Vicente García y Juan Luis cantaron Loma de cayenas (Foto: Alfonso Quiñones)

PUNTA CANA. Se está logrando lo que alguna vez predije que sucedería: el público mayoritario de los conciertos que se celebren en Punta Cana (así como ocurrirá aún día con Puerto Plata) serán turistas extranjeros.

Eso está sucediendo poco a poco. Cuando el Hard Rock Hotel & Casino Punta Cana comenzó a hacer los grandes conciertos en el campo de golf, el público mayoritario era dominicano. Y poco a poco fue reduciéndose. Ocurrió en el pasado concierto de Shakira, y se acaba de acentuar esta noche del sábado y madrugada del domingo, cuando el concierto de Vicente García y Juan Luis Guerra tuvo más venezolanos, puertorriqueños, colombianos, mexicanos, chilenos, peruanos, panameños y de otros países, que dominicanos.

Esa puede ser la razón por la cual el público estuvo un poco frio con Vicente García, ganador de tres Grammy Latinos el pasado año y muy conocido en Colombia, donde reside hace tres años, mas no así en otros.

Otra razón pudo ser la estructura que diseñó para su concierto, que debió ser un puñetazo a la cara desde que empezó, con algunas de sus canciones más movidas y bendecidas por el público, dos o tres de ellas y luego introducir alguna más lenta. Porque de ese modo agarra al público y lo hace suyo, con más facilidad.

Vicente entregó sus mejores temas (Foto: Alfonso Quiñones)

VICENTE
Azul. Ese es el color del concierto de Vicente García, que hizo un intro y cantó Dub, para seguir con Cómo has podido, y luego La paloma. Un trío de canciones demasiado lentas para arrancar. Otra cosa hubiese sido si arranca con El Yeyo, que fue la cuarta en la lista de canciones.

“Esta canción la hice pensando en mi país de donde vengo, de donde soy”. Olor a salves en el coro. A la mar. Orilla. Redes de pescadores.

Acordes del son: Dulcito e coco. (de Juan Luis) en arreglo de la balada rock.
Pidió un fuerte aplauso para la banda de músicos colombianos que adoran la música y la cultura dominicana, y la cultura colombiana. Ritmo de cumbia para presentar Espuma y arrecife, muy aplaudida y bailada.

Zafra negra, con olor a barracón y a justicia social, invitación cocola desde el sonido de las trompetas. Rock Guloya. Que enseguida se convierte en conga. Cambia la narrativa de las imágenes de la pantalla. Y el color imperante ahora es rojo. Camisa negra para Bachata en Kingston comienza con onda de reggae.

«Esta canción la escribí cuando mi papá murió. Curó mi dolor. Me ayudó a entender», dijo. Y cantó La esquinita.

Pompo, merengue. Una revisitación de un tema antiguo de La Artillería. Y entonces regaló una bachata de ley: Mal de amore.

Fue hacia el piano y tocó Te soñé. Sin la banda.

«Y con esto nos despedimos, muchísimas gracias», dijo, tomó la guitarra y tocó los primeros acordes de Carmesí.

Ovación final. Mi balcón. En la segunda mitad logró atraer mucho más público y terminar arriba.

Vicente es una joya de músico, un cantautor fuera de serie, por su carácter de investigador, de estudioso, y de científico a la hora de mezclar sonoridades. Sus letras están henchidas de lirismo y de contenidos, en un mundo donde imperan la mediocridad, el facilísimo y la falta de profesionalismo. Su camino es más lento, pero más trascendente. Cuando ningún urbano de hoy día se recuerde, su música seguirá sonando.

JUAN LUIS

Juan Luis comenzó con La Bilirrubina y el público de pie. Ovación . Se fue a negro y dio las buenas noches.

A pedir su mano. El público siguió de pie. Ovación. Tomó la guitarra. Qué vale la pena. Luego cantó a lo que nunca se vuelve obsoleto, el amor. Te regalo una rosa.

Medley de salsa (Razones; Carta de amor).

Dice un poema antes de su gran clásico Ojalá que llueva café. Público de pie. Imágenes del campo y de la lluvia. Nuevo intro para Cómo yo y un poquito más acelerado a la segunda mitad.

Loma de cayenas unió a Vicente y a Juan Luis en escena. Luego se sentó en una banqueta y cantó Amapola, minimalista y hermosa canción llena de lirismo. Allí mismo le dedicó a su esposa Nora, Si tú no bailas conmigo.

De pie movió al público con palmadas y Woman del Callao. Arreglo rockeado y con otro tempo. Hasta que reventó el merengue. Y el público se puso de pie. Ahí empató con Rosalía.

A mi señor y Salvador, Jesús. Rey de reyes. Para ti.

El Niágara en bicicleta mantuvo al público de pie.

Intermedio de los músicos. «Permítanme presentarles esta orquesta la 440, dirigida por Yanina Rosado». Salió de escena. Chocolate fue el virtuoso que pudo demostrar sus habilidades en el tema instrumental.

Visa para un sueño y Costo de la vida pasaron con público de pie y aplausos. Explicó que este es el merengue más reciente que ha escrito: Todo tiene su hora. Lanzaron chorros de humo y confetis. Enseguida sonó el acordeón de El farolito en el teclado de Yanina Rosado. Yohanna Hilario y su esposo se pusieron a bailar. Yanina hizo un solo en el piano. Luego Bobadilla y dos saxofonistas. «Ofrézcome!, dijo Juan Luis, antes de dar el primer adiós. ¿Falso o verdadero?

El público pidió otra. Apagaron las luces del escenario. En unos minutos volvieron y fue para hacer Como tú.

Un Medley de Bachatas hurdió el impacto del falso final (Estrellitas y duendes. Muchachita linda. La hormiguita. Bachata en Fukuoka. Que me des tu cariño. Mi bendición. Frío frío. Burbujas).

Dijo «nos vamos con esta»: Avispas y el público se fue satisfecho.

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