Sebastián en brazos de su mamá, Mónika Despradel (Colección familiar)

Carta a mi hijo Sebastián de Jesús.

Desde el amor más puro para ti.

Mi querido hijo, estamos muy orgullosos de quien fuiste y todo el bien que hiciste. Tu valentía, bondad y amor sin pedir nada a cambio, siempre dejaron ver que eres un ser muy especial. Desde el mismo primer día de tu nacimiento, cuando luchaste con fuerzas para estar aquí en la tierra entre nosotros, nos mostrabas a todos lo especial que ibas a ser. Creciste y te convertiste en un ser que transformó la vida de quienes te rodeamos, porque nos inspiraste a hacer la obra más hermosa que puede hacer un ser humano, ayudar a otros. Eso fuiste tú un ser con una misión muy fuerte que nos motivó a ayudar a otros y creamos la Fundación Nido Para Ángeles. Y fuiste llevando mis pasos con la madurez que solo tienen los maestros y fuiste motivándome con tu coraje a vencer las dificultades.

Sebastián, es que siempre fuiste un Ángel que bajó a la tierra por casi 20 años, y que por gracia de Dios y decisión tuya caíste entre nuestros brazos. Y te acogimos, te amamos, te ayudamos y acompañamos y siempre quisimos lo mejor para ti. Como te dije ayer antes de que partieras te has sacado todas las notas más altas existentes, haz desfilado con honores colgados de tu cuerpo. Te has hecho grande como solo, los más grandes. Ten por seguro Sebastián de Jesús Rodríguez Despradel, que lo hiciste muy bien.

Estos últimos tres años en París donde tuvimos el regalo de estar casi las 24 horas juntos me dio la oportunidad de despedirte sin saberlo, desde la cercanía del amor puro de una madre a un hijo tan especial. Ten por seguro que la obra que hiciste, la Fundación Nido Para Ángeles, la cuidaremos porque ya es un legado para la República Dominicana, y que tiene y tendrá el fin de seguir ayudando a otros con condiciones especiales como lo es la parálisis cerebral.

Llegó la hora de que vuelvas al cielo y que tus alas ahora más hermosas y grandes, por el bien hecho con amor, se agiten en ese gran universo y de la mano del Padre. Mi hijo querido vuela alto. Siempre estarás entre nosotros y cuando nos toque de seguro nos volveremos a encontrar.

Vuela hacia la luz, te amo, te amamos.

Mónika, tu madre que te amará siempre.

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