(Nota Clave se honra con reproducir el siguiente texto, publicado originalmente en la revista Hypermedia Magazine, de la actriz cubana Lynn Cruz, esposa y principal colaboradora del director de cine Miguel Coyula, ganador del Premio al Mejor Documental del Festival de Cine Global Dominicano con ‘Nadie’ (2017). La publicación es posible gracias a la cortesía de la revista Hyermedia Magazine y su editor Ladislao Aguado)
Por Lynn Cruz
Sin éxito con los fondos internacionales a los que aplicamos y como alternativa, en 2013 Claudia Calviño lanzó junto a Miguel un crowdfunding en el sitio Indiegogo. Recaudaron 5 283 USD. Pero justo antes de cobrarlo, el dinero fue congelado por el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos. El proyecto violaba el embargo económico y comercial al tratarse de una película que sería rodada en Cuba.
Algunos de los donantes, especialmente estadounidenses, ni siquiera reclamaron el reembolso de sus depósitos en el sitio por temor a ser castigados también.
Corazón azul transcurre en una realidad alternativa. No es una película comercial, pero tampoco encaja en los moldes para el cine de arte latinoamericano. Y, sobre todo, no tiene nada que ver con lo que se espera del cine cubano.
Sin tener opciones de financiamiento dentro de la deprimida industria nacional y dado el contenido de la película, Corazón azul quedó en tierra de nadie. Pero Miguel, acostumbrado a lidiar con los obstáculos en sus películas anteriores, decidió seguir avanzando estilo guerrilla.
Sin embargo, 2016 fue un año lento para la película. Miguel tuvo una fractura y luego un esguince en el mismo tobillo. Con la movilidad limitada realizó el largometraje documental Nadie, con entrevistas al poeta Rafael Alcides frente a un fondo negro. Película polémica, objeto de la represión gubernamental debido al tratamiento de la figura de Fidel Castro.
A principios de 2017, ya Miguel se sentía mejor después de la rehabilitación de la fractura de su pierna. Organizamos un plan de rodaje para filmar todas las escenas con Héctor Noas durante tres meses. Pero Héctor le planteó a Miguel su salida definitiva de Corazón azul. Este hecho fue uno de los mayores desafíos creativos de la película.
Héctor argumentó su descontento con los cambios realizados a su personaje en el guion. Miguel le había cortado dos escenas. En una de ellas Tomás practicaba su puntería con una pistola en un campo de tiro. En la otra Tomás confrontaba a su jefe, Samuel (Eman Xor Oña), cuando descubría un complot gubernamental para ocultar los experimentos genéticos.
También se había añadido una escena donde Tomás tenía un acercamiento a su hijo a través de la relación con su novia Sofía (Gabriela Ramos).
No obstante, y tal vez como excusa antes de salir, Héctor se ofreció a filmar alguna escena que justificara su desaparición.
Yo creí que la película estaba perdida. Héctor era el protagonista. Hasta ese momento su personaje hacía avanzar la narración dentro de una estructura mucho más convencional. Varias personas elogiaron la actuación cuando vieron sus escenas. Su imagen para Tomás era ideal. La apariencia de un tipo endurecido, con una presencia escénica fuerte.
Después de casi tres meses de crisis creativa y finalmente con la nueva escena en la cabeza, Miguel consideró una suerte que Héctor saliera en un momento donde podía desaparecerlo sin tener que explicar demasiado.
Miguel decidió llegar más lejos, usar la incertidumbre como estilo narrativo. Ni siquiera yo sabía cómo evolucionaría mi personaje.
A finales de 2018 fuimos invitados a presentar un working progress de Corazón azul en la Universidad de Santa Bárbara y nos planteamos hacer un corte de la carpeta de producción de la película para cerrar con toda la parte legal.
Comencé a llamar a Héctor. Siempre me salía la contestadora. A tanta insistencia logré dar con él y explicarle el motivo de mi llamada. Argumentó estar ocupado y que después hablaría con Miguel sobre ese asunto.
La actriz francesa Sophie de Lannoy nos invitó a la presentación para el staff y la prensa de la película Insumisa, de Fernando Pérez. Fuimos con Tania Bruguera.
Eran las 10 de la mañana y dentro del Cine Chaplin escuché una voz conocida:
—¡Compañera!
Cuando me volteé era Héctor.
Estaba sentado en la fila justo detrás de nosotros. Quedamos en hablar afuera cuando terminara la película.
Allí estábamos Miguel, Tania y yo conversando, mientras esperábamos a que Héctor se desocupara. Algunos conocidos lo habían abordado.
De repente Héctor comenzó a caminar en sentido contrario a nosotros, de regreso al lobby del cine y Tania dijo:
—¿Pero ese hombre a dónde va si ahí no hay nadie?
—¡Héctor! —le grité.
Miguel y yo corrimos hacia él.
