MIAMI. Que algo tan pequeño e insignificante como una pluma pueda inspirar a alguien para conquistar sus miedos es algo que me asombró cuando era niño viendo por primera vez «Dumbo». Creada en 1941 (Basada en el libro de Helen Amberson y Harold Pearl) en escala animada -supuestamente la favorita de Walt Disney-, retrata el trauma que causa la separación familiar por la guerra y muerte, así también, la exclusión social de gran parte del pueblo, contrarrestando estos horrores de cualquier época con una gran dosis de humor, belleza y la radiante sensación de libertad de su final. En su nueva versión, Tim Burton conserva el tema de la pluma, repitiendo la misma magia que impregnó mi mirada a través del televisor.

Mientras que el original se contó desde la perspectiva de los animales, Burton evita las voces de animales y cuenta una historia en general. En vez de los parlanchines mamíferos, elige a tres protagonistas humanos insulsos como los «héroes» de la mayoría de sus películas: la pequeña e inventora Mille Farrier (Nico Parker), su hermano Joe (Finley Robbins) y su padre, Holt (Colin Farrell), que acaba de regresar de Guerra, con un brazo menos y decidido a volver a montar los caballos que le dieron gloria alguna vez. Cuando un elefante da a luz a un bebé con orejas anormalmente grandes y una inclinación por las piruetas aéreas, el dueño del circo, Max Medici (Danny DeVito), separa dolorosamente al bebé de la mamá y es allí donde nuestra aventura realmente inicia.

Aquella primera versión fue un trabajo muy simple, tanto visualmente como en términos de contenido. Después de los fracasos anteriores, Pinocho y Fantasía y posteriores años de guerra, la taquilla fue el principal enemigo del imperio Disney, finalmente Dumbo los rescata. La caricatura solo dura una hora y ni siquiera tenía la historia suficiente para trascender, aun así, es de los éxitos más grandes de Walt y con razón, una de sus predilectas. ¿Cómo se supone que esto funcionaria en estos tiempos en una versión en vivo? Además, algunas escenas no parecerían razonables para la audiencia de hoy, incluida la legendaria secuencia psicodélica de elefantes rosados, después de que Dumbo y el ratón parlante bebieran alcohol. Y es allí donde entra el director Tim Burton.

Al igual que en el original, iniciamos viendo la línea roja que crea el ferrocarril en el mapa de Estados Unidos, mientras que en un fantástico montaje vemos avances de la aventura que se aproxima. Sobre todo, el director Burton se enfoca en una Norteamérica cuyo idilio rural se ve incluso con hermosas puestas de sol. Una mirada soñadora, pero también una cierta superficialidad.

Incluso en estos primeros minutos, Tim Burton equilibra hábilmente la cuestión de los inadaptados, los monstruos que pueblan sus películas desde el comienzo de su carrera. Estos se esconden en muchos niveles diferentes de la historia, incluyendo al pequeño Dumbo con sus enormes orejas. Sin embargo, al final, todos en este triste cuento de hadas tienen un aire de malicia, principalmente el empresario Vandevere, que es devorado por su orgullo y su falta de escrúpulos. Vandevere (Michael Keaton), con sus recursos casi inagotables, intenta impresionar a todos los seres poderosos que le rodean y es allí el primero de sus fracasos.

En consecuencia, Dumbo demuestra ser un material ideal de Burton, aunque el cineasta en el primer tercio se ocupa principalmente de convertir la conocida historia en hermosas secuencias, mientras que el compositor Danny Elfman proporciona la mayor alegría del acto de apertura. También son las composiciones de Elfman las que acompañan a Dumbo cuando se expone por primera vez a las miradas del público en la arena antes de que la situación se salga de control y el caos y el pánico reinen. Los fundamentos musicales en este mundo resultan ser la nota más alta en esta historia, cuya fealdad central es cada vez más evidente. Tim Burton domina estos temas mientras duerme, pero su Dumbo se vuelve irresistible tan pronto avanza el metraje.

Dumbo ciertamente no es una mala película. Hay muchas escenas que nos recuerdan el enorme talento de Burton, algunas incluso más que eso. Burton todavía tiene un ojo para las imágenes exuberantes, que navegan entre lo fantástico y lo macabro. El parque temático Dreamland, se parece más a Steampunk que a Disneyland; es una secuencia impresionante cuando lo vemos. Danny DeVito, te recuerda por qué solía ser un comediante tan codiciado. La variante CGI del elefante provoca una sensación nunca comparable a la del animado de dibujos animados, las escenas de vuelo suelen ser de alguna manera muy efectivas. Burton conocido por su amor a los inadaptados, aprovecha cada segundo para devolverles esa alma de inocencia poco explorada en otras películas del género. Este amor se limita principalmente a una presentación superficial pero efectiva, la película es más un funcional encargo de factoría Disney que un trabajo personal. Incluso grandes actores como Eva Green o Alan Arkin no se aprovechan al máximo.

Tim Burton, a quien se le encomendó el proyecto, crea un homenaje visualmente atractivo que nos recuerda algo de la magia de sus primeros trabajos. En cualquier caso, Dumbo es una película que mira hacia atrás con avidez y quiere soñar con un momento en el que todavía existen los milagros, sin empujarnos al mero comercialismo. Para acomodar esto en una película de Disney, utilizando una alegoría de una compañía de parques de diversión codiciosa y enfocada a generar riquezas, es un hermoso atrevimiento. ¿Doblemente auto-ironía o simplemente cinismo? Tú como espectador deberás decidir.

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