Una de las primeras escenas del filme

Este 9 de mayo Rusia celebra el 75 aniversario de la Victoria en la Gran Guerra Patria. El día llega en medio de la pandemia del coronavirus que azota a Rusia con especial fuerza. Por tal motivo seguramente no habrá desfile en la Plaza Roja, si acaso -es posible- que Vladimir Putin, el presidente de Rusia que con 67 años, ni siquiera había nacido cuando terminó la guerra, probablemente deposite una corona en la Tumba del Soldado Desconocido, donde hay una llama de fuego eterno a la entrada de la Plaza Roja de Moscú.

Hace unos días recomendé una serie de películas soviéticas sobre la historia rusa y la II Guerra Mundial -o la Gran Guerra Patria para los rusos- casi de memoria. La lista incluía los filmes La balada del soldado (1959) de Gregori Chujrai, La infancia de Iván (1962) y Andrei Rubliov (1966) ambas de Andrei Tarkovsky, La Guerra y La Paz (1965) de Serguei Bondarchuk, la monumental en cinco partes Liberación (1968-1971) de Yuri Ozerov, La nieve ardiente (1972) de Gavriil Egiazarov, Los amaneceres son aquí apacibles (1972) de Stanislav Rostosky, Romanza de los enamorados (1974) de Andrei Mijalkov Konchalovsky, Amigo entre los extraños y extraño entre los amigos (1974) de su hermano Nikita Mijalkov, y Ellos se batieron por la Patria (1976) de Serguei Bondarchuk.

Claro que, hecha de memoria, faltaron muchas películas sobre la Gran Guerra Patria, pero obvié una que es de las más importantes y que 63 años después es un filme de culto, gracias casi a las mismas razones por las que también lo es la película Yo soy Cuba (1961), realizada por la legendaria dupla de Mijail Kalatozov y Serguei Urusevsky, director y cinematógrafo de Cuando vuelan las cigüeñas rodada en 1957 y ganadora de la Palma de Oro del Festival de Cannes en 1958. Literalmente en ruso, el filme se llama Vuelan grullas, sin embargo desde que salió al mercado iberoamericano, se tituló más poéticamente Cuando vuelan las cigüeñas.

Tatiana Samoilova es Veronika

En ocasión de su 60 aniversario el filme fue digitalizado por el equipo especial de Mosfilm. El pasado 4 de mayo, la protagonista Tatiana Samoilova hubiese cumplido 86 años de edad. Pero falleció hace seis años.

Cuando vuelan las cigüeñas es un filme de culto no por gusto. Fue una película que significó un momento de rompimiento en el cine mundial. Si bien la estética visual del filme merece capítulo aparte, no se puede soslayar que Veronika era una heroína atípica, que se casó en medio de la guerra con el hermano del novio que había partido al frente, algo que por muchos en algún momento podía ser visto como una traición a la Patria.

Pero era un momento históricamente importante: Josip Visarronovich Stalin había muerto hacía apenas cinco años y en la Unión Soviética se había realizado el XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética donde Nikita Jrushov pronunció el famoso Discurso secreto que dio inicio a la desestalinización soviética. Eran justos los años en que las medidas emanadas del congreso significaron un giro en la política que condujo a varias medidas de índole social y política de relajamiento de la férrea disciplina estalinista.

Escena en la escalera del edificio

De modo que la película, sobre todo el personaje de Veronika puso sobre el tapete las grandes contradicciones sociales que enfrentaba la sociedad soviética en aquel período de postguerra. La II Guerra Mundial duró entre el 22 junio de 1941 y el 9 de mayo de 1945 y en ella murieron unos 26,6 millones de civiles y 8 millones 860 mil 400 combatientes soviéticos, mas de 2, 5 millones fueron dados de baja por invalidez. Los datos definitivos fueron publicados finalmente por el Centro de Memoria Militar (CMM) del Ministerio de Defensa de Rusia el 4 de mayo del 2007.

Veronika con su historia a cuestas, su frescura sensual, su belleza salvaje, representa también a la juventud capaz de romper con los esquemas de una sociedad harto academicista y esquemática, donde la más mínima cosa podía ser confundida como un acto anticomunista. De hecho, en Cannes, Tatiana Samoilova fue acogida como la Brigitte Bardot soviética y ganó un premio especial por su actuación.

Su comportamiento ante el paso de la guerra, en la que tras perder a sus padres durante un bombardeo en Moscú, se va a vivir a casa de la familia de Boris (el gran actor Alexei Batálov), demanda en aquel justo momento histórico de la tolerancia, comprensión y misericordia de los soviéticos.

