El feminismo que se opone al machismo abusador, a la falta de justicia social y a de equidad e igualdad de géneros, no es el feminismo ultraextremista del MeToo que ya no se sacia con la cancelación moral, el desprestigio y la violencia contra los hombres, solo por ser hombres, sino que han inventado nuevo tipo de motivo cancelador: las relaciones consentidas… pero lamentadas. Algo ridículo y que si no fuera cierto parecería algo sacado de una película de Cantinflas.
Harta, parece de tanto desprestigio a un movimiento que desde hace décadas comenzó a enfrentar el machismo, la veterana feminista francesa Elisabeth Badinter ha escrito un artículo de opinión en la prensa francesa que ha levantado el avispero.
“Han pasado tres años desde que la ola MeToo allanó el camino para que las mujeres se pronunciaran. Fueron capaces de denunciar públicamente todas las agresiones sexuales de las que dicen ser víctimas. Gracias a ellas, la vergüenza ha cambiado de bando. Desde entonces, el neofeminismo ha endurecido el tono y los métodos. No nos contentamos con las agresiones, nos ‘despojamos’ de los presuntos agresores. Al hacerlo, los más radicales que se autodenominan activistas han dado la espalda al feminismo pre-MeToo. Les han declarado la guerra a los sexos, y para ganar, todos los medios son buenos, hasta la destrucción moral del adversario», escribió Badinter en el periódico francés Le Journal Du Dimanche.
La andanada contra las nuevas generaciones de feministas muy radicalizadas en su discurso, expone «el radicalizado pensamiento binario que ignora la duda, según el cual les importa poco la búsqueda de la verdad, que es compleja y, a menudo, difícil de precisar. A sus ojos, los seres humanos son todos buenos o todos malos. Los matices ya no existen. Domina el mito de la pureza absoluta».
Badinter, dueña de un nombre forjado desde hace décadas en la lucha feminista, llama a esta tendencia «neofeminismo guerrista» sobre el cual señala el hecho de que el movimiento MeToo y la ola de denuncias de abusos que desató han pasado por encima de principios tan universales como la presunción de inocencia y el derecho a la defensa.
Según el MeToo -plantea Badinter-, «las mujeres, pase lo que pase, son víctimas inocentes -y muy a menudo lo son, pero no siempre-, los hombres, siempre son depredadores y agresores potenciales, incluso a veces hacia otros hombres. Esto permite a la activista Alice Coffin declarar: «No tener marido, más bien me expone a no ser violada, a no ser asesinada, a no ser golpeada … Evita que mis hijos también lo sean» e invitar a las mujeres a convertirse en lesbianas y prescindir de los hombres», expresa en el escrito basándose en entrevistas concedidas a RT France en 2018 para la primera y a National Geographic en 2019 para la segunda, por la Sra. Coffin.
«Con base en las estadísticas de violencia doméstica, las mujeres y los hombres se esencializan en posturas morales opuestas: bueno y malo, víctima y agresor. Los pervertidos, los mentirosos y los vengadores no existen. Solo hay que concluir con el separatismo, ya que el hombre es la amenaza más peligrosa para la mujer, según las extremistas como Coffin», continúa Badinter.
«Está prohibido evocar la violencia femenina. Cuando insistimos, siempre tenemos derecho a la misma respuesta: si hay violencia de las mujeres es para defendernos de la de los hombres. La violencia física no está escrita en el genoma de la mujer. La violencia psicológica tampoco. Puede ser que se olvide un poco rápido la violencia doméstica contra los hombres, que es objeto de una negación colectiva de la realidad. De hecho, según la encuesta INSEE 2019 «Living and Security Framework», más de una cuarta parte (28%) de las víctimas de violencia doméstica física y / o sexual denunciada por ellos mismos son hombres», expone el artículo.
«Hablar de estos últimos parecería relativizar aquellos de los que las mujeres son víctimas y, en consecuencia, traicionar su justa causa. Por las mismas razones, pretendemos ignorar el papel de las madres en la violencia infligida a los niños. Si bien la pedofilia es esencialmente masculina, las palizas y otros malos tratos, incluido el abuso sexual, suelen tener lugar con la complicidad de la madre (Ver el informe del Igas (2018) y el del Observatorio Nacional de Protección a la Infancia (2020)). A lo sumo, estamos hablando de no asistencia a una persona en peligro».
