(Una colaboración especial de Hugo Pagán, para Nota Cave, desde Canadá)

En el universo de Christopher Nolan el tiempo es una pieza fundamental. De todas las teorías sobre las que ha discurseado y las paradojas del espacio y el tiempo que ha escudriñado en sus películas la de Tenet (2020) es la más ambiciosa.

Veinte años han pasado desde que Memento (2000) hizo que el mundo volteara a ver quien era ese director que sorprendía con un propuesta atrevida e innovadora. Aquel fue el segundo largometraje del realizador inglés y en el mismo Guy Pearce interpreta a un hombre con un problema de memoria que va tras la pista del asesino de su esposa. La verdadera peculiaridad del filme no está en lo que cuenta sino como lo cuenta, su edición nos lleva desde el final al inicio con secuencias que se cuentan de forma invertida.

Además de su obsesión con las hipótesis espaciotemporales, otra marca de fábrica de Nolan es la tendencia a la grandilocuencia. El espectáculo visual es su campo de juego favorito y la forma por lo regular le gana al fondo. Sus personajes, sobrados de elocuencia, suelen explicar complejas fórmulas con el fin de establecer un marco de referencia para el espectador. Podemos fijar la mirada en su Interstellar (2014) donde sus personajes predican hasta el cansancio y se pierde el equilibrio entre su discurso y la puesta en escena. Donde mejor balance encuentra es en su aclamada Inception (2010) allí explora los saltos en la línea del tiempo y lo conjuga con una majestuosa puesta en escena sin dejar que sus personajes diserten hasta el agobio.

Una sola palabra: TENET

Desde la secuencia inicial Nolan parece determinado a hacer que la acción se sobreponga a las interrogantes que nos va generando la historia. En esa primera secuencia conocemos a nuestro protagonista, interpretado por John David Washington, su nombre nunca es revelado y es el único personaje al cual nunca se le refiere por un nombre propio.
Cuando lo vemos por primera vez se dispone a entrar a una ópera asediada por terroristas en lo que parece una misión encubierta de rescate. Tras los eventos de esa primera misión El Protagonista es reclutado para formar parte de un equipo especial y tendrá que luchar para salvar al mundo de la extinción total armado sólo con una palabra: Tenet.

Neil (Robert Pattinson) es el agente con el que El Protagonista suma fuerzas para consumar la misión. Primero sus pistas los llevan hasta la India para buscar información con una traficante de armas llamada Priya (Dimple Kapadia) y de allí cruzan caminos con el misterioso personaje de Andrei Sator (Kenneth Branagh). El guión, del propio Nolan, se estructura como un trhiller de acción con ribetes de ciencia ficción y dibuja en blanco y negro a sus héroes y antagonistas. No es coincidencia que el personaje de John David Washington sea referenciado como El Protagonista incluso dentro del mismo filme y tampoco es casualidad que el personaje del antagonista se vislumbre como uno de los villanos clásicos del cine de espías, de manera más precisa evoca un villano Bond.

SATOR-AREPO-TENET-OPERA-ROTAS

La reliquia arqueológica conocida como el cuadrado Sator, es donde se origina la peculiar palabra que nuestro protagonista esgrime para abrirse paso. Una especie de macguffin nos parece por momento este recurso de Nolan. Pero volviendo al cuadrado Sator, las palabras que lo componen son cinco palíndromos y en su centro a manera de cruz nos encontramos con Tenet. Las restantes cuatro también juegan un rol importante en el filme empezando con el apellido del antagonista, Sator.

Nolan juega con el sentido de las palabras y de igual manera nos provoca alterando e invirtiendo las líneas del tiempo para dejarnos con un rompecabezas que se hace más complejo conforme pasan los minutos. La cámara de Hoyte Van Hoytema (Spectre, Ad Astra) se muestra dominante y cada secuencia posee un increíble nivel de detalle. Además del complejo desarrollo del capítulo de cierre del filme, el director de fotografía se luce en la secuencia de persecución que se desarrolla en una carretera y que desde ya podemos incluir entre las mejores secuencias de acción del cine moderno.

El espía que Nolan amó

La mayor fortaleza de Tenet está en su puesta en escena, tan altisonante que por momentos eclipsa lo que se quiere decir para simplemente aturdirnos con un golpe técnico. Maestría en el manejo de los elementos, incluso hasta cuando se aferra a los recursos más repasados en el cine. El hombre de The Dark Knight (2008) se las ingenia para bailar pegado a los clichés del cine de género y hacer que funcionen al servicio de la historia.

La manifiesta pasión de Nolan por el agente 007 se palpa aquí más que en cualquiera de sus trabajos anteriores. Desde el look and feel de El Protagonista hasta sus andanzas internacionales para salvar al mundo y pasando por el plan macabro del villano, todo nos empuja al cosmos de James Bond. Otro guiño que asoma cerca del final es un diálogo que rememora a Casablanca (1942).

Tenet lo entrega todo en el espectáculo cinemático, pero no desarrolla con igual ímpetu sus personajes, se conforma con mantenerlos en el estereotipo y por breves instantes pretende ir más profundo. Nolan entrega entretenimiento al más alto nivel. Las inversiones del tiempo se conjugan con el constante uso de la paradoja del abuelo para amparar las consecuencias de los actos. Ciertamente logra mantener el suspenso aferrado a su excelente ejecución técnica y elaboradas secuencias de acción, pero se decide por la salida fácil para proveer un soporte verosímil a su estructura de narración. El director apuesta a que se acepte el escenario tal cual es y que nos olvidemos del cómo y el por qué.

7/10

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