SD. El musical es uno de los géneros donde Argentina atesora más experiencia. Una serie para adolescentes Soy Luna, amplificada aquí -por sus propios padres- para niñas desde ocho años, es una excelente muestra de cómo adaptar una serie televisiva a un espectáculo masivo que gira en despedida por toda América Latina, y que recaló este martes en el Estadio Quisqueya en lo que pudiera denominarse el Congreso Nacional de Carajitas.

Lo importante es que se trató de una puesta en escena trepidante, colorida, fresca, impactante, con efectos, música pop fresca (ni el más mínimo color de nada que parezca música urbana), adolescentes hermosas ellas y galantes ellos, y una historia de amor en escena, con el espectacular desempeño de la mexicana Karoll Sevilla, son los elementos que dan el éxito asegurado al espectáculo que con producción local de SD Concerts, de Saymon Díaz, reunió a unos cuantos miles de personas (sobre todo mamás con niñas).

Karol Sevilla, con la bandera dominicana, en un momento en que agradeció el respaldo (Foto: Alfonso Quiñones)

Todo va, y esto va para los que como yo no sabían una papa de Soy Luna, sobre la historia de Luna, una adolescente mexicana de Cancún, que tiene que irse a vivir a Argentina, porque sus padres se trasladan a Buenos Aires por cuestiones de trabajo. Luna se ve expuesta a un nuevo medio, una nueva cultura, a nuevos amigos.

El 24 de marzo de 2017, se estrenó en el estadio Tecnópolis de Buenos Aires, Soy Luna en concierto, con cinco fechas seguidas. Miles de niñas y adolescentes deben haberlo visto en vivo en unos 15 países.

El espectáculo contó con las canciones más exitosas de la serie de Disney Channel para América Latina.

Luna, Matteo, Ámbar, Simón, son los personajes sobre cuyas historias entrelazadas se estructura este espectáculo, donde de canción en canción van narrando a grandes zancadas la historia narrada en la serie de tres temporadas y que han producido tres álbumes discográficos.

Tras el oppening, brevísimo, se escucharon por orden, las siguientes canciones Alas, I got a feeling, Prófugos, La vida es un sueño, Mírame a mí, Eres, Invisibles, Sobre ruedas, Princesa, Quiero verte sonreír, Solo para ti, Cómo me ves, Decirte lo que siento, Borrar tu mirada, I´d be Crazy, Tu cárcel, Ella voy, Catch me if you can, Soy yo, Tiempo de amor, Quédate, Alzo mi bandera Honey funny, Modo Amar, Vuelo, Alas (otra vez) y Footlose. Entre ellas hay canciones compuestas por Marco Antonio Solís (Tu cárcel), Cerati (Prófugos) y el propio Ruggero Pasquarelli (Allá voy), actor que encarna a Matteo.

Véase el diseño de imágenes en la pantalla led (Foto: Alfonso Quiñones)

En general, cabe destacar, el excelente desempeño, sin fallas, del elenco en escena. Las coreografías grupales con un nivel de exactitud en los movimientos, que pocas veces se logra por estos lares, máxime teniendo en cuenta que varias de ellas eran sobre patines, en especial la última, donde el amor se impone entre los que antes eran grupos contendientes. Maquillaje, peluquería, diseño de vestuarios de excelente factura. Diseño de imágenes en pantalla que apoyan cada una de las escenas que van ocurriendo y logran complementar el estado de ánimo de los personajes y lo que narra la historia.

Cuatro músicos en escena, casi siempre semi ocultos, para no robar protagonismo a lo que sucede en la escena, logran, apoyados claro está por el playback, la exhibida limpieza en el elemento más importante del espectáculo: la música, que es lo que mueve casi todo lo demás (que el guión es el alma y columna vertebral de todo). El sonido, de óptima calidad, fue un garante de que en los distintos puntos del estadio Quisqueya (me tomé el trabajo de hacer un recorrido desde el Special Guest hasta las gradas) se escuchara nítidamente.

Luna, en su escena mexicana (Foto: Alfonso Quiñones)

Y no importa que lo diga una vez más, todo está estructurado a partir de la magia que proyecta en todo momento la joven actriz mexicana Karoll Sevilla, en su belleza, su ángel y su plasticidad a la hora de danzar o de patinar, pero también a la hora de entregarlo todo en escena, con el canto y la actuación.

«Beso, beso, beso», gritaban cada vez que aparecía una de las parejas de adolescentes enamorados: sus personajes amados, amables, amantes. De hecho algunas madres a mi alrededor se quejaban de que en escena se besaban en más de una ocasión. Vamos, besos adolescentes. Señora, les decía yo, pero esto es una serie para adolescentes y si su hija la vio, es culpa suya. Punto.

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