Colaboración especial para Nota Clave del cineasta Leo Silverio
“Menos tu vientre, todo es confuso.
Menos tu vientre, todo inseguro, todo postrero, polvo sin mundo…”
(Miguel Hernández, poeta español)
Algunos gobiernos de Europa como el galo, el teutón y el norirlandés han mostrado un mayor interés en mantener vivas las artes en sus respectivos países como una forma de conservar activa la cultura en este momento tan particular por el que atraviesa la humanidad. No han sido óbice, las crisis generadas por la pandemia del Covid-19, y como consecuencia de ésta, la contracción de la económica en todos sus renglones y mercados, para que sus instituciones rectoras de las políticas culturales en sus respectivos estados dejen tirados a sus artífices, escritores, gestores, editores, propietarios de teatros, librerías y artistas independientes. Por el contrario, afirmaban estos funcionarios públicos de las naciones citadas, que nunca como ahora, la gente necesita de aferrarse a su arte como forma de afianzar su identidad, vivenciar el espíritu colectivo y mantener dinámica la industria naranja.
“Soy consciente de que esta situación es una carga enorme para las industrias culturales y creativas, y que es un momento de incertidumbre sin precedentes que afecta especialmente a las instituciones más pequeñas y artistas independientes”, expresó Monika Grütters, ministra de Cultura de Alemania.
El arte y la cultura son tesoros representativos de los países que los poseen, a veces, patrimonios de la humanidad; dicho de otra manera, erarios artísticos de incalculable valor.
Las pinturas de La Capilla Sixtina, en Ciudad del Vaticano, en Roma; la arquitectura precolombina de Machu Picchu en el Cusco, Perú; los dibujos, casi infantiles, de Joan Miró, en España; la Ciudad Colonial o Primada de América, en República Dominicana, con sus treinta y unas primacías; las desinhibidas esculturas gordas de Fernando Botero en Medellín, Colombia; la sabrosura de la Plena y la Bomba de la Isla del Encanto, Puerto Rico; el Art Pop de Andy Warhol, en Estados Unidos; la serie pictórica La Edad de la Ira, del ecuatoriano Oswaldo Guayasamín; los poemas de Derek Walcott, de Santa Lucía.
“El tiempo vendrá cuando, con gran alegría, tú saludarás al tú mismo que llega a tu puerta, en tu espejo, y cada uno sonreirá a la bienvenida del otro…” Derek Walcott, poeta de Santa Lucía (Premio Nobel de literatura, 1992).
Cientos de miles de turistas viajan a Francia cada año para hacer largas filas para visitar el Louvre, en París; lo mismo sucede con Florencia, en Italia, cuna del Renacimiento, cuyas calles, restaurantes y tiendas se atestan de visitantes; el palacio de los Nazaríes, último resquicio de la cultura morisca en Granada; o quizás con un carácter más popular y folklórico, las multitudes que se aglomeran en el Sambódromo de Río de Janeiro cada febrero para disfrutar de las coloridas y melódicas creaciones del carnaval más famoso del planeta; o la aglomeración de fanáticos para asistir a un partido de béisbol entre los Yankees de New York y los Medias Rojas de Boston mientras se disfruta de un hotdog con una cerveza servida en vaso plástico. ¡La cultura es diversa, la cultura es inmensa!
“Moro! Num país tropical Abencoado por Deus E bonito por natureza (Mas que beleza!) Em fevreiro! Tem carnaval Eu tenho um fusca e um violao Sou flamengo, tenho uma nega chamada Tereza…” Jorge Ben Jor/ Wilson Simonal , autores brasileños.
En el caso de la República Dominicana, a través de su ministro de Cultura, el arquitecto Eduardo Selman Hasbún, la respuesta a esta delicada situación de la ralentización del movimiento artístico nacional por el covid-19 ha sido imperceptible, más que eso, de indiferencia, en ciertos casos. Algunos gremios como ADOCINE, ADA, UDAA, SODAIE… competían por una o dos partidas de dos mil quinientos pesos para sus asociados (RD$2,500.00), olvidando lo devaluada que esta nuestra moneda; cuarenta y tres dólares norteamericanos con diez céntimos. (USD43.10); una propina para un mozo diligente en una noche de festividad, o una limosna de domingo a un turiferario para saldar algunos pecados antes de ir al cielo. Después publican en sus anuarios e informes gubernamentales que ellos ayudaron o asistieron al sector cultural, cuando en realidad solo se benefició (si es que se puede llamar beneficio a un mendrugo de pan viejo que lastima las encías), a una parte mínima de la clase artística nacional.
