Niños en el aula con divisiones por cada uno (Fuente externa)

(Colaboración especial para Nota Clave del cineasta y educador Leo Silverio)

 

“¿Papi, me ayudas con la tarea? ¡Mira, muchacha, tú no ves que tu papá llegó debaratao de la calle!, dile a tu mamá que te ayude con eso. ¿Fulgencio?, ayuda a la niña, tú mejor que nadie sabes que yo no sé na’ de letra, que lo mío fue un tercer curso de campo…”

(Conversación de cualquier familia dominicana)

¡La bola pica y se extiende!, parece no encontrar un recodo en el terreno donde detenerse mientras el bateador va a toda carrera doblando por la tercera base, rumbo a la goma, los fanáticos lo animan, va a anotar fácilmente; novena entrada, partido empatado, fin del juego de béisbol.

La discusión es recurrente y en un santiamén aparecen los expertos explicando los porqués de la derrota. Haciendo un símil con el actual año escolar 2020-2021, hay un cierto parecido. Ahora hay una cantidad de especialistas revelando los porqués de la educación dominicana y cómo debe resolverse este impase nacional que nos afectará a todos como nación: aprendizaje a medias tintas, deserción escolar insospechada; pero lo más grave, una tara en el desarrollo cognitivo e intelectual de más de dos millones de niños y adolescentes que apuntan a dirigir o a participar de las decisiones de la República Dominicana en un futuro cercano.

Pero vamos como Jack, El destripador: por partes. Los alumnos de una escuela no pueden estar presenciales o semipresenciales en las aulas porque se contagian, parece una premisa irrebatible. Hay que evitar los contactos físicos, los mordiscos de meriendas, los juegos de cercanías, las embizcadas de fondillos de jugos u otros fluidos líquidos. ¿Acaso, los muchachos de la educación básica y del bachillerato no lo saben? ¿No ha valido de nada los miles de anuncios de televisión y radio emitidos por el gobierno y la sociedad civil; las advertencias a través de las redes sociales; los cuidados y recelos de los padres y tutores? ¿Acaso, en sus casas, en sus vecindarios no tendrán contactos físicos con otros parientes y amiguitos? ¿No beberán más de uno de la misma botella de refresco o compartirán la misma bolsa de papitas metiendo las manos al mismo tiempo? Porque vivo en un barrio y lo veo a diario, incluso, sin llevar mascarillas, incluso sin llevar camisas, incluso sin llevar zapatos. ¿Será que los anticuerpos se vuelven más vulnerables o desaparecen cuando se ingresa a los recintos escolares?

Niña con mascarilla (Fuente externa)

Los toques de queda, las cuarentenas (van más de 40 días por mucho), o los estados de emergencias, medidas sanitarias gubernamentales que los jóvenes se las pasan por su arco de triunfo mientras se burlan de las autoridades policiales regresando a altas horas de la noche embriagados, colgados por fumar hookahs y quién sabe de qué otras cosas más; ¿ellos, no contaminarían a algunos miembros de sus familias, incluyendo a los hermanitos que asisten temprano ese día a clases? El tema es muy complejo y las hipótesis, en un país donde todo el mundo sabe de todo (todópatas en el sentido más cantinflesco), se contarían por cientos.

Sigo con las preguntas: es más fácil cuestionar que ejecutar; es más cómodo planificar que llevar el plan a la práctica. ¡Si lo sabré yo, que desde la banca lo veo todo tan simple y termino maldiciendo al manager de mi equipo por no oír mis consejos! ¿No habrá un programa en el Ministerio de Educación para formar monitores en bioseguridad, y que éstos a su vez, orienten y estén pendiente de los grupos de estudiantes? ¿No hay suficiente alcohol, agua y papel desechable en los recintos escolares para atender esta urgente demanda?

La excusa para el aislamiento, confinamiento o reclusión (escojan ustedes el vocablo que más se ajuste a su estado emocional), son las recomendaciones del Ministerio de Salud Pública, sin embargo, los efectos del Covid-19 no se han propagado igual en todas las provincias del país; en algunos municipios la pandemia ni siquiera ha llegado a epidemia, más bien a brotes. ¿Entonces, por qué enajenar a esos alumnos y sus profesores de la escuela presencial, ponerlos en una situación crítica de internet, cuando la conexión en todo el territorio es un mito desmitificado por INDOOTEL? Esto no es Noruega, aquí una chichigua tumba el sistema eléctrico de toda una provincia, de medio país, ¡somos un black-out permanente! Esta es de las pocas naciones del mundo en que se producen apagones por mantenimientos a plantas de energía. Sin contar que en algunas comunidades rurales todavía no conocen la energía eléctrica.

