Por: Hugo Pagán Soto

La primera vez que vimos a Margot Robbie como la estrafalaria Harley Quinn fue en Suicide Squad (2016). De esa destartalada obra podemos rescatar su personaje, esa Harley Quinn demostró ser una verdadera fuerza de la naturaleza.

Podíamos adivinar en aquel entonces que no sería la última vez que la gran pantalla iba a tener que lidiar con la Robbie haciendo las veces de la volátil y peligrosa Quinn. Fácil la tendrían los estudios en una época donde el universo de los cómics se ha convertido en el campo predilecto para cosechar guiones. De esas aventuras cargadas de adrenalina salen, como si se trata de carros en una línea de producción, los productos que procuran llenar las butacas de los cines de todo el mundo. El espécimen más reciente, Birds of Prey: Y la fantabulosa emancipación de una Harley Quinn.

DC Comics es la casa dueña de los personajes de Birds of Prey. Desde 1996 la reconocida firma ha producido para múltiples plataformas las historias de este grupo de mujeres que hacen las veces de súper heroínas. La verdad es que por su concepción y trasfondo estos personajes podrían alinearse mas con los mercenarios o los justicieros. En fin, un grupo de sólo mujeres que se asocian para combatir a escorias peores que ellas y en cierta forma terminan por hacer un bien que va por encima de sus intereses particulares. Si todo esto suena familiar es porque en realidad lo es, demasiado. Y como en los patios de Hollywood nada se da por casualidad, el filme llega justo en el momento donde el me too y demás familiares se roban todos los titulares.

La emancipación de Harley Quinn

En su forma más básica Birds of Prey es una película sobre una mujer que busca salir de la sombra de un hombre. Nada más y nada menos que el Joker es ese hombre que ha roto el corazón de Harley Quinn (Margot Robbie) y la ha dejado hecha añicos. En su gesta independentista tendrá que enfrentar los actos de un pasado turbulento que vienen para accidentar sus planes. El guión de Christina Hodson (Bumblebee) juega con las líneas de tiempo y nos deja a Harley Quinn como nuestra narradora. La historia se cuenta a su antojo y desde su poco fiable punto de vista, es así como de manera constante la historia se interrumpe para movernos a detalles que buscan dar contexto a lo que sucede en un instante determinado. Lo convencional marca el ritmo, el personaje despreciable que con un acto de bondad suprema pretende ganarse el favor del público.

Cathy Yan es la encargada de turno y le corresponde ocupar la silla de director. Desde ahí compone un filme ultraviolento como un ritmo rápido y que apuesta todo a la forma sin importar el fondo. Las elaboradas secuencias de acción, las peleas en cámara lenta y los escenarios cargados de colores vibrantes y tonos saturados hacen el ruido necesario para que el espectador distraiga la mirada por casi dos horas e ignore los absurdos que presenta Birds of Prey. En este subgénero los protagonistas solo pueden ser tan buenos como sus antagonistas se lo permitan. Roman Sionis (Ewan McGregor) es el villano que asedia a nuestras heroínas, su caracterización no alcanza los niveles necesarios y se desinfla a medio camino.

En momentos donde todas las películas de este género suelen sobrepasar las dos horas, la presente logra mantener el metraje por debajo de esta marca y esto en cierto sentido ayuda a que resulte más digerible.

Fuera del personaje de Harley Quinn es difícil conectar con los secundarios debido a su superficialidad. Black Canary (Jurnee Smollett-Bell), The Huntress (Mary Elizabeth Winstead) y la detective Renee Montoya (Rosie Perez) apenas tienen minutos donde realmente pueden lucirse, pero al final son solo fichas que se mueven para dar esplendor a la infame Quinn.

Puede que su desempeño en la taquilla sea realmente bueno pero el futuro de una franquicia apoyada en estos personajes parece incierto.
(5/10)

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