Esta entrevista al flautista puertorriqueño Néstor Torres fue realizada en septiembre del 2008, en Punta Cana, en el recién inaugurado Centro Comercial Palma Real. Fue publicada en Diario Libre el 13 de septiembre de ese año. Ahora la reproduzco en Nota Clave.

Inquieto de ansias, pero sereno. La buena música lo obliga a seguirla con su flauta. Entonces son los demás los que siguen a Néstor Torres (Mayagüez, 1957), boricua perteneciente a esa rara animalia a la que sólo se afilian los virtuosos.

Practica el budismo de la secta Nichiren Daishonin, y antes de actuar, si está en la República Dominicana se concentra y llama a Fernando Rodríguez para que le dé energías positivas. Parafraseando a Quevedo habría que decir aquello de «érase un hombre a una flauta pegado/ érase una flauta superlativa…» Hace poco estuvo en el país para participar en el Bávaro-Punta Cana Jazz Festival y habló en exclusiva para DL.

P: La música caribeña tiene en la flauta varios nombres señeros. Está Richard Egües…

R: Está Richard Egües, luego Richard Egües y después todos los demás. Arcaño, Fajardo, todos vienen después. Y si hay que ir más atrás hay que ir a Alberto Socarrás, quien fue maestro mío de solfeo. Ahora hay gente como El Tosco, como Maraca. Maraca fue el primer flautista en más de 20 años que me impresionó.

P: La flauta tiene un momento en que cambia, de la flauta de caña a la metálica y hay quienes siguen anhelando aquella sonoridad de antaño. Veo que Ud. trata de mantenerla. ¿Cuál de las dos prefiere?

R: Tengo noticias. Tengo la historia tras bastidores del maestro Socarrás. Cuando llego a Nueva York de Puerto Rico, en mi adolescencia -en realidad no soy jazzista, soy instrumentista-, comienzo a improvisar tocando en orquestas de charanga y me decían consíguete una flauta de palo. Un músico cubano me contó que la tercerola a fines del Siglo XIX cuando llega a Cuba procedente de España apenas costaba 8 ó 10 pesos, para los flautistas de charanga que ganaban 2 pesos por baile, era la que podían obtener. Y, además, con ésta se puede hacer ese sonido agudo, que penetra más. Y así se queda como un elemento fundamental en la charanga.

En cuanto a mi búsqueda, Juan Novo, un fabricante de instrumentos de Miami, que había estado experimentando con boquillas de madera, me dice -y ahí descubro que el sonido de la flauta no está dado por la caña, sino por la boquilla- que ésta lo determina todo. Porque ella da esa pastosidad, ese sonido que no es tan estridente, pero, además, cuando toco música clásica, barroca, se siente más auténtica. También puedo ir al sonido más grave, más oscuro. Y eso es lo que forma parte del sonido Néstor Torres.

P: ¿Cree que la música de charanga ha envejecido y son una especie en extinción?

R: Nuestra próxima producción discográfica que sale ahora en octubre y se llama «Noveau latino», tiene dos canciones, donde, junto a Muriel, una muchacha de Miami, invoco ese sonido de charanga. Creo en el género. Lo que pasa es que ese sonido se identifica con una época, con un tiempo específico. Y hay estilos que trascienden el tiempo. Hay otros que son bien identificables. Y aún aquellos que son portadores de esos estilos por virtud de sus experiencias, educación y medio ambiente que lo rodea, no pueden mantener la autenticidad de ese sonido. Y en el hecho de mantenerlo, hasta qué punto puede llevar esa autenticidad a un público o a un marco contemporáneo en el cual sea relevante o tenga vigencia. Lo que me lleva a pensar que la música de charanga es como una música de cámara. Como la música barroca tocada en instrumentos originales. Entiendo que para mantener una relevancia este tipo de música, necesita hacer ajustes en cuanto a cómo se arreglan las cuerdas, cómo se interpreta, debe haber limpieza, presición, elegancia, como esa botella de vino especial de cosecha especial, que es muy diferente. Todo para decir que ese género merece ser protegido.

P: ¿Cómo la reflexión le ha permitido llevar un mensaje a través de su música?

R: Es todo, la esencia, es la vértebra de mi mensaje. La filosofía budista, la práctica del que tú eres Buda, tú eres ilimitado. El budismo es la esencia de todo el trabajo de quien soy como persona y el trabajo que realizo. Eso no quiere decir que mi trabajo es religioso. La práctica del Nam-myoho-renge-kyo, es la vértebra de mi mensaje. Cada ser humano tiene potencial infinito y tiene derecho a ser absolutamente feliz.

El budismo Nichiren Daishonin es muy inclusivo y está basado en el sutra del otro. Todo se reduce a esa conexión con lo divino, con lo trascendente; eso que lo es todo no sólo te dice que eres ese todo, sino te da las herramientas para manifestarlo diariamente.

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