Un día, un nuevo médico viene a trabajar al hospital psiquiátrico de Nigua en la provincia de San Cristóbal, en la República Dominicana, su nombre es Dr. Antonio Zaglul, graduado con honores en España. Al igual que aquellos que han ido antes que él, no tiene ninguna esperanza particular para estos pacientes fantasmales, que están allí pero no lo saben. Zaglul es colocado allí por órdenes del dictador Rafael Leónidas Trujillo, es decir, no tenía opción a negarse.

A dicho hospital no solo llevaban a los enfermos mentales de la época, sino también a los insanos creados por el gobierno Trujillista, esos que resultaron vivos de todas las torturas ejecutadas en sus cuerpos y mentes. Así también, unos pocos a los cuales sus familiares abandonaron a su poca suerte en este lugar de mala muerte.

Al buen doctor le fue encomendada la tenaz tarea profesional para transformar, no sólo el espacio físico y las condiciones de vida de los pacientes allí hacinados, también el comportamiento de los propios dominicanos del área, no solo los aldeanos, también el equipo de profesionales que allí laboraron. Cuando publica su libro Mis 500 locos transforma radicalmente la forma y el acercamiento de un pueblo hacia sus pacientes.

Los pacientes representados en esta película han sufrido un destino más horrible que el de la famosa historia de Poe sobre el entierro prematuro. Si estuviéramos encerrados en un ataúd mientras aún estamos vivos, al menos pronto nos asfixiaríamos. Pero estar encerrado dentro de un cuerpo que no puede decidir, tener libertad o siquiera apreciar su entorno, debe ser la auténtica definición de infierno.

El Dr. Zaglul, interpretado por Luis José Germán, está en el centro de casi todas las escenas, su personalidad se convierte en una de las piedras angulares de la película. También está desconectado: por timidez e inexperiencia, e incluso la forma en que sostiene sus brazos, cerca de sus costados, muestra a un hombre desconfiado del contacto. Realmente estaba más feliz trabajando en su práctica privada. Esta es una de las mejores actuaciones de Germán, pura y ordenada, sin las distracciones exuberantes con las que a veces sus personajes son adornados: el truco es que aquí no se requiere ninguna. Él es un hombre adorable aquí, que experimenta la extraordinaria alegría profesional de ver a pacientes tener mejoría, y cambiar su calidad de vida. Aunque el libro abre los ojos acerca de la época, el filme coloca a Zaglul como un héroe.

La historia no es tan simple como parece, ni el libro ni el filme. Las enfermedades mentales no son tan fáciles como las definiciones encontradas en libros o internet. Y a medida que se desarrolla la película estamos invitados a meditar sobre la extrañeza y la maravilla de la personalidad humana. ¿Quiénes somos, de todos modos? ¿Cuánto del ser que atesoramos tanto es simplemente una cuestión de buena suerte el estar a salvo en un campo minado de posibilidades neurológicas? Lo que transmiten, tanto la película como el libro, es el inmenso coraje de algunos pacientes y la profunda experiencia de su médico, ya que, en pequeña medida, volvieron a experimentar lo que significa nacer, y allí donde Leticia Tonos, le coloca a Zaglul la capa del héroe.

La quinta película de Leticia Tonos tiene todas las provocaciones conmovedoras apropiadas. Tiene partes tristes, partes felices y partes nuevamente tristes, todas moduladas al efecto de la fórmula adecuada, claro, liderada por su actor principal y unos descuidados personajes secundarios.

Tonos cubre los aspectos médicos más destacados con velocidad, porque no importan; el foco aquí es el trato humano, y de cómo su personaje principal debe no solo luchar contra un sistema, si no con su propio ego.

La fotografía de Luis Enrique Carrión (La Barbería, María Montez) es uno de los aspectos que no me gustaron, y es básicamente por su monocromatismo y sus aburridos movimientos de cámara. El guión firmado por Waddys Jaquez y Lenin Comprés, deja claro el trasfondo teatral de su pluma. Los diálogos del mismo, no son de interés, mucho menos sus secundarios, quienes utilizan la muletilla de la comedia para darse un propósito. Toda la fuerza e interés se enfoca en la presencia de Zaglul y su contraparte González (Pavel Marcano).

La fuerza de la narrativa de Tonos, que no está dando un golpe sostenido y trágico, se muestra con los momentos cómicos, en brazos de Lia Chapman, Rick Motero y Vicente Santos, este último como enfermero.

Mis 500 locos se desarrolla de manera episódica, como la novela en la que se basa. Los temas del libro aparecen de vez en cuando, pero no de manera consistente; la película trata principalmente sobre el personaje y el comportamiento y, aunque hay escenas individuales de muy buenas actuaciones y secuencias muy bien logradas, no parece haber un destino. Es por eso que la conclusión es insatisfactoria: la historia, al no haberse provisto de conflictos de personajes que puedan resolverse con drama, se convierte en melodrama.

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