SD. Juan Luis Guerra cumple 35 años de carrera. Ignoro el día exacto, creo que él probablemente también. Pero fue en 1984 cuando apareció su primera producción discográfica Soplando. Con él también en aquel memorable disco de 440, estaban Maridalia Hernández, Mariela Mercado y Roger Zayas.

En el disco original, un longplay de pasta, en la cara A abre con Feliciana, un tema tradicional del repertorio dominicano, que aunque algunas veces se ha dicho que el autor fue Luis Alberti, de ser así no veo por qué no haber puesto hace 35 años su nombre si, incluso él estaba vivo. En Feliciana donde lo primero que se escucha, son esas voces acopladas como ya no se escucha a no ser un Gema IV o algunas pocas otras agrupaciones vocales, seguidoras del estilo Manhattan Transfer, para entonces dar paso a los saxos y caer en el merengue jazzeado.

 

 

Portada y contraportada del disco Soplando (cortesía de Roger Zayas)

 

En esta producción la única composición real de Juan Luis Guerra es la salsa Soplando, que es la número dos de la cara A y le da título al álbum.

El tercer tema es Carnaval, un blues lentísimo, triste, para nada carnavalesco, que parece haber sido escrito, por Manuel Troncoso, al amanecer después de una noche de carnaval y desamor en Nueva Orleans.

 

Con Juana Mecho, se cierra la cara A del disco y en ese tema el primerísimo sonido es una tambora, que de inmediato le cede los pasos a unos saxos jazzeados .

La cara B del disco abrió con Jardinera, una zamba que, según declaró durante una entrevista para el documental que sobre la vida del rey del merengue se produce, se intercambiaron Joseito Mateo y Libertad Lamarque. Sambomba, en cambio, es de la autoría de Manuel Tejada y José Antonio Rodríguez.

Algo ocurrió en la música latinoamericana, que ya nunca volvió a ser la misma, porque irrumpió un aire fresco, distinto, lleno de aromas nuevos y sugerencias, lleno de colores diferentes, que hablaban de una nueva forma de cantar el merengue y de asumir otros ritmos, como luego ocurrió con la bachata, el son, la salsa, etc. Un coro con juego de voces, cada una diferente, y afinadas en un nivel de empaste absoluto, a lo Manhattan Transfer, que se llamó 440.

Los temas que siguieron a Juana Mecho fueron Jardinera, Sambomba (con aires de las islas antillanas y del samba brasileño), así como Loreta, presumiblemente del repertorio brasileño, según Roger Zayas y La calle gris, una versión en español de un tema de Roger Washington, que cerró la producción de apenas ocho tracks.

Este disco que hoy es una producción de culto, fue un fracaso comercial, según dicen. Y su eje central se basó en el trabajo vocal, en el merengue apambichao predominantemente como ritmo sobre un colchón de jazz, lo que se convirtió en el primer peldaño de una escalera que aún sigue sumando peldaños en un estilo fácilmente identificable y que tiene un nombre: Juan Luis Guerra.

Soplando como producción musical fue el origen de los orígenes. Ahí estaba la semilla de todo los que después ha sido el autor de temas ya clásicos como Ojalá que llueva café o Bachata rosa. Y de eso hace 35 años.

Hoy Juan Luis Guerra es una de las personalidades más influyentes de la música en idioma castellano, y sus aportes a la música han sido reconocidos por los Billboard, los Grammy y por la propia Berklee College of Music en Boston, donde estudió música después de pasar por el Conservatorio de Santo Domingo.

Pasarán generaciones y la música de este dominicano será recordada en el resto de Iberoamérica como lo son hoy la música de Bob Marley, Miguel Matamoros, Camarón de la Isla, Agustín Lara, Antonio Carlos Jobim, Simón Díaz, Carlos Gardel, Ernesto Lecuona,  y otros.

Sería pertinente que el Gobierno Dominicano y el Ministerio de Cultura organicen un gran homenaje nacional al más importante embajador de la cultura dominicana, Juan Luis Guerra, en el 35 aniversario de su carrera artística, y le sea otorgada la más alta distinción del país. O se nombre  una calle con su nombre. Algo que perpetúe su nombre y que sirva de modelo a las nuevas generaciones de dominicanos.

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