Héctor se volteó:
—Pero ¿qué es esto? ¿Esto no puede esperar? Es que tengo cuatro películas en el festival.
A lo que yo respondí:
—De acuerdo, Héctor, es solo porque queremos saber cuándo podemos hablar.
Miguel también le insistió.
—Es que eres el único actor que queda por firmar y sin eso no podemos hacer nada con la película.
Un nuevo desafío se erigió ante nosotros. En este caso el mayor desafío legal que tuvo Corazón azul.
Héctor se negó rotundamente a firmar el derecho de imagen argumentando que nunca estuvo de acuerdo con su salario, a pesar de que, en su momento, aceptó 150 USD por 10 días de llamado.
Este desafío paradójicamente fue mayor que el hecho de haber rodado sin permisos.
Más adelante Héctor se comunicó por e-mail a través del servidor Cubarte. Seguía renuente a cerrar el contrato que Miguel había utilizado en sus películas anteriores. Quería entonces que lo borraran de la película y que filmaran sus escenas con otro actor.
Sus tres escenas eran irrepetibles en una producción como la nuestra. Fabián Gómez, para empezar, ya era un adolecente.
Cuando perdimos la comunicación total con Héctor, entendimos que debíamos buscar ayuda. El actor Carlos Massola, parte del elenco de la película nos conectó con Edilio Hernández un abogado independiente.
Edilio contactó a Héctor. Héctor tampoco fue receptivo y le escribió en un SMS: “Mi vínculo afectivo y profesional con esas personas se ha roto”.
Dado que no teníamos salida legal al conflicto, Miguel decidió buscar otras alternativas. Gustavo Arcos, también dentro de nuestro elenco, sugirió que le pixeláramos la cara a Héctor de la misma manera que Yimit Ramírez lo había hecho con Enrique Álvarez en Quiero hacer una película. Pero esta posibilidad no estaba justificada narrativamente en Corazón azul.
Entonces Miguel valoró la utilización de tecnología Deep fake para reemplazar el rostro de Héctor Noas por el de Sergio Corrieri en un experimento bizarro que daría vida a un actor muerto. Pero era demasiado complicado para realizarlo él mismo, y aún más costoso contratar a un especialista.
Fernando Pérez se ofreció a interceder.
Fernando comparte una escena con Héctor en Corazón azul en calidad de actor.
Según Fernando, Héctor estaba muy negativo, ante lo cual Fernando le dijo:
—Lo que estás haciendo no ayuda al cine cubano.
Miguel y yo nos encontramos con Lola Calviño. Nos comentó que Héctor estaba preocupado por el contenido de una película que ya él no conocía. Lola le sugirió que simplemente viera la película.
Unos días más adelante mi suegra fue a hablar con Enrique Pineda Barnet.
Enrique acordó hablar con Héctor para que, al menos, se sentara a conversar en persona con Miguel. Fue en el otoño de 2019 que Miguel finalmente pudo sentarse a hablar con Héctor en su casa.
Como solución al conflicto, Héctor demandó 2000 dólares por firmar el contrato. Esta suma entonces se convertía en el mayor desafío económico que tuvo una producción que no llegó ni a 10 000 dólares de presupuesto total.
¿De dónde Miguel iba a sacar esa suma inesperada, en una película que tardó diez años precisamente por la falta de presupuesto?
Hicimos un nuevo crowdfunding. Esta vez con el sitio español Verkami. Miguel narró la razón por la que necesitaba esa suma. Héctor le escribió un e-mail a Miguel. Amenazó con demandarlo con la SGAE por difamación.
Miguel le explicó que se había limitado simplemente a narrar los hechos. Que eso era un requerimiento del sitio para tener transparencia con los donantes.
Fernando una vez más habló con Héctor y entonces acordaron retirar el nombre; donde antes aparecía Héctor Noas, en su lugar, Miguel puso El actor.
La campaña recibió mucha solidaridad y en menos del tiempo establecido logramos recaudar el dinero. Al entregarlo y con ello sellar finalmente el acuerdo, Héctor exigió una cláusula donde ni Miguel ni él pueden hablar en público de forma negativa sobre lo sucedido. Agregó además que el honorario anterior de 150 USD lo había valorado como dieta. Pasando por alto el hecho de que le garantizamos meriendas y comidas, además de transporte durante el rodaje.
Miguel aceptó a pesar de sí mismo para salvar la película, y porque entendió su error, minimizar la parte legal y burocrática de una producción, especialmente en un país donde la ley no está del lado de los independientes.
Ta vez el hecho de escribir todo esto se debe a que vivo en un limbo legal. En una realidad tan alternativa como la de los personajes de Corazón azul.
A los actores que trabajaron durante los 10 años que duró el rodaje, sirva este testimonio que explica la razón de un pago tan desproporcionado respecto a todos los que se entregaron sin distinción y entendieron la realidad de nuestro rodaje.
Tres grandes desafíos de ‘Corazón azul’
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