Representantes del Ballet Nacional Dominicano y de la Compañía Nacional de Danza Contemporánea, en protesta por bajos salarios ante el edificio de Bellas Artes en abril del 2018 (Fuente externa)

La cultura no solamente es imagen de un pueblo, sino también escudo de una nación. Suyos son los reflejos de lo que avanza o retrocede una sociedad. Se ven de lejos. Se pueden avizorar antes que sucedan los procesos. No es entretenimiento, es pedestal del espíritu.

La ausencia de una mínima referencia a lo hecho o dejado de hacer en el sector cultural es una señal inquietante, al menos para el sector cultural. O siquiera un saludo.

La familia cultural ha sido una de las que mas ha sentido en carne propia la pandemia. Son varios los protagonistas del Arte que han sufrido los embates del coronavirus, y varios los fallecidos. Este domingo falleció el tenor dominicano Henry Eli. Antes había fallecido Johnny Pacheco, aunque no fue de coronavirus, pero en medio de la pandemia sin poder recibir los honores que se le debían en su Patria; Víctor Víctor, una figura trascendental de la música dominicana, Sandy Carriello (del dúo Sandy y Papo), Cheché Abreu, El Cieguito de Nagua, Summer Carbuccia una personalidad del mundo de la televisión, el cantante Vinicio Franco, y el pintor Jorge Severino, que le dio espacio en sus lienzos para esas mujeres maravillosas que forman parte de nuestra nación. La pandemia se llevó o impidió honrar debidamente a la diseñadora Jenny Polanco, escritores como Manuel Salvador Gautier, Luis Brea Franco, René Rodríguez Soriano, Adriano Miguel Tejada, así como al cineasta Jimmy Sierra, entre otros.

La mayoría de los artistas que eran pobres antes de la pandemia -con salarios ridículos y la obligación añadida de parecer todo lo contrario-, ahora son mucho más pobres que antes y sé de muchos que están al borde de la miseria.

La familia cultural es una familia de pescados en tarima, halando aire a bocanadas. Pasando las de Caín. Sufriendo callados lo que el pueblo ha sufrido. Con el pueblo. Parte de él. Se han abierto las puertas de los teatros… pero en vano. De un día para otro no se puede subir a escena, ni montar obras, ni ensayar (que es el trabajo más duro de los teatristas, bailarines y músicos).

El sector cultural espera ansioso la firma del Reglamento de la Ley de Mecenazgo. Que por otra parte, poco puede movilizar a los posibles donantes o inversionistas, cuando solo se le reconocerá el 2% de sus impuestos. Entre las muchas cosas positivas que ha tenido -contra viento y marea- la industria cinematográfica es que hasta el 20% puede ser invertido en ella, lo cual ha propiciado la creación de puestos de trabajo y el aporte de hasta probablemente el 3% al PIB.

El sector cultural necesita también cambiar su pensamiento. Me canso de mencionar y escribir sobre las grandes potencialidades del sector para producir economía. Hay que repensar las anquilosadas relaciones del arte con la economía. Y poner a producir al principal activo con que cuenta la cultura dominicana: la música.

La ministra de Cultura Carmen Heredia con sus viceministros tratan de hacer lo posible. Y es lógico que los mayores recursos se vayan a la salud que es lo primero. Pero duelen -y les debe haber dolido a ellos en el alma- como nunca esos cien millones, parte de un concepto simplista, superficial y por tanto maligno de qué cosa es la cultura. En el sector cultura solamente deben meter la mano personas que sepan de política cultural, que conozcan los intríngulis de un sector que puede ser explosivo y para nada complaciente.

Me asustan la serenidad y el silencio.

Faltaron palabras de aliento, al menos, en el discurso del Presidente Abinader.

 

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