Niños interraciales en un aula con mascarillas (Fuente externa)

Prosigo con más preguntas. ¿Cómo harán con esas materias como matemáticas (aritmética, algebra, geometría y trigonometría), física y química, donde la mayoría de los padres somos legos, y que exigen más de una explicación del maestro? ¿Con las lecturas comprensivas o la ortografía? ¿Con los laboratorios y experimentos escolares, donde es casi imprescindible la presencia del docente? Son muchos entresijos, al parecer, sin muchas respuestas. Los alumnos con atención especial, ¿cómo se medirá su rendimiento? ¿Quién les insuflará el ánimo necesario para imponerse a las tareas difíciles o complejas cuando el maestro es una imagen distante y los progenitores zafaconean el arroz y los frijoles? Las tardes de la tanda extendida para repasar y desarrollar las habilidades artísticas y deportivas, para formar a ese hombre y mujer nuevos, ¿en qué saco se echarán todas esas historias, todas esas ilusiones? El trabajo del Ministerio de Educación es arduo y tesonero. ¡El horno no está para galletitas ni tampoco para pan!

La radio y la televisión tienen formas de guionización, producción y realización muy distintos entre sí. La primera demanda de una narrativa más definida y precisa, con voces agradables, efectos especiales y música de primera calidad; mientras que la televisión precisa de una dramaturgia más histriónica a la hora de comunicar los conceptos; el actor o actriz es el maestro o viceversa. En la televisión cada gesto, mirada o movimiento cuesta para no distraer o aburrir al espectador, en este caso, a los estudiantes. La radio está concebida para escucharse mientras se realizan otras tareas, la atención puede estar dispersa; mientras que la televisión es más atrayente por la luz fluyendo del rectángulo, los colores y los movimientos en los encuadres.

Habrá que contratar especialistas en cada caso, profesionales que dominen sus respectivos medios de comunicación, que tengan alguna experiencia o entrenamiento con el tema educación (porque no tenemos mucho ejercicio en esta área tan vital); pero muy sobre todo, dotados de una generosidad y tolerancia social a todas luces; las circunstancias lo exigen, el país lo exige, los alumnos lo exigen también. Los técnicos o expertos en pedagogía valen oro en este momento, sin ellos no se podría dar un solo paso firme; ellos marcarán el currículo que deben aprehender los estudiantes.

Alumnos de preescolar en la vuelta al aula (Fuente externa)

La familia ha vuelto ser el núcleo principal de la sociedad. Hemos vuelto a ser educados por papá o por mamá. Solo que ahora todo se complica con el asunto de la economía y los compromisos personales y familiares que implica llevar una vida digna. Otro hándicap es que los parientes de hace unos treinta años atrás no se han actualizado, aunque lo parezca, se negaron al cambio, y esto implicaba su educación y la de sus vástagos. Papá puede manejar el autobús del transporte público, pero le cuesta asistir a su muchacho con las tareas de la escuela porque las cosas han transformado y él no se actualizó; la escuela quiso suplir esa necesidad con la tanda extendida y otros mecanismos de apoyo, y las Asociaciones de Padres y Amigos de la escuela resultaron una “pérdida de tiempo” a la que nadie quiere asistir ya. Mamá puede trabajar en un hospital repartiendo los turnos para las consultas, pero tiene dificultades con las materias de ciencias y, la historia dominicana no la recuerda mucho. Los programas de inducción del Ministerio de Educación tendrán que ser muy creativos y persuasivos para lograr un involucramiento de toda la familia con el tema pedagógico y sus hijos.

Pero no todo está a la deriva, el barco puede anclar en puerto seguro. En la actual situación, bien se podría comprometer a ese papá o mamá que está temporalmente deshabilitado en su trabajo para entusiasmarlo en que ayude con los muchachos y sus tareas, apoyándoles constantemente en la difícil labor de aprender mientras enseñan o apuntalan a su comunidad. Repartir los cuadernillos escolares o llamar a los padres y alumnos para que se presenten a recogerlos, cuidar de los chicos en el horario de clases, son labores importantes, aunque parezcan simples. Pero hay más, existen grupos de bachilleres que recién salieron o están en su último año, que podrían ser adiestrados como “auxiliares de tareas”, de modo que pudieran ayudar en su cuadra o vecindario rural a otros estudiantes de menor grado, en cualquier caso, siguiendo los protocolos de seguridad. Esta última idea ya se ha hecho con relativo éxito. No vamos a lamentarnos ahora por lo que no hicimos, debemos arrimar el hombro por lo que debemos hacer, y hacerlo bien. El horno no está para galletitas, ni tampoco para pan; pero podemos sacar un poco de leña al fuego u hornear la masa por menos tiempo; la harina con su levadura correctamente cocida debe ser servida en la mesa, lista para alimentar a los comensales.

(Leo Silverio. Cineasta, educador, escritor dominicano. Tiene un postgrado en Guion, Producción y Realización de Televisión Educativa otorgado por Radiotelevisión Española en colaboración con el Instituto Oficial de Radio y Televisión de España).

Esperamos tu comentario

Deja un comentario