Silvio y Yunior (Fuente externa)

El dramaturgo y actor cubano Yunior García, quien se manifestara fuera del Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT) fue lanzado a un camión de los que se usan para recoger basuras y escombros, como un saco de papas podridas, mientras los integrantes de Buena Fe, un tal Ray Fernández y algún otro decían que las calles eran para los revolucionarios. Bueno, pues el actor y dramaturgo había externado su deseo de que Silvio Rodríguez lo escuchara, poder conversar con él. Esto, a partir de ver las declaraciones del autor de «Unicornio azul», donde negaba violencia policial -«no la he visto»- y afirmaba que lo ocurrido había sido diseñado «por el imperio».

El dramaturgo, quien formó parte del 27N frente al Ministerio de Cultura y de la protesta en los bajos del ICRT el 11J, había asegurado en su texto que «si todavía me queda una mínima esperanza de diálogo, quiero que sea contigo», para intercambiar «nuestros fragmentos de verdades».

«CARTA ABIERTA AL PROPIETARIO DE UN UNICORNIO PERDIDO.

Silvio, no me importa cuantas veces me digan que es inútil escribirte. Yo también, a veces, soy un necio. Me dirijo a ti porque tu voz me importa, porque crecí escuchándote, porque todavía evito todas las sillas, peligrosas, que me invitan a parar. Te escribo de pie porque sé que el ser humano que fue capaz de crear Sueño con serpientes, no puede hacer una lectura tan elemental de mi generación y sus complejidades. El artista que parió algo tan hermoso como Réquiem, no sería capaz de responderme con susurros ni hipocresías.

Cuba ya no es exactamente la misma que resumiste en aquel barco llamado Playa Girón. Me habría encantado que aquel 27 de noviembre, cuando cientos de jóvenes fuimos en busca de un diálogo real y transformador, hubieses llegado con tu guitarra, a cantar junto a nosotros, en medio de tanta incertidumbre.

Sé que muchos jóvenes rebeldes acaban transformándose en viejos conservadores. Pero no creo que sea tu caso. De vez en cuando nos sorprendes con opiniones auténticamente revolucionarias (en el sentido profundo de ese término), y vuelves a repararnos los sueños y las esperanzas. Pero voy a ser honesto: otras veces levantas un abismo insalvable entre tus utopías y las nuestras.

Ni todo lo que dices es mentira, ni es mentira lo que muchos de mis amigos y yo defendemos. Tú, mejor que otros, sabes identificar cuánto se pueden manipular las medias verdades y cuán fácil resulta convertir a una persona, que no tiene miedo de decir lo que piensa, en enemiga.

Yo no te pido que renuncies a ninguna de tus convicciones. Eso sería absurdo de mi parte. Tú eres (con todas tus contradicciones) una pieza imborrable en este rompecabezas donde nacimos y que seguimos llamando Patria. Pero mis amigos y yo (con las nuestras) también estamos en esa imagen de Cuba que no acaba de armarse. Y no permitimos, Silvio, que nadie nos arroje de la mesa.

Si todavía me queda, después del 11 de julio, una mínima esperanza de diálogo, quiero que sea contigo. No te imagino lanzándonos a un camión de basura ni defendiendo tiendas con un palo en la mano. No te imagino pateando a un joven socialista de 22 años en una estación de policía ni apoyando las condenas de aquellos a los que has regalado tantos conciertos en sus barrios.

Yo te invito.

Regálanos esos 15 minutos que nos negaron en el ICRT. No hacen falta cámaras ni micrófonos. Solo nosotros y nuestros fragmentos de verdades.

No sé si esos 15 minutos hagan que recuperes tu unicornio. Pero quizás nos ayudes a no perder definitivamente el nuestro.

Ojalá».

El encuentro fue pactado el día siguiente en el estudio de grabaciones Ojalá, de Miramar, en La Habana, construido por el estado cubano y regalado al cantautor. Y así lo describió el cantautor.

«El encuentro con Yunior y Dayana fue bueno, no exagero si digo que fraterno; hubo diálogo, intercambio, nos escuchamos con atención y respeto. Para mí lo más doloroso fue escuchar que ellos, como generación, no se sentían ya parte del proceso cubano sino otra cosa. Me explicaron sus argumentos, sus frustraciones. Traté de hacerles comprender que a mis años también todo resultaba mucho más lento de lo que esperábamos que fuera. ¿Culpa de qué, de quienes? Y hablamos de incomprensiones entre edades diferentes, entre intereses y entendimientos diferentes.

Demasiado doloroso para mí que se declaren fuera; no puedo aceptar ese fracaso ni en nombre del dolor por las incomprensiones. Yo también las sufrí y jamás llegué a sentirme fuera. Pero pienso que mi generación fue la inmediata a la insurreccional y que heredamos los motivos de nuestros padres y después, creciendo, sufrimos con ellos lo mucho que ha costado ser soberanos y además socialistas.

Tiene que haber más puentes, tiene que haber más diálogos, tiene que haber menos prejuicios; menos ganas de pegar y más deseos de resolver la montaña de temas económicos y políticos pendientes; menos costumbre de escuchar a quienes hablan lo mismo con las mismas palabras, década tras década, como si las generaciones no vinieran también con sus propias palabras e ilusiones.

Me pidieron que llamara a alguien y que pida amnistía para todos los presos. Recuerdo la última vez que pedí una amnistía. Fue en la Tribuna Antimperialista. Un segundo antes de subir una autoridad me dijo que no lo dijera. Si no digo eso, no digo nada, respondí. Y pude llegar al micrófono. Y entre otras muchas cosas pedí la libertad de aquella gente con quienes no estaba de acuerdo. Y un par de semanas después (no por mi culpa) 70 vidas fueron libres.

No sé cuántos presos habrá ahora, dicen ellos que cientos. Pido lo mismo para los que no fueron violentos y cumplo con la palabra empeñada. Ellos no tienen nada que cumplirme porque nada pedí. Ojalá nunca más se sientan fuera (deseo lanzado al aire)».

Esperamos tu comentario

Deja un comentario