas de Vincent Minelli; Veinte mil leguas de viaje submarino, producida por Walt Dissney y dirigida por Richard Fleischer, quien también lo dirigió a él y a Tony Curtis en Los Vikingos. René Clement lo dirigió en ¿Arde París?, con guión de Francis Ford Copolla y el gran novelista Gore Vidal; La furia, de Bryan de Palma; entre otras.

Estuvo nominado tres veces a los Oscar por El ídolo de barro (1949), Cautivos del mal (1952) y El loco del pelo rojo (1956). Obtuvo un Oscar honorífico en 1996.

Ha muerto el hombre, queda la leyenda.

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