«Hay mujeres que traen la mar en los ojos / No por el color / Sino por la vastedad del alma», escribió la poeta portuguesa Sophia de Mello Breyner Andersen (1919-2004).
La poesía de hoy día, sobre todo la hecha por mujeres, es revisionista, en el mejor sentido de la palabra, y es exhibicionista en otro buen sentido de la palabra. La poesía es una sola, poblada por voces de distintos géneros, etnias, tendencias, estilos y generaciones.
La gran Babel ha sido levantada por cientos de voces femeninas, desde el más antiguo poema conocido «Escribir es como parir, dar nacimiento, concebir el mundo», escrito en el siglo XXII A.C., firmado por una mujer que se llamaba Enheduanna. Fue Suma Sacerdotisa en Mesopotamia, y creó 42 himnos dirigidos a templos de todo Sumer y Acad incluyendo Eridu, Sippar y Esnunna. Los textos se han reconstruido a partir de 37 tabletas de Ur y Nippur, la mayor parte de las cuales datan de los periodos Ur III y Viejo Babilonio. Esta colección se conoce generalmente como »Los himnos de los templos sumerios». Que el primer texto conocido sea escrito por una mujer habla del papel imprescindible de las féminas en todas las formas de expresión humana, desde la misma concepción de la vida.
En ese gran rascacielos de la poesía han puesto sus manos poetas como la poetisa griega de la época arcaica Safo de Mitilene (650-580 A.C.), su coterránea Erina de Telos (del siglo IV A.C.), la romana cristiana Faltonia Betitia Proba (siglo IV D.C.), hasta llegar a Sor Juana Inés de la Cruz (1648-1695), para desembocar en una larga lista durante la modernidad, con voces tan poderosas como las norteamericanas Emily Dickinson (1830-1886) y Elizabeth Bishop (1911-1979), la francesa Anaïs Nin (1903-1977), la belga Margarite Yourcenar (1903-1987), las chilenas Gabriela Mistral (!889-1957) y Violeta Parra (1917-1967), las rusas Anna Ajmátova (1889-1966), Bela Ajmadúlina (1937-2010), la alemana Nelly Sachs (1891-1970), las dominicanas Salome Ureña (1850-1897) y Aída Cartagena Portalatín (1918-1994), las puertorriqueñas Julia de Burgos (1914-1953), Rosario Ferré (1938-2016), la uruguaya Idea Vilariño (1920-2009), la mozambiqueña Noémia de Sousa (1926-2002), la peruana Blanca Varela (1926-2009), la polaca Wyslawa Szimborska (1923-2012), la costarricense Eunice Odio (1919-1974), la salvadoreña-nicaragüense Claribel Alegría (1924-2018), las cubanas Dulce María Loynaz (1902-1997) y Caridad Oliver Labra (1922-2018), o la guerrillera mozambicana Freedom Nyamubaya (1958-2015), entre una infinita lista de poetas mujeres.
La poesía escrita por mujeres de hoy destruye dioses de barro, arrasa con discursos machistas, impone su propio visión global, desciende a las más tenebrosas profundidades de sus cuestiones propias, se arriesga más allá de las fronteras de la poesía. Y digo la poesía de hoy, citando voces que vienen del siglo XX, porque el siglo XXI aún es joven -apenas 20 años- y no ha parido voces jóvenes que hayan trascendido. Esas las sabremos después.
Anna Carson, que por estos días anda de moda por el Premio Princesa de Asturias de las Letras 2020, es de las que ha logrado sobre salir en un género mayoreado por los hombres. Por cada 40 poetas conocidos hombres quizás exista una mujer. Es apenas una suposición, nada científica, pero debe acercarse a lo cierto, o quizás quedarse corto, pero nunca menos de ahí. Y si no pregúntenle a la cubana Lina de Feria (1945) a las africanas Abena Busia (Ghana, 1953) -que desde su posición de privilegiada (hija del expresidente de su país) ha expresado su voluntad de cambiar el mundo sobre todo el de las mujeres-; o la sudafricana Antjie Krog (1952); la somalí Warsan Shire (1988), la mexicana Carmen Bullosa (1954), a la Premio Nobel de Literatura del 2009 Herta Müller (rumano-alemana), o a la Premio Miguel de Cervantes Ida Vitale (Uruguay), entre miles más. Tal ha sido su trabajo silencioso, que muchas veces se ha convertido en agonía, en suplicio, en depresión y en muerte.
