«Trabajo duro, equilibrio, lealtad» es el lema del fabricante de balanzas Básculas Blanco. Su propietario, Julio Blanco (Javier Bardem), conoce su valor; al fin y al cabo, le ha hecho ganar una fortuna. Ahora se presenta ante el personal reunido para informar a su ´familia`, como les llama de manera paternal, sobre la próxima visita de una comisión. Báscula Blanco es finalista de un importante premio empresarial y Blanco, empeñado en mantener la imagen de limpieza de su empresa, quiere este premio a toda costa.

Con palabras untuosas, el patrón es popular más allá de las paredes de su empresa. Como ya ocurriera con Familia, su primer largometraje como director, Fernando León de Aranoa pone en escena una insólita historia familiar, en la que esta vez el patriarca y cabeza de familia es el dueño de la empresa. Blanco, como su padre antes, repite obsesivamente que se siente como un padre para sus empleados y, en consecuencia, se ocupa de todos sus problemas como si fueran suyos. A partir de aquí comienza una larga e intrincada serie de situaciones a desentrañar: un empleado recién despedido decide montar una protesta frente a la fábrica, la mano derecha y amiga de toda la vida del dueño se distrae con problemas matrimoniales, mientras que otro flirteo personal de Blanco pondrá en peligro la estabilidad de su matrimonio. Tras la sonrisa bonachona y los modales amables, se esconde un hombre despótico y sin escrúpulos caracterizado por una sutil y violenta actitud paternalista. En una familia donde el equilibrio lo es todo, el padre de Blanco repetía a menudo «a veces hay que fijar la balanza para que las cuentas cuadren». Por eso, el Jefe no tendrá ningún problema en traspasar todos los límites éticos y morales para colgar otro premio en su preciado tablón de anuncios.

Javier Bardem brilla en esta comedia de buen ritmo y algo exagerada, que ilumina la ambigüedad de la imagen pulida y -después de todo, más de 200 años desde de la revolución industrial- demuestra sutilmente lo dudoso del término ´equilibrio entre vida y trabajo`. Un estudio poético de la dirección de una empresa.

¿¡Quién no conoce las bonitas historias que les gusta contar a los jefes para tener contentos a los empleados!? Esta comedia entretenida y con buen ritmo echa un vistazo convincente y revelador a este encubrimiento, que supuestamente hace tiempo que todo el mundo ha visto a través de él, tanto interna como externamente. El fabricante de balanzas Blanco es representativo de muchos jefes.

Al estar siempre cerca del supuestamente hombre limpio de cuello Blanco, también se van descubriendo las grietas de su fachada. Te sorprendes de la maestría con la que hace malabarismos con las metáforas y te das cuenta de que tú mismo has caído irremediablemente en las sandeces del encantador y te sorprendes cuando, en contra de tu buen juicio, vuelves a caer en sus redes.

Esto se debe en gran parte al hecho de que el gran actor Bardem (Skyfall, No Country for Old Men) pone en juego todas sus habilidades y encarna su estereotipo de patrón de forma brillante. El resto del reparto proporciona un contrapeso coherente con los numerosos personajes, que también son un poco puntuales, para que la representación no degenere en un espectáculo unipersonal.

La prenda perfecta revela y escenifica en clave satírica el lado oscuro y oculto del neoliberalismo más desenfrenado, con sus injusticias sociales y su inmoralidad. El personaje de Bardem encarna a la perfección este ideal, desde el corte de pelo de ejecutivo con canas, hasta la forma de tratar a sus subordinados. En particular, es ejemplar la mirada lánguida que reserva a la nueva aprendiz, evidente cuando decide frenar en el coche para apreciar mejor su cuerpo. Blanco es el dinosaurio de una vieja generación que muda de piel según los mecanismos de la nueva sociedad española. Cede al astuto chantaje femenino y promociona a los empleados extranjeros, pero sigue utilizando al proletario como brazo armado, el único que realmente saldrá perdiendo al final, mientras observa con atención los relucientes premios que cuelgan en la pared de su villa con piscina.

Pero no es que Blanco sea simplemente el hombre del saco de esta película, sino que el director Fernando León de Aranoa (Los lunes al sol, Loving Pablo, Un día perfecto) muestra la dirección de una empresa como un acto de equilibrio que está determinado una y otra vez por decisiones que quieren ser bien sopesadas. La balanza como símbolo no sólo del trabajo, sino también de la vida, recorre como un hilo conductor la película.

De Aranoa confirma una vez más su talento narrativo construyendo una comedia cáustica con un ritmo trepidante capaz de arrancar más de una carcajada. La gran interpretación de Javier Bardem eleva sin duda toda la operación, ocultando demasiados dobles sentidos y algunas situaciones cómicas de malentendidos. Temas más espinosos como el género y la raza en el trabajo apenas se insinúan y se tratan de forma superficial, dejando demasiado espacio para los gags improvisados. Sin embargo, la tensión se mantiene alta a lo largo de las dos horas de película, cerrando el círculo perfectamente con un final atractivo y realmente acertado.

Esto confiere a la película una profundidad poética que siempre queda palpable -también gracias a la lúcida música que recuerda a La historia de Viktor Navorski de John Williams- y funciona contra el traicionero concepto de ´equilibrio entre la vida laboral y personal`. Porque para equilibrar el trabajo con la vida, tendría que ser posible separar ambas cosas. Esta película nos convence con humor de que eso no es posible.

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