SANTO DOMINGO. Cuando sonó la pista con el instrumental de Y nos dieron las diez, el público aplaudió porque sabía que el encuentro con el pido era en breves segundos. Primero fue la banda y luego Joaquín, el hombre del bombín. Muchos en el público llevaron uno para identificarse con él, incluso el hijo de la actriz Laura García Godoy, quien se duerme cada noche con una canción del poeta de Úbeda.Ya a poco cantó Cuando era más joven y enseguida ¨lo niego todo -coreaban-, incluso la verdad¨. Esa fue la segunda del reencuentro, con ovación y gritos y la sensación de que esa es una nueva clásica.


¨Buenas noches dominicanos y dominicanas es un placer, un lujo estar pisando tierras calientes. Siempre encontré un grado alto de complicidad entre uds, muchas gracias¨, dijo Sabina.
“Hacía ocho años no escribíamos ni grabamos canciones nuevas… y como son tan cómplices y hospitalarios le vamos a pedir piedad, se van a joder, y van a escuchar un puñado de las nuevas y luego haremos todo lo que uds quieran”, expresó recibiendo entre risas la aprobación del público, que fue más de lo esperado un miércoles de trabajo.


Entonces sonaron los acordes de Quien más, quien menos. Otro nuevo clásico.
El Palacio de los Deportes estaba lo suficientemente cubierto de Sabinistas como para que César Suárez estuviese contento de las ventas.


Las imágenes reflejaban pinturas de cálidos colores cuerpos desnudos, ojos avisores, todos propios, de Joaquín Sabina quien ha publicado un libro con ellos y cuesta una verdadera pasta.
Aplausos y cambio de guitarra. Habló de fronteras y racismo se refirió al infame muro que quieren levantar en Estados Unidos. ¨Yo sé muy bien de qué lado me voy a quedar, precisó y cantó: No tan de prisa.


Habló de  su edad 69 y del viejo verde que quiso ser. Mencionó a Juan Luis Guerra cómo lo conoció de la mano de Carlos Francisco Elias y Freddy Ginebra a quienes dedico una canción recordando los tiempos de cuando fueron sus cicerones en Santo Domingo, donde le llevaron a conocer los sitios más bajos y más recomendables de la ciudad. Vivir para cantarlo o mejor dicho su nombre real: Lágrimas de mármol. A su lado con gafas oscuras y también sombrero de bombín Pancho Varona. ¨Supervivientes sí maldita sea… nunca me cansaré de mencionarlo. Si me toca bailar con la más fea, vivir para cantarlo¨. Siguió con Sin pena ni gloria.


Contó su historia en Londres de cuando cantaba canciones de Serrat, A desalambrar, Guantanamera. Vio a Bob Dylan y a Rollings Stones y volvió a Madrid con ese veneno adentro.
Con Jaime Asúa a la guitarra canta un rock an roll Las noches de domingo acaban mal. Mucho punteo de guitarra prima y diálogo saxual.


Donde habita el olvido. En las pantallas leds se deslizaban filigranas, hojas otoñales. Buen saxo, dulce, filinoso con crescendos bien sostenidos.
Presentó la banda integrada por uno de México, una argentina, Antonio García su eterno escudero, guitarrista, y a Pancho Varona ovacionado con gente de pie y todo, y a su “hermana menor, la niña de Huelva”, Mara Barros.
Hace tiempo que no, dijo entonces Mara Barros (¨este es el único grupo del mundo donde todos los músicos cantan mejor que el cantante¨, dice un lema de Sabina),  y explicó que esa canción fue inspirada en una frase que le dijo García Márquez: “hace tiempo que no me hago caso”.
Pancho Varona cantó La del pirata cojo.

DESPEDIDA DE GIRA

Es el último concierto de la gira, al menos por Latinoamérica. Se despide el batería y la bajista argentina y poeta. Sabina ha estado sentado casi todo el concierto. Ha hablado largo entre canción y canción. Casi tanto como Anthony Ríos. Regresa a escena y salen los de la banda en los teclados suena Una canción para la Magdalena. Voz y piano. Ha cambiado el bombín negro por uno blanco porque ahora vienen las de antes, las de siempre. Mara Barros le hace la segunda voz. Ambos logran una complicidad que sale a flor de piel y de voces.
Por el boulevar de los sueños rotos. Público de pie. Y sin embargo te quiero canta otra vez Mara. De pronto él dice en broma Des-pa-cito y sigue Mara cantando este cante jondo en joya de interpretación. Se desliza Y sin embargo, la de Sabina. Aplaudida y coreada.


Le dedicaron Peces de ciudad a Irene Varona hija de Pancho y ahijada de Sabina. Maravillosa la imagen en Led de un barco en la mar todo pintado y en movimiento.
Llegó entonces la más clásica de todas 19 días y 500 noches. Y con ella la coda final del encuentro.
Sale la banda. Suena A la orilla de la chimenea (voz de Antonio García acompañándose al piano). Luego entra la banda dessabinada y Jaime Asúa canta Seis de la mañana, en estado de rock and roll puro.
Noches de bodas que une con Y nos dieron las diez. Coro, coro y coro. Despide con Princesa más coro y más coro. Ya apoteosis sabinista. Piden otra. Coro que no cesa. Coro que insiste. Como pocas veces. Antonio García sale a cantar con guitarra Tan joven y tan viejo. Al final Joaquin lo acompaña a cantarla.
Contigo con la banda entera. Esa canción que sirve para romper relaciones. O para aclarar cosas.
Pastillas para no soñar y ya en despedida instrumental y para que su público se fuera en completa entrega

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