Foto servida

Cuatro primerísimas figuras de la escena dominicana -Judith Rodríguez, Georgina Duluc, Josué Guerrero y Orestes Amador- son el ingrediente mas visible de la obra que pasa por estos días en The Alley (¡ay, esa persistente autoanglocolonización que padecemos!) en el primer piso de Downtown Center.

El Ingrediente Secreto es una obra del dramaturgo español contemporáneo Eduardo Viladés, dueño de una ascendente y sostenida carrera de más de dos décadas en la televisión y las tablas de su país, con puestas en escena además en Estados Unidos, México, Colombia y ahora en República Dominicana, donde ha ocurrido el estreno mundial de esta tragicomedia.

Me gusta cómo escribe Eduardo Viladés, sobre todo esas crónicas suyas rayadas entre bambalinas, de donde parece sacado el numen de El Ingrediente Secreto, que pareciera ser literalmente “el carácter champán de la farándula”, término que le robo con crédito incluido.

“Mi teatro tiene mucho de narrativa y mi narrativa es muy teatral y visual, quizá fruto de mis dos décadas trabajando en televisión y mi amor por el cine”, ha explicado Viladés en alguna entrevista a tenor con la puesta en escena de una obra suya en Nueva York.

“Todas las obras de teatro son un poco como mi terapeuta, donde vierto mis miedos, mis inquietudes”, ha agregado en otro momento.

“El mío es un teatro que se caracteriza por la tragicomedia; es muy zigzagueante, pasa del llanto a la risa en un abrir y cerrar de ojos, y trata de temas muy candentes (violencia doméstica, maltrato, discapacidad, la muerte…) con muchísimo respeto…” “Creo que mi teatro es eso, reírse a la cara del sufrimiento y aprender con él”, ha sentenciado en un tercero.

Todos en escena (Foto servida)
Josué Guerrero es Joaquín (Foto servida)
Judith Rodríguez y Georgina Duluc (Foto servida)

La noche de este sábado, The Alley estaba lleno de un público variopinto, y hubo que esperar por periodistas que estaban en tapones -mi caso- y por sabe Dios que otros detalles.

Ramón Santana es un inquieto y joven director y productor, que tiene a su haber éxitos como Aló Dios habla Eva, el más reciente de Georgina Duluc, que fuese nominada a los premios Soberano. Pero también de Escuela para mujeres, Las Criadas, Bony & Kin, entre otras. El teatro de su interés, al menos hasta ahora, no es el teatro clásico ni siquiera con lecturas actualizadas y puestas atrevidas. Sino el teatro más comercial que mueve resortes del sentimiento y sobre todo de los músculos cigomático mayor (que se encarga de levantar los labios hacia arriba y hacia fuera; suele provocar los hoyuelos en las mejillas) y el otro que se conoce como risorio (tira hacia fuera y hacia atrás de los labios), y hasta 12 músculos faciales, además de músculos del pecho, del abdomen y el diafragma y si se trata de una carcajada se ponen en marcha cerca de 400 músculos, incluidos algunos del estómago que sólo se pueden ejercitar con la risa.

De cualquier manera, llegué no más hasta la sonrisa, que tampoco está mal. Y si hubo momentos en que francamente me aburrí un poco es porque busco en el teatro, así como en el cine, en la lectura, la música, las artes plásticas, la danza… algo que realmente me conmueva, que me permita renovar el brillo de ese matrimonio con el arte sin posibilidad de divorcio. Y eso no me lo dio la puesta en escena que vi el sábado. Escribo con honestidad y con el mayor respeto hacia personas que admiro y quiero de manera muy especial, que están ligadas a la obra. Y reconozco el heroico esfuerzo que realizan los productores para echar adelante una obra en la cual se inmiscuyen durante varios meses gastando, para ver si logran recaudar en dos, o cuando más, tres fines de semana en escena.

Disfruto enormemente y soy intensamente feliz cuando una obra me conmueve, me estremece, me pone a reflexionar y tengo que regurgitarla varias veces para analizar cada esquina, cada detalle de ella.

Que no me haya ocurrido con El Ingrediente Secreto quizás sea culpa mía, y no del todo de lo que vi. Quiero destacar la escenografía absolutamente minimalista, el efectivo uso de la tecnología visual (quizás de lo más interesante logrado), donde las tres paredes teatrales se convierten en pantallas de mucho efecto; luego los efectos, así como el diseño de luces, peluquería, vestuario estuvieron a la altura de lo que se pedía en escena. Así como las actuaciones de los cuatro implicados, sobresaliendo Georgina Duluc y Josué Guerrero, quienes en esta ocasión me ganaron a golpe de organicidad y me convencieron con sus personajes: el de Georgina escrito mucho más rico, con mayores conflictos humanos que los demás -al menos aparentemente- y aprovechado al máximo por quien ha tenido una vigorosa ascensión en los personajes que acepta y la manera de apoderarse de ellos.

Es una obra dentro de una obra lo que vemos en escena, como capas superpuestas. Sin embargo en el desdoblamiento de una a otra sentí abuso caricaturesco de los chillidos en Encarna y Vanessa, en busca de la risa fácil… Que claro que lograban. Una o dos veces estuviese aceptable. Buenas la referencias localistas, que acercaron la realidad a la del patio. Realmente me gusta ir a la tercera función. El estreno se llena de nervios, la segunda función siempre es fatal porque se confían y la tercera es más templada, y los resortes funcionan mejor. No supe qué numero de función era la del sábado. Ojalá que el próximo fin de semana y los subsiguientes, los levísimos fallos sean corregidos, los actores saben cuáles. Y que haya mucha mierda. Que e Slo mejor que uno le puede desear a los actores antes de una presentación, pues en los siglos XVII y XVIII, los adinerados acudían al teatro en coches de caballos. Mientras más caballos había -que vaciaban sus intestinos mientras aguardaban a que sus amos terminaran de ver la función-, mayor era también el número de espectadores que arrojaban monedas al escenario según le gustara más o menos la obra, incrementando el beneficio de actores y empresario. En definitiva, a mayor número de excrementos de caballo mayor recaudación. Desde entonces se les desea «¡Mucha mierda!».

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