Parásito dio la sorpresa la noche del martes y el amanecer del miércoles. El coreano Bong Joon-ho, el mismo de Okja en el 2017, está en la Selección Oficial, y después de la plomiza y desventurada Once Upon a Time… In Hollywood, de Tarantino, apareció como un oasis real.

Parásito ha sonado como bengalas en la noche y ha espantado a las gaviotas de la Cotè de Azur como tumbagobiernos en la mañana fría de Cannes. Se ha metido de contrabando, para tratar de tú a tú a Tarantino y a Almodóvar, y decirles «aquí estoy yo, el mismísimo Joong-ho».

Bong Joon-ho ha dibujado una tragicomedia negra barroca con elementos del thriller y puede que de suspense, estableciendo una nueva sátira política y social de estos tiempos, o sea que juega a re-crear géneros que mixtura como si fuesen elementos de la tabla periódica de Mendeleyev.

Parasito es la película que le recomendaría a todos ver, porque en República Dominicana puede ser doblemente interesante, instructiva y de alerta, porque se dan situaciones bastante parecidas en la vida cotidiana del país. Dicho por el mismo Bong Joo-ho: es «una comedia sin payasos y una tragedia sin malos».

Es un largometraje con fotografía limpia, pero sin virtuosismos, donde se desplazan los actores, con excelentes performances, muy parejos, aunque claro con un guion estructurado como una relojería, un diseño sonoro eficiente y más, y los efectos especiales son de extraordinaria calidad, limpios y creíbles.

Ojalá pueda ser parte de alguno de los dos festivales dominicanos que pueden llevarla, porque en esta película se mezclan todo tipo de inmundicias con violencia, zarcasmo, ironía, y sobre todo con esa mirada inteligente, de chispa, que da la sobrevida, desde un guión estructurado con las mañas que se ejercen con la maestría. Y su magisterio está en el saber unir todos esos elementos para hacer una buena película que maneja conceptos, controversias, ideas, sin dejar de ser comercial. Ese equilibrio hay que aprenderlo.

Bong Joon-ho regresa con antecedentes penales como Memories of Murder, Mother, The Host, con las que ha logrado levantar un prestigio más allá de todo tipo de alquimias. Y claro, también de Okjia, comodije arriba con la que dos años atrás, Netflix puso pica en Flandes, aunque temporalmente.

Metáforas: dos niveles de vida, una en el subsuelo y otra en las cimas. Uno en la claridad y otro en las sombras. Un ideal puede que romántico y una realidad. El diario digital coreano OhmyNews ha escrito que Joon-ho muestra en Parásito «aspectos de la sociedad que sabemos que existen pero no nos gusta admitir».

Se trata pues de una película tan pero tan coreana, que resulta universal. Una familia pobre gradualmente toma posesión del hogar de unos ricos al ser contratada como sirvientes bajo identidades falsas… De ahí en adelante, todo puede ocurrir.

El filme tiene momentos hilarantes, como la imitación de los discursos norcoreanos que satiriza una actriz. Y la película toda avanza sobre cojinetes a base de risas y sonrisas, que son las que ponen a pensar. El desenlace es inesperado, magistral, redondo. Sin dudas, un filme que resulta entretenido y frio, negro y jocoso, y nos pone sobre alerta y nos hace reír.

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