«Si la violencia femenina solo puede ser una reacción a la violencia masculina y si la voz de la mujer es sagrada, ¿de qué sirve la duda y la investigación seria antes de condenar? Podemos pasar por alto el filtro de la justicia. Los linchamientos y picotazos mediáticos se aplican de inmediato. Los acusadores, apoyados sólidamente en las redes sociales, a juzgar por la velocidad de un clic, desatan una vorágine sobre todo cuando se ataca a una figura pública y la prensa se apodera de ella», plantea la feminista francesa de larga data.
«Las consecuencias son abrumadoras para los acusados puestos en peligro. Es un asesinato social, profesional y, a veces, familiar. Ya no te miramos de la misma manera, te has convertido en sospechoso y cualquier intento de explicación y defensa resulta en vano. La única solución es la denuncia por difamación, que a veces puede esperar años antes de ser juzgada; e incluso blanqueado, se sigue llevando durante mucho tiempo la marca de la infamia. Se dirá que las mujeres violadas también esperan años para ver condenado a su agresor y poder reconstruirse. Pero uno no justifica al otro», denuncia justamente.
«En el espacio de al menos un año, tres hombres en Francia fueron arrojados a los perros antes de que la justicia los aclarara de los cargos en su contra: un periodista, un exministro y un trompetista. Este último fue incluso condenado por primera vez a cuatro meses de prisión, antes de ser absuelto cuando se descubrió que el autor había mentido. Hoy es un ministro en ejercicio y el diputado de cultura del Consejo de París los que están en crisis. Los manifestantes que piden «tolerancia cero» para los acusados de agresión sexual no tienen nada que decir sobre los que han mentido o fabricado», Badinter.
«Estos dos pesos, dos medidas son la consecuencia de una lógica opositora y una asombrosa ignorancia de los seres humanos. Al sospechar de algunos de todos los vicios y cubrir otros con el manto de la inocencia, las activistas neofeministas nos están conduciendo directamente a un mundo totalitario que no admite oposición», acusa.
«En cuanto a la solución propuesta de ‘convertirse en lesbianas y apartarse de los ojos de los hombres’, solo puede desencadenar una gran carcajada. No valdría la pena mencionarlo si no fuera por la franca expresión de odio hacia los hombres que algunos no están lejos de compartir. Este neofeminismo belicoso corre el riesgo de deshonrar la causa del feminismo, incluso haciéndolo inaudible durante mucho tiempo. Todos habrán perdido, y en primer lugar las mujeres», concluye la veterana luchadora.
Respuestas por debajo del nivel de la crítica
Como baliza de prueba de un mundo distópico, el MeToo ha logrado convertirse según la luchadora francesa en una organización guerrillera extremista. Y lógicamente, muchas de sus representantes inmediatamente se sintieron señaladas con el dedo de Badinter, pero las réplicas no estuvieron a la altura de la crítica porque en vez de centrarse en la discusión de ideas, se fueron al ataque personal y a su descalificación.
«Es una mujer blanca, rica, poderosa, no necesita el feminismo para proteger su estatus social», dijeron algunas en las redes demostrado racismo en primer lugar; otras calificaron su columna de “ultrajante e imbécil”; o bien echaron mano del pasado señalando que Badinter no apoyó la ley de paridad en política -confirmando que no aceptan los puntos de vista que no estén rígidamente alineados a los suyos-, o su respaldo a Dominique Strauss Kahn durante el escándalo que sacó de la carrera presidencial al ex director del FMI.
Acostumbradas a que nadie las contradiga, especialmente los varones a los que tienen con la espada de Damocles permanentemente sobre la cabeza -una denuncia de abuso no se le niega a nadie-, las neofeministas reaccionaron con furia.
Contra ellas, sólo se animan las Badinter, las feministas de antes, mujeres de otras generaciones, como las que actrices y escritoras -Catherine Deneuve y Catherine Millet, entre otras cien- que en enero de 2018 publicaron un manifiesto en el diario Le Monde denunciando la campaña de delación y de acusaciones públicas contra hombres que, sin posibilidad de responder ni defenderse, eran tildados de agresores sexuales. Como por ejemplo a Alain Delon a quien quisieron acribillar por el homenaje programado por el Festival de Cannes, que finalmente no estuvo a la altura de lo inicialmente pensado.
