Con la Orquesta Original de Manzanillo me une un sentido de pertenencia como con pocas en la vida, a estas alturas. Su música formó parte de mis frustraciones de músico, sus ensayos eran el asombro desde la reja de las puertas de la casa de los Naranjo, en la calle Viet Nam Heróico. Todos los niños y adolescentes manzanilleros queríamos ser de la «típica» que es como mi padre le llamaba; después se le llamó «la Original». Pero todos nos sabíamos de memoria desde siempre el repertorio completo. Dueña de un timbre inconfundible, gracias al gran talento de su director Wilfredo ‘Pachy’ Naranjo Verdecia, ha podido convertirse en una de las mejores agrupaciones de su tipo en Cuba… desde la fatalidad geográfica de residir más cerca de Santo Domingo que de La Habana.

Hace demasiados veranos ya, sé que fue en unas vacaciones, o antes de irme o en mis primeras vacaciones en Cuba siendo ya estudiante en Moscú, pero cumplí un sueño: «tocar» con la Original. Años después cumplí otro sueño: «girar» con la Original, cuando los llevé a Africa.

Silvio Solano falleció a los 74 años de edad en La Habana (Fuente externa)

El ‘culpable’ principal del primero de esos sueños fue Silvio Solano, el tumbador de la orquesta, autor del tema Changó y Obatalá, quien me había enseñado los golpes elementales del batá Iyá, ese instrumento percutivo llegado de Nigeria con los esclavos, de quienes era un tambor sagrado.

Siempre he tenido excelente sentido del ritmo, y de niño quise ser baterista, así que no me fue difícil aprenderme los toques del batá, que por demás había sido incorporado en la orquesta justo en el momento en que el cantante Manolo Del Valle había decidido dejarla y tratar de hacer vida artística en La Habana, que era algo así como asaltar el acorazado Potemkin. Pedrito Rivero, quien falleció el año pasado, había pasado a ser el cantante principal, y como Pachy se la había puesto difícil, tenía que cantar y tocar batá, a la vez: iba apretado.

Silvio, a quien Cándido Fabré llamó «El Rápido de la Loma», por la velocidad de sus manos sobre los parches de las congas, fue mi maestro de percusión, y me enseñó además del batá Iyá, la clave cubana, los toques del cencerro de la salsa, así como la cáscara en las pailas.

Aquella noche, la orquesta tocaba en el cabaret Costa Azul, y yo como casi siempre que estaba en la ciudad, andaba con la orquesta. Así que cuando comenzó el primer set de temas, éste que está aquí ya estaba en la tarima, detrás de Silvio, viviendo la música desde esa posición que te permite admirar a los bailadores, sentir como la gente asimila la música. Un privilegio.

Esa misma sensación la volví a sentir muchos años después, en el North Sea Jazz Festival, dentro de la orquesta 440, gracias a la invitación que me hicieron Juan Luis Guerra a cubrir como periodista su presentación en el evento en Curazao.

Pero aquella noche en Manzanillo, Pachy marcó (un, do, un do tre…) y la Orquesta Típica Original de Manzanillo comenzó a tocar «Tengo que conformarme». Una canción muy interesante compuesta por José Perez D Varona (Chiqui), el pailero de la orquesta. El arreglo es del director, autor de los 52 años de arreglos de esta charanga. El arreglo de ese tema es posmoderno por adelantado, porque Pachy 8tal vez por intuición) hizo algo que después se conoció como intertextualidad, e incluyó a propósito, conscientemente y a modo de homenaje, un fragmento de la banda sonora de Las Señoritas de Rochefort (1967), la película de Jacques Demy con música de Michel Legrand; que dicho sea de paso él mismo me enseñó a tocar en el piano el esquema melódico más esencial de la misma… y es lo único que sé tocar al piano.

Carátula de uno de los discos de la Orquesta Original de Manzanillo, cuando aún no había llegado el cantante y compositor Cándido Fabré (Fuente externa)

Aquel justo momento cuando Pachy marcó, fue cuando Silvio me dijo ‘coge el batá’. ‘¿Cómo?’ le respondí sorprendido. ‘Que cojas el batá, coño, de los miedosos no se ha escrito nada’. ‘Oye que Pachy se va a poner bravo’, le respondì. ‘Daaaleeee’, me ordenó. Así que me amarré el batá la cintura y comencé a marcar, primero suave y luego más fuerte. De pronto Pachi se dio cuenta que estaba sonando el batá, e instintivamente miró hacia el set de percusión, y me vio. Contrario a lo que pensé, parece que al verme mirándolo asustado, sonrió y comenzó a dejarme descargar. Bajó los violines, la guitarra eléctrica, en primer plano dejó el bajo, el piano y el batá. ¡Yo me sentía en la mismísima gloria! Y como me conocía todo el repertorio, hice esa y otra, y otra, y otra canción más, y solo descansé con los boleros que cantaban Pedrito y Nono. Yo me sentí músico ya para toda la vida.

Eso se repitió en los carnavales de Guisa, en Holguín y en Camagüey creo. Después me fui o regresé a la Unión Soviética.

Este martes Pachy Naranjo me escribió por Facebook desde Manzanillo: «Falleció hoy Silvio Solano, nuestro amigo y ex integrante de la orquesta, tumbador y gran compañero por excelencia! El cáncer, una vez más, acaba con nuestras vidas!!!», expresó quien es uno de los más destacados músicos cubanos, Premio Nacional de la Música.

Mas tarde, Chiqui me puso una nota más grande por la misma red: «Muy buenas hermano, lamentablemente él falleció hoy a los 74 años, cumplidos el 10 de junio del presente año. Él entró a la orquesta todavía estando Jorge López el fundador quien emigró con sus padres en 1982, si mal no recuerdo. Como ya se sabía que Jorge abandonaría la orquesta entró Silvio y los dos tocaron juntos un tiempo no muy largo, esto fue en el 82 u 83 y Silvio rápidamente se adaptó al estilo nuestro en la orquesta y estuvo en la misma creo que hasta el 2,000 que pidió la baja y se marchó para la Habana con su familia».

Pachy me apuntó ya en la madrugada de este miércoles 29 de julio que eso debió ocurrir cerca de 1978 porque fueron juntos tocando Jorge y Silvio al viaje de Panamá de ese año. «Recuerdo que teníamos dos tumbadores, Jorge López y Silvio Solano, cada uno con 2 tumbadoras! Algo inusual en una charanga y los dos tocaban haciendo una combinación de patrones de toques distintos cada uno y se establecía una polirritmia donde Silvio llevaba un golpe más parecido a la rumba! Extraño pero sabroso!!!».

La orquesta aquella, como el propio Manzanillo, viven en mi memoria, junto al cariño paternal de los músicos comenzando por Chiqui, que había sido ayudante de mi papá en el camión en que repartían galletas. Son como dos hologramas de algo que ya no existe, aunque sí con otros rostros, otras vidas, otros asombros, que nada tienen que ver con lo que fue para mí. De aquella orquesta solo quedan actuantes Pachy y Kiko Arango, el güirero. Pero hay días en que la nostalgia de la vida esencial que fue aquella, regresa a mi corazón con el recuerdo de aquella noche en el cabaret Costa Azul en que me sentí músico para toda la vida.

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1 Comentario

  1. Muchas gracias por el escrito. Al leerlo en la familia, todos fuimos conmovidos. Gracias por tanto aprecio hacia mi abuelo, esas cosas vivirán siempre.

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