Aquí seis entre las grandes poetas que se han suicidado a lo largo de la historia. estas son apenas la punta del iceberg.
La japonesa Misuzu Kaneko (1903-1930) dueña de una poesía provocada por su gran emotividad, permite descubrir los dones de la naturaleza y los colores de la vida, desde una óptica un poco ingenua, no sin dejar aparecer como de soslayo una real tristeza de su trasfondo cotidiano. Con apenas 26 años de vida dejó una obra compuesta por más de 500 poemas que fueron descubiertos casi medio siglo después. Kaneko se había divorciado de su marido luego de enterarse de que éste había contraído una enfermedad venérea en una de sus muchas visitas a los burdeles y se la había pegado. En principio, su marido accedió a que ella criara en solitario a su hija, pero posteriormente cambió de idea e intentó obtener la custodia de la niña. En protesta, ella se suicidó, antes dejó escrita una carta rogando que dejara que fuera la madre de Kaneko la que criara a su hija.
Amar todo
Desearía poder amarlos,
a cualquier cosa y a todo.
Cebollas, tomates y pescados,
desearía poder amarlos a todos.
Guarniciones y todo.
Porque mamá los hizo.
Desearía poder amarlos,
a cualquiera y a todos.
Doctores y cuervos,
desearía poder amarlos a todos.
Todo en todo el mundo,
porque Dios los hizo.
Marina Tvetáeva (1892-1941), fue una de las poetas rusas más destacadas de todos los tiempos. Hija del fundador del Museo Pushkin de Moscú, Marina gracias a su cultura se convirtió en una escultora del idioma. Su verso ardiente, intimista, intransigente, entrecortado, adolorido, agudísimo y corajudo fue resultado de los sufrimientos a que fue sometida su familia, su esposo y su hija arrestados, el yerno fusilado, y ella misma que en el inicio de la II Guerra Mundial fue evacuada a Tartaristán. En 1941 su hijo fue enviado al trabajo forzado en las minas y su esposo finalmente fusilado. Todo terminó en el suicidio de la poeta. La rehabilitación de su memoria y de su poesía tardó tiempo en llegar por completo. Hace poquitos años que se publicó finalmente su Poesía completa. Ilyá Kaminsky dijo sobre Tsvetaeva: “¿En qué consiste el mito de Tsvetaeva? Una poeta, quien a diferencia de los demás, tuvo una vida radical y extraña, pero a la vez tan representativa. Era una mujer que se escapó, corrió, gritó, hizo una pausa y encontró el silencio, el ruido del alma”. Su obsesión por la muerte puede observarse en este poema de 1914.
Nunca pienso, gimoteo, o discuto con nadie.
No duermo.
No busco el mar, la luna, el sol ni la nave.
No percibo el calor del hogar ni el verdor de la hierba.
No espero anhelante el don que tanto deseaba.
Ni la mañana ni el llamado del tranvía me deleitan ya.
Vivo ajena al tiempo y no recuerdo
fechas o siglos.
Una pequeña bailarina en una cuerda floja que ha sido cortada,
he de caerme muy pronto.
Soy la sombra de una sombra.
Dormida, camino hacia dos lunas oscuras.
