Steven Pinker, destacado profesor de Harvard bajo el ataque extremista (Fuente externa)

En Estados Unidos ocurre ahora mismo uno de los procesos más perturbadores de que se tenga memoria, que corroe los cimientos de la libertad de pensamiento y de expresión. Algo parecido a los procesos de decantación que siempre estaban vigentes en la Union Soviética encima de los intelectuales.

Una carta firmada por 150 personalidades de la cultura, y uno del deporte (Garry Kasparov), ha sido la Clarinda en contra de ese movimiento que tuvo su balón de prueba con el #MeToo, donde bastaba con decir que alguien le había mirado de espaldas y eso era acoso sexual y violación… Eso sin importar acabar no solo con los seres humanos sino también con obras artísticas que indiscutiblemente han enriquecido el patrimonio mundial de la civilización humana, como son las obras de Woody Allen, Roman Polanski y Plácido Domingo, por citar tres.

El caso de Steven Pinker podría recordar el mismo método de lo sucedido con el gran escritor soviético Andrei Platonov, autor de la extraordinaria novela de la antiutopía Chevengur, una especie de Cien años de soledad en un Macondo ruso. Solo que escrita en 1924. Lamentablemente la traducción que existen español es espantosa. Pues bien, un día su hijo escribió una cuarteta en el mural de la escuela donde cursaba el bachillerato. Alguien le dio una vuelta política a aquella cuarteta humorística, y dijo que parecía algo contra Stalin. Esa sola insinuación costó que el joven y su padre fuesen enviados a Siberia, desterrados, al Gulag, a trabajos forzados. El joven murió de pulmonía a los 6 meses y el padre solo pudo regresar a Moscú años después y como era un ‘enemigo’ que había pasado por el destierro lo que le ofrecieron fue ser güachimán (guarda) de la Unión de Escritores rusos.

Una vez en París Ernest Hemingway preguntó a unos periodistas soviéticos acerca de la vida de Platonov, y nadie lo conocía. A lo que el escritor norteamericano laureado con el Premio Nobel ripostó: «Platonov es el mejor escritor ruso, gracias a sus libros de cuento El tercer hijo y El río Potudán, yo escribí El hombre y el mar».

El proceso por el cual están pasando algunas personalidades de la intelectualidad norteamericana es parecido al del hijo de Platonov. Steven Pinker, profesor de psicología de Harvard y autor de libros de mucho éxito, uno de los firmantes de la carta a la protesta de Harper’s contra un clima de intolerancia, ha afirmado que es el blanco de un ataque «orwelliano» contra su reputación.

El caso de Pinker

El profesor, autor de The Blank Slate y The Better Angels of Our Nature, es uno de los principales intelectuales reconocidos de Estados Unidos. Contra él fue una carta publicada esta semana, firmada por más de 500 académicos que pedían que su beca fuera rescindida en el Sociedad de Lingüística de América. Citando media docena de tuits publicados por Pinker en los últimos años, la carta lo acusó de estar dispuesto a «desestimar y minimizar la violencia racista». La carta lo acusa de un patrón de «ahogar las voces de las personas que sufren violencia racista y sexista», afirmación que rechaza.

En una entrevista con The New York Times, el escritor ha dicho: «Es completamente ridículo, es orwelliano y revela la mentalidad de que tiene que haber total conformidad y unanimidad, y que incluso abordar una diferencia de opinión se trata como «ahogamiento»», dijo por teléfono. “Este es uno de los ejemplos del tipo de lenguaje orwelliano que ha infundido la cultura de cancelación donde el desacuerdo se llama golpear o silenciar o ahogarse. Es una mentalidad deformada, pero se está volviendo común», advirtió con preocupación.

El método y el acoso recuerda la famosa Lista Negra del macartismo, donde se incluyeron artistas y creadores defenestrados por supuestamente ser comunistas, entre ellos el mismísimo Charles Chaplin, el dramaturgo Bertold Brecht, el gran compositor Aaron Copland, el director de cine Frank Capra, el actor de cine John Garfield, y el músico Peter Seeger, que internacionalizara la famosa canción cubana Guantanamera, entre otros.

Dice Steven Pinker que una táctica favorita de los que ejercen la llamada Cultura de la Cancelación, es acusar a aquellos con una visión diferente del «silbido de perros», incluso cuando claramente no hay intención de decir algo ofensivo. «Significa que no importa lo que digan, siempre se les puede acusar de tener silbatos para perros por su propia invención».

Uno de los cargos en su contra involucró su tuit sobre un artículo del New York Times de 2015 sobre si la policía tiene más probabilidades de matar o no a personas negras durante un encuentro. «Los datos parecen sugerir que existe un prejuicio racial en el hostigamiento por parte de la policía, en el escrutinio y los arrestos, pero no en los disparos», dice. “Sin embargo, eso choca con las narrativas de que los tiroteos policiales son resultado del racismo. Se consideró un ultraje citar ese artículo».

Ya había aceptado ser uno de los 152 signatarios de una carta abierta a la cultura de cancelación de protesta de Harper’s antes de que se publicara la carta que lo atacaba, ya que se siente muy convencido sobre los problemas que aborda.

«Es importante que haya una voz pública, un punto focal para romper lo que a veces se llama una espiral de silencio. Una gran cantidad de personas se han horrorizado por los despidos, las cancelaciones y el estado de opresión, pero en una atmósfera en la que puede ser cancelado por protestar contra una cancelación, es muy posible que la mayoría de las personas sean silenciadas. Una visión minoritaria puede arraigarse. Romper la espiral del silencio con una declaración pública conspicua puede ser como el niño que dice que el emperador no tiene ropa, es decir, algo que una gran cantidad de personas creen en primer lugar, pero que han sido intimidados», explicó a The New York Times.

Para bajar un poco la temperatura, Pinker ha sido tibio en las comparaciones y le ha quitado fuerza a la idea de una cacería de brujas: «Nadie ha sido asesinado o quemado en la hoguera, así que no iría demasiado lejos en comparaciones insípidas con la revolución cultural china o la caza de brujas europea, sino en términos de la psicología y la dinámica social que surgen de la psicología, hay paralelos. Las sociedades pueden quedar encerradas en un círculo de denuncia mutua y preventiva: denuncias para que no te denuncien. Usted demuestra su buena fe, que está en el lado correcto de la cruzada moral, denunciando a los que están en el lado equivocado antes de ser denunciado. No quiero decir que las críticas a periodistas y académicos es lo mismo que quemar a una bruja real, [pero] algunas de las dinámicas subyacentes se superponen».

Pinky dice estar seguro en su puesto académico y no está preocupado por sí mismo, sino por el efecto que todo esto tiene en los académicos más jóvenes. «No niego que fue una fuente de angustia y ansiedad, pero puedo manejar eso y si obtengo menos títulos honorarios en el futuro no me voy a quejar de eso».

“La mayor preocupación que tengo es realmente qué [efecto] tendría la atmósfera represiva en las personas que no son tan seguras. Hay que ver. He escuchado de académicos junior que dicen: «Bueno, esto es lo que pienso, pero no me atrevo a decirlo». La forma en que lo diría es que hay una atmósfera como los Soprano: «Buena carrera has llegado allí. Sería una verdadera lástima que algo le sucediera»», ha expresado el destacado intelectual norteamericano.

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