En Mala Rodríguez hay una de las voces más sinceras, intimas y profundas de la España actual. Si Rosario es el desborde, Mala es la contención, al menos aquí. Claro lo de ella es el hip hop y en eso también es auténtica y con los pies en la tierra. Lo malo de Mala, o lo bueno, vaya usted a saber, es que no siempre hace este típo de canciones como Mami, que hablan de una desgarradora honestidad creativa y de una auténtica virtud: ser hija.

La poesía es eso, sugerencia, contención, intensidad. Eso logra Mala Rodríguez con esta canción que llega justo cuando acaba de arribar otra canción de otro cultor del hip hop, como René, de Renè Pérez Joglar (Residente). Ambas canciones transitan por los mismos caminos: el intimismo. Pero el intimismo como poderosa exposición de sentimientos que a veces se creen desaparecidos, ante la avalancha de un tipo de «música» donde se habla de violencia, sexo, drogas, dinero. Como si habláramos de dos extremos irreconciliables.

Canciones como Mami, René y otras que van apareciendo poco a poco, se acercan a aquel maravilloso poema con el que Carlos Varela nos insufló la importancia de Una palabra.

Este sencillo de Mala Rodríguez es tan sencillo como las notas pletóricas de nostalgia que va aportando el piano, sirviendo de un sutil colchón melódico sobre una voz al punto del llanto, por la madre ida. Sea al trabajo o a otro mundo.

El tratamiento visual del video de Iker Iturria es consustancial con la canción. Cuidado lirismo. Sin efectismo. En blanco y negro. Como un regreso a los orígenes de todo, en tiempo del coronavirus.

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