13 de julio de 1914
Sylvia Plath (1932-1963), se suicidó a los 31 años, con solo un libro publicado: El coloso. Su obra tomó relevancia después de su muerte y en 1981 le fue concedido el premio Pulitzer de los Estados Unidos, por la publicación de sus Poemas completos. Es admirable cómo estructuró un estilo propio, caracterizado por un borbotón de imágenes que surgían de su alma, llenas de un poder irrefrenable de sentido racional-irracional, embriagada de observaciones en ideas que muchas veces iban desde los elementos de la cotidianidad hasta el significado de la muerte, un leit motiv con el cual puso fin dejándole el desayuno preparado a sus dos hijos y metiendo la cabeza en el horno. En una Carta de amor, dejó dicho: «Si ahora estoy viva entonces muerta he estado, / aunque, como una piedra, sin saberlo, / quieta en mi sitio, mi hábito siguiendo».
El jardín solariego
Las fuentes resecas, las rosas terminan.
Incienso de muerte. Tu día se acerca.
Las peras engordan como Budas mínimos.
Una azul neblina, rémora del lago.
Y tú vas cruzando la hora de los peces,
los siglos altivos del cerdo:
dedo, testuz, pata
surgen de la sombra. La historia alimenta
esas derrotadas acanaladuras,
aquellas coronas de acanto,
y el cuervo apacigua su ropa.
Brezo hirsuto heredas, élitros de abeja,
dos suicidios, lobos penates,
horas negras. Estrellas duras
que amarilleando van ya cielo arriba.
La araña sobre su maroma
el lago cruza. Los gusanos
dejan sus sólitas estancias.
Las pequeñas aves convergen, convergen
con sus dones hacia difíciles lindes.
(Traducción de Jesús Pardo)
Coetánea de Sylvia Plath fue la argentina Alejandra Pizarnik (1936-1972), quien también se suicidó, tras dos intentos anteriores, un cuadro de profunda depresión y en medio de un pase que le dieron del Hospital psiquiátrico de Buenos Aires, donde se hallaba interna, a los 36 años, después de ingerir 50 pastillas de Seconal. Pizarnik era una mujer más bien de pocas palabras. Su huracán, la magnitud de su tormento, sus ambiciones de gloria, su dedicada persistencia a trascender, iban por dentro, la carcomían, de ahí que escribiera con una alucinada condición de la totalidad del sufrimiento. Su voz vanguardista se convirtió en la verdadera psicoterapia de sí misma, arrastrando una infancia «que nunca tuve». En Despedida, sirvió la bandeja de este modo: «Mata su luz un fuego abandonado. / Sube su canto un pájaro enamorado. / Tantas criaturas ávidas en mi silencio / y esta pequeña lluvia que me acompaña».
Cenizas
La noche se astilló de estrellas
mirándome alucinada
el aire arroja odio
embellecido su rostro
con música.
Pronto nos iremos
Arcano sueño
antepasado de mi sonrisa
el mundo está demacrado
y hay candado pero no llaves
y hay pavor pero no lágrimas.
¿Qué haré conmigo?
Porque a Ti te debo lo que soy
Pero no tengo mañana
Porque a Ti te…
La noche sufre.
La poeta norteamericana Anna Sexton (1928-1974) también fue contemporánea con Pizarnik y Plath. Se suicidó a los 45 años sin haber superado de dos depresiones post partos, que la llevaron al primer intento en 1954 el día de su cumpleaños. Llegó a la poesía como parte de la terapia de sus depresiones, como recomendación de su médico. Tras almorzar con su editora, para revisar las pruebas de galera de su libro The Awful Rowing Toward God (El horrible remar hacia Dios), volvió a casa, se bebió dos vasos de vodka, tomó un tercero (¿a lo ruso?), se encerró en su garaje y encendió el motor de su automóvil Cougar rojo, quitándose la vida con la inhalación de monóxido de carbono. Había sido amiga de Sylvia Plath y le reprochó robarle la idea del suicidio. Fue reconocida en Estados Unidos (ganó el Pulitzer por el libro Vida o muerte (1967) y fue jurado del premio) por su poesía, caracterizada por la melancolía, la ironía, el discurso confesional asumiendo los temas de la familia, su oficio, la muerte, entre otros de por sí valientes en aquellos tiempos como el aborto, la sexualidad, las drogas. En El libro de la locura (1972) anuncia una vez más sus intenciones: «Pregúntate sobre esto / y verás cómo la muerte/ me gotea en estos grises labios».