Las firmantes del texto se mostraban alarmadas por los excesos de esa campaña, que en Francia se llamó #Balancetonporc (“denuncia a tu puerco” o dicho en caribeño «echa palante a tu cerdo»), donde llamaban la atención de que llegaría el punto en que los hombres se negarían a seducir.
Antes, las feministas rechazaban airadas la identificación entre feminismo y lesbianismo. Hoy las guerrilleras extremistas feministas atacan no solo a los machistas sino a las feministas tradicionales, a las que ni su militancia de años ni sus logros preservan de la furia lesbo-feminista. Lo experimentó en carne propia la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, quien ha sido militante feminista y miembro del Partido Socialista, primera mujer en dirigir la municipalidad de la capital francesa, de la que ya había sido funcionaria y justamente a cargo del área de Igualdad Mujeres-Hombres a comienzos de este siglo. Hidalgo acaba de ser reelecta, y en su campaña este año prometía hacer de París una “capital feminista”. Pero para el movimiento ultra ellas nada tienen que ver con ese feminismo más tradicional al que pertenece Hidalgo.
Estas semanas recientes dos legisladoras parisinas del partido Europa Ecología-Verdes lanzaron una virulenta campaña para destituir al adjunto de Cultura de Hidalgo, Christophe Girard, forzándolo a presentar su renuncia por supuesta complicidad con un escritor acusado hoy de pedofilia. Al renunciar, Girard denunció el clima de cancelación que se vive, en el que “se pisotea nuestro Derecho y el Código Penal”. Y una indignada Anne Hidalgo le hizo eco: “¿En qué democracia vivimos cuando el derecho es pisoteado por el rumor, las amalgamas y las sospechas?”
La crítica de cancelación al ahora ex funcionario es que, en los años 90, cuando estaba en la actividad privada, había sostenido financieramente al escritor Gabriel Matzneff, hoy procesado por “violación de menor”, por un vínculo con una adolescente de 15 años.
Recientemente, The New York Times ha publicado que un hombre tunecino, de apellido Hmaïd, de 46 años, le acusa que cuando tenía 16 años Christophe Girard le violó y tuvieron relaciones unas 20 veces más, cuestión esta negada por el defenestrado teniente alcalde.
El colmo de las relaciones consentidas… pero lamentadas
La alcaldesa parisina Anne Hidalgo tuvo que soportar una manifestación con carteles que decían “Municipalidad de París: bienvenidos a Pedolandia”. Entre las manifestantes se encontraba justamente Alice Coffin, la activista LGTB citada por Badinter. Sobre ella, la editorialista Elisabeth Lévy, de la revista Causeur, escribió: “Su problema no es sólo el patriarcado, ni siquiera el hombre blanco, que debe ser privado de todos sus privilegios, sino la heterosexualidad”.
Lévy amplió de este modo: “Aunque su enemigo, el patriarcado, ya es ampliamente imaginario, los golpes (de estas feministas) son reales. Cuando clavan sus dientes en una pantorrilla, es para matar. Y con frecuencia lo logran. Ni el confinamiento ni el verano calmaron sus ardores”… “(Coffin) ya consiguió la cabeza de Christophe Girard, culpable de haber almorzado con Gabriel Matzneff”, en los años 90, agregó.
El cancelado Girard negó que conociera los hechos que hoy se le reprochan a Matzneff. Y como esa acusación parecía poco para que su cabeza rodara, como por casualidad surgió una denuncia de supuesta pedofilia del propio Girard: un hombre que mantuvo con él «una relación consentida, pero lamentada” (sic), lo acusa de abuso varias décadas después…
Hablamos de un nuevo tipo de totalitarismo, -no dejen de leer 1984 de Orwell-, en el que entre otros, funciona el totalitarismo de género, que permite que a 20 años de haber estado con alguien, uno se lamente porque aquella persona no quiso seguir la relación, o sencillamente después de ocurrida la relación sexual… no le gustó como lo hacías. En fin, un nuevo tipo de violación por el cual puede ser acusado cualquiera.
Alfonso Quiñones (Cuba, 1959). Periodista, poeta, culturólogo, productor de cine y del programa de TV Confabulaciones. Productor y co-guionista del filme Dossier de ausencias (2020), productor, co-guionista y co-director de El Rey del Merengue (en producción, 2020).