Ennio Morricone (1928-2020) (Funte externa)

Ennio Morricone tuvo tanta culpabilidad en la existencia de los western spaghetti como Sergio Leone, desde que compartían pupitres en la escuela primaria. Sobre todo, porque le dio trascendencia a través de una banda sonora que seguiremos recordando quienes crecimos viendo Por un puñado de dólares (1964), Una pistola para Ringo, El retorno de Ringo y La muerte tenía un precio (1965), El bueno, el feo y el malo (1966), y Agáchate maldito (1971), entre decenas más de ese subgénero que ironizó con las películas de vaqueros norteamericanas y llegó a convertirse en un filón comercial de indiscutible rédito desde la década del 60.

Morricone sin embargo hizo buena música para decenas de esos filmes, muchos de los cuales si tienen algo rescatable son sus bandas sonoras. Así que supo salir de esa trampa y crear música también para otro cine como La batalla de Argel (1966), Queimada (1969) ambas de Gillo Pontecorvo; Sacco y Vanzeti (1971) de Giuliano Montando; Sin móvil aparente (1971), del francés Philippe Labro; El Decamerón, esa visión iconoclasta que aportó Pier Paolo Passolini y suyas también Los cuentos de Canterbury (1972) y Saló o los 120 días de Sodoma (1975). También en otros géneros como los de El Exorcista II (1977), del norteamericano John Boorman; Orca: la ballena asesina (1977), de Michael Anderson; Days of Heaven (1978) de Terrence Malick (una de sus mejores creaciones); El profesional (1981), del francés George Lautner, con Jean Paul Belmondo; la terrorífica La cosa (1982), de John Carpenter; Érase una vez en América (1984), de su amigo Sergio Leone; la británica La misión (1986), de Roland Joffré; Los intocables (1987), de Brian de Palma; la franco-americana de Roman Polanski Frenético (1988); Cinema Paradiso (1988), ganadora de un Oscar, de Giuseppe Tornatore; Pecados de guerra (1989), de Brian de Palma;  la española Átame (1989), de Pedro Almodóvar; la versión cinematográfica de Hamlet (1990), de Franco Zeffirelli; la norteamericana En la línea de fuego (1993), de Wolfang Petersen, con un cast encabezado por Clint Eastwood, John Malkovich y Rene Russo; además de U Turn (1997), de Oliver Stone; y la Lolita (1997) de Adrian Lyne, con Jeremy Irons y Dominique Swain.

El nuevo siglo le sorprendió con la música de filmes tan disimiles como Misión a Marte de Brian de Palma; Vatel de Roland Juffé -con Gerard Depardiu, Uma Thurman y Tim Roth en los protagónicos- y Malena, de Giuseppe Tornatore, con Monica Bellucci, todas del año 2000. El juego de Ripley (2002), de Liliana Cavani;  Kill Bill I (2003) y Kill Bill II (2004), de Quentin Tarantino, también suya Inglorious Bastards (2009), Django desencadenado (2012) y The Hateful Eight (2015), entre decenas de películas más, así como obras de carácter religioso, la marcha oficial para una Copa Mundial de Futbol y el arreglo para un tema de Laura Pausini, o la composición de una Misa para el Papa Francisco, en los 200 años de la Orden de los Jesuitas.

Erase una vez en América no le ganó un Oscar por un tecnicismo de la Academia, al no ser incluidos los créditos del compositor al final del filme, a pesar de que para muchos es la mejor banda sonora que se ha escrito para el cine. En cambio 18 años después le dieron un Oscar honorífico y dos años más tarde eso, ganó su único Oscar a la mejor banda sonora en el ocaso de su vida, por The Hateful Eight.

La versatilidad y laboriosidad del prolífico Ennio Morricone en la composición, su sentido universal y amplio de géneros musicales, su profundo conocimiento de la psiquis humana y el poderoso detector de sentimientos con el que vino al mundo, hicieron de su talento uno de los más destacados creadores de bandas sonoras para la industria cinematográfica de ayer, de hoy y de mañana.

Con el fallecimiento de Morricone a la edad de 91 años este 6 de julio del 2020, se cierra una de las obras más memorables e influyentes de la música creada para cine. Sencillamente eso, un clásico.

Escuchen aquí algunas de sus pistas más famosas:

 

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