Esperando morir
Ahora que lo preguntas, no recuerdo muchos días.
Camino metida en un sobre sin sellos postales para este viaje.
Es así, que como una lujuria innombrable, soy devuelta.
Aun entonces, no tengo nada contra la vida.
Conozco bien los brotes de hierba que mencionas
Y los muebles de casa que pusiste bajo el sol.
Pero los suicidas tienen un lenguaje especial.
Así como los carpinteros quieren saber cuáles herramientas.
Ellos nunca preguntan para que construir
Dos veces simplemente me declaré a mí misma
Haber poseído al enemigo, haber devorado al enemigo,
Tomado sus artificios, su magia.
De esta forma, profunda, meditada
Tibia como agua o aceite
Me he quedado babeando por el agujero de la boca.
No pienso en mi cuerpo como si fuera un bordado.
Incluso la cornea y los residuos de orina se fueron.
Los suicidas están listos para traicionar al cuerpo.
Aun siendo abortos, no siempre mueren,
Pero deslumbrados, no pueden olvidar la dulce droga.
A la cual desde niños les gustaba mirar y sonreír.
¡Introducir toda esa vida bajo tu lengua!
Eso, por sí mismo, se convierte en pasión.
La muerte es una osamenta triste; amoratada, tú lo dijiste,
Y ahora ella espera por mí año tras año,
Para deshacer delicadamente un viejo deseo.
Para vaciar mi aliento de esta mala prisión.
Haciendo un balance, los suicidas.
Anterior a todas ellas Alfonsina Storni (1892-1938 y coetánea de Marina Tsvetaeva, de la cual seguramente nada supo, fue poeta, pero también inspiró una canción eterna Alfonsina y el mar, de Ariel Ramírez y Félix Luna, que canta «Te vas Alfonsina / Con tu soledad / Qué poemas nuevos / Fuíste a buscar? / Una voz antigüa / De viento y de sal / Te requiebra el alma / Y la está llevando / Y te vas hacia allá / Como en sueños / Dormida, Alfonsina / Vestida de mar…». Si en sus primeros libros (La inquietud del rosal, El dulce daño, Irremediablemente y Languidez) abreva en el aroma dulce de la poesía modernista de Rubén Darío, desde Ocre (1925) época a partir de la cual pare poemas como Sugestión de un sauce, Alma muerta, Vida, Voy a dormir, y otros, es más compañera de viaje del vanguardismo de César Vallejo, donde asumió el tema erótico de manera más abstracta y profunda, y con valentía asumió la real igualdad entre el hombre y la mujer al poner sobre el tapete el tema de la virginidad femenina exigida por la sociedad que en cambio no se la exigía al macho; una poesía donde no faltó la presencia del dolor y el miedo, provocados por el cáncer de mamas que padeció durante parte de su vida, que pareció vencer ña gran batalla interior que libraba, cuando hacia la 1:00 de la madrugada del martes 25 de octubre de 1938, Alfonsina salió de su habitación y se dirigió a la playa La Perla. Este fue su último poema, enviado al periódico La Nación a modo de despedida.
Voy a dormir
Dientes de flores, cofia de rocío,
manos de hierbas, tú, nodriza fina,
tenme puestas las sábanas terrosas
y el edredón de musgos escardados.
Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame.
Ponme una lámpara a la cabecera,
una constelación, la que te guste,
todas son buenas; bájala un poquito.
Déjame sola: oyes romper los brotes,
te acuna un pie celeste desde arriba
y un pájaro te traza unos compases
para que olvides. Gracias… Ah, un encargo,
si él llama nuevamente por teléfono
le dices que no insista, que he salido…
Alfonso Quiñones (Cuba, 1959). Periodista, poeta, culturólogo, productor de cine y del programa de TV Confabulaciones. Productor y co-guionista del filme Dossier de ausencias (2020), productor, co-guionista y co-director de El Rey del Merengue (en producción, 2020).