Yoko Ono tiene 87 años de edad y lleva varias décadas tomándole el pelo al público. Hay de hecho un tipo de gente preparada específicamente para que le tomen el pelo. Aplauden a rabiar. Adulan. Babean. Lamben.

La viuda de John Lennon -de quien ha heredado 356 millones de dólares que con el tiempo han llegado a ser unos 600 millones de dólares, más 325 millones en inmuebles-, es de armas tomar y tiene una claque que le aplaude cada tontería, ¡que da unos ataques de ternura!

Algunos dicen que gracias a ella dejó de existir ese mito que se llamó The Beatles. Que manipuló con cizaña nipona la relación de Lennon con McCartney, Ringo y Harrison y desarticuló algo que ya estaba instalado en la posteridad. Pero ella no se podía quedar fuera y el propio McCartney dijo que sin ella Lennon no hubiese podido hacer Imagine, una de sus canciones emblemáticas de la última época.

Yoko Ono en México. Mientras no le da por ‘cantar’ todo va bien (Fuente externa)

Siendo de la alta aristocracia japonesa, no se contentó con provenir de una familia poderosa y tener posibilidades de dar riendas sueltas a su talento a través del arte conceptual, que para algunos parece ser el refugio más certero del gen de mediocridad que llevan en el alma y que se niega a quedarse entre sábanas. Aunque para otros, donde hay talento hay retos indiscutibles a la inteligencia y al gusto estético.

En su tomadura de pelo con la música, Yoko Ono ha llegado a organizar conciertos en que el público tenía que imaginar por sí mismo la música. Jejejejejejejeje. ¿Y no hay nadie a quien se le ocurra lanzarle una trompetilla? Todo esto tiene que ver con la ignorancia de un público diletante que cree ver arte en una hormiga caminando por la baranda de un balcón.

A esto ella le llama cantar.

Lo peor de todo son los aplausos del final.

El arte conceptual es una cosa y la estupidez de creer que el resto del mundo está alineado en tonterías como los de la señora Ono, es otra.

Yoko Ono podría trascender por gritona, por la payasada en sí, por esos quejidos insufribles que provocan vómitos espirituales. Y si no fíjense en Rising, que ha sido alabada por la crítica.

Bueno, habría que ver qué crítica. Ella canta a media voz dos o tres frases y el resto del tiempo lo pasa sobre un colchón melódico de una sola nota en una guitarra que en par de ocasiones varia medianamente, y un bongó monorrítmico. Lo demás son esos gritos, esas arcadas que la han acompañado en toda su vida artística. Quite el nombre de Yoko Ono y ponga el suyo y veremos qué dice la crítica.

En los años 1990, sacó dos discos que fueron muy bien recibidos por la crítica: Rising y Blueprint for a Sunrise.

Del último, por ejemplo son I want you to remember me «A» y I want you to remember me «B».

Escuche el B:

Hasta hoy, su mayor éxito ha sido este «Walking on Thin Ice», lanzado un año después del asesinato de John Lennon, y donde se sienten manos ajenas a las de ella, no solo en la letra, con un discurso poético más parecido al de Lennon que al de ella, como también lo parece la propia melodía. Y si analizamos toda su obra veremos que, estilísticamente, este tema parecería la nave Venera 2 perdida en el espacio sideral. No existe nada más parecido a ese tema. Perdido en el universo de los gritos.

El otro tema que la crítica ha destacado, dentro de una obra más bien flaca, es «Never Say Goodbye», también de la misma época y que sí marca un estilo más cercano a lo que ella ha sido.

Creo que desde el punto de vista musical Yoko Ono es un fiasco, una tomadura de pelos, una broma de mal gusto, que bien pudo pasar al inicio, al calor de su viudez, pero que se ha convertido en un modo de vida que avergüenza a muchos y que llama a burlas de otros tantos.

Dice que su formación musical comenzó cuando tenia 3 o 4 años… pero obviamente lo olvidó por el camino.

Me quedo mientras tanto con la obra plástica de Yoko Ono. En el 2013 expuso una retrospectiva de su obra en Alemania y Euro News la vio así.

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