Otro dato dramatúrgicamente interesante es que en la película, durante una hora y media, jamás aparece el enemigo, ni falta que hace, porque el enemigo es la guerra misma y está en la banda sonora, en el ambiente, en las balas o bombas que caen de cualquier lugar, está dada en la destrucción y está igualmente dado a través de todo el repertorio de sentimientos posibles que pueda provocar una guerra, ofrecidos sobre todo a través de la actriz principal y de una cámara que no pierde momento para intuir psicológicamente el universo de estados emocionales de Veronika, su soledad, su devastación, su nostalgia.

Por el malecón del rio Moskva

Moscú es casi un personaje rodeado del horror de la guerra. En una escena debajo de un puente donde los protagonistas han quedado en verse, se siente la opresión bélica a través de dos figuras militares minúsculas que pasan en tercer plano o por el puentea.

Una guerra que si bien nunca ocurre cuerpo a cuerpo en sus calles o edificios, sí planea por su cielo como un ave de rapiña. Esas secuencias donde se muestra una plaza llena de cruces que impiden pasar tanques, y el piso húmedo de un junio que era bastante lluvioso y desierto, son el escenario que se completa con el ulular de las sirenas anunciando la proximidad de un bombardeo. Kalatozov logró construir una psicología bélica, brindando sin embargo solamente la presencia de los invadidos, de los defensores de la Patria, de los encargados de regresar con la victoria.

Urusevsky es uno de los más destacados aportes de Rusia al cine mundial. Sus inesperadas soluciones estéticas a las demandas del director, a la hora de colocar los actores y objetos ante la cámara, siempre son sorprendentes. Si bien realizó antes varios filmes junto a otros directores, no es hasta Cuando vuelan las cigüeñas donde puede dar rienda suelta a su innovadora y particular estética visual, deudora del expresionismo alemán, pero también del constructivismo ruso.

Su cámara subjetiva narra el filme. Cuando Verónika se ha enterado que Boris se va a la guerra -y es ya-, va en busca del hombre que ama, mira a través de la ventana de un ómnibus, se levanta, la cámara en mano sale tras ella, la sigue entre el tumulto de personas que van, como ella, a despedir a quienes parten al frente, la cámara la sigue, se interpone un vehículo, la espera, la sigue nuevamente y luego ocurre uno de esos maravillosos artilugios tecnológicos de Urusevzky, la cámara levanta el vuelo -como si fuese un dron, recordemos que estamos en 1957- y hace una toma de gran profundidad mientras pasan los tanques de guerra, entre el público y el humo que despiden los artefactos de la guerra y ella allá solita en el medio, buscando a su Boris que ya se ha ido. Otro momento espectacularmente resuelto es cuando Veronika y Boris van subiendo las escaleras de un edificio. Y la cámara los sigue rotando por cada tramo de la misma, mientras el ojo asciende junto a los jóvenes actores. Otra secuencia de acelerada palpitación es una carrera que realiza Verónika, donde la cámara toma su rostro desde abajo, lo cual es solamente posible porque la propia actriz lleva en sus manos la cámara que la va tomando.

Una de las escenas finales de Cuando vuelan las cigüeñas

Seguei Urusevsky, deudor de algún modo de Alexander Rodchenko, fue no solamente un virtuoso de la física aplicada en las ópticas que utilizaba, y un mago inventor de artefactos para lograr tomas que parecerían imposibles en aquellos tiempos, sino que era  un constructor de emociones consciente, a través de la cadena de relaciones que iba armando entre los objetos de una escena y la situación en que deben moverse los actores y demás elementos. Por eso fue que encontró su alma gemela -artísticamente hablando en el director Mijail Kalatozov- quien le permitió volar, crear, innovar, trascender a partir de las historias que dirigía.

Urusevsky fue camarógrafo en la primera línea de combate durante la Segunda Guerra Mundial, pero encontrarse con Kalatozov fue encontrar el artista que le permitió ser él. A su haber se encuentran los siguientes filmes: Duelo (1945) de Vladimir Legoshin, La maestra de la aldea (1947) y Alitet huye a las colinas (1949) ambas de Mark Donskoy (ganador del Gran Premio de la Mostra de Venecia en 1946); El regreso de Vasili Bortnikov, bajo las órdenes del mítico Vsievolod Pudovkin; Lección de vida (1955) y El caballero de la estrella de Oro (1963) dirigidos ambos por Yuli Raisman; ese mismo año hizo su primera película con Vladimir Kalatozov, El primer escalón, con quien volvió a trabajar en Cuando vuelan las cigüeñas, La carta no enviada (1959) y Yo soy Cuba (1964).

Película completa, subtitulada al español y al inglés, remasterizada digitalmente en 2017

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