¿Qué se va a hacer para reactivar las salas independientes de teatro, los grupos de literatura, las pequeñas compañías dramatúrgicas, de danzas, los grupos musicales, las librerías, los artesanos, los que hacen cine, los escultores, los pintores, los poetas…? ¿Estas personas e instituciones son invisibles, nunca han pagado tributos al fisco, no tienen familias, peor aún, no tienen propósitos creativos en sus respectivos oficios? El ministerio de Cultura ha sido poco diligente, para no decir que incompetente, en tratar esta crisis con la inteligencia que la situación amerita, para no dejar morir la economía naranja, que aparte de generar riquezas materiales y artísticas, ocupa muchos autores y mano de obra en cada puesta en escena, en cada exposición, en cada texto que se escribe. Extraño, pero parece que el flamante funcionario público no se da por enterado.
Los políticos dominicanos trabajan de cara al reloj gubernamental. Si su tiempo se acaba, como parece indicar para algunos de ellos por la celebración de elecciones este 5 de julio, hacen una gestión final de “brazos caídos”; se les olvida su responsabilidad institucional, y más que eso, los aportes que deberían dejar con el cierre de algunos proyectos, planes y ciclos, que luego que viene el nuevo funcionario no quiere continuar dejando a todos los copartícipes “patas arribas” con frases tan trilladas como: “Aquí llegó una nueva gestión para hacer tareas nuevas”, “Tenemos que auditar todo y luego sabremos qué hacer” “Eso debió terminarlo la gestión pasada, no es mi responsabilidad”. Como si la cultura y el arte fueran labores de ministro nuevo o viejo, como si las obras pictóricas del maestro Ramón Oviedo o las dramaturgias de los artistas Franklin Domínguez o Iván García tuvieran un espacio-tiempo determinado en su valor; como si las construcciones arquitectónicas de Guillermo González S. o Pedro José Borrell; o las esculturas cerámicas de Thimo Pimentel tuvieran su valía por la cantidad de bloques o arcilla que se utilizaron en sus cimentaciones.
“Debemos hacer todo lo que esté a nuestra mano para asegurar la supervivencia del sector, destinaremos de entrada 22 millones de euros para las instituciones culturales ante la crisis del coronavirus”, ha expresado Franck Riester, ministro de Cultura de Francia.
La coprolalia es una parte fundamental en el discurso de nuestros políticos aspirantes a la presidencia de la República. Parece que es una recomendación expresa de sus asesores, tanto locales como internacionales. “Prométales cualquier cosa, que luego eso se olvida, lo importante ahora es ganar el poder”. Hay una anécdota de una infortunada perorata de un aspirante a alcalde de una comunidad campesina: ofreció construir un puente en un lugar que no había río, pues le construimos el río también, cerró. Los políticos del patio tienen que actualizarse, de lo contrario, saldrán por el patio. Cualquier muchacho hijo de buen vecino ya se educó en una buena universidad norteamericana, europea, sudamericana y hasta asiática. ¡Hay un nuevo dominicano con una nueva inteligencia!
Toda su alocución versa en torno a la alimentación, las viviendas, la salud, la educación, el empleo y ahora, como debe ser, a la recuperación de la economía. ¡Qué bien! Pero, “no solo de pan vive el hombre”, gritó Jesús a los cuatro vientos en un ágora multitudinaria.
Ninguno de los aspirantes a la “Ñona presidencial”, ni siquiera por cortesía, ha enumerado tres o cuatro puntos de su agenda cultural, y si alguien lo ha hecho, que de seguro lo habrá apuntado por si algún periodista osare preguntar, tuvo la intención que nadie se enterara. La economía naranja, que en otros ámbitos geográficos es celosamente protegida, porque crea riqueza cultural y artística, porque genera mucho dinero cuando un espectáculo se hace popular o cuando una obra gana precio en el mercado; aquí parece que no le importa a ningún partido ni político.
Ojalá el nuevo presidente devele el programa que se trae entre manos para reanimar el arte y la cultura nacionales. ¿Cuál será el sino que correrá a cargo del ministro por designar? Pues los demonios de las interrogantes y los fantasmas de las inseguridades se siguen apoderando de los artífices y gestores culturales que deberían tener mejor trato, mejor suerte, y por qué no, mayor apoyo.
(Las opiniones vertidas aquí por el autor del artículo, no reflejan necesariamente la opinión editorial de Nota Clave)
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