«Tuve una fuerte influencia de mi primo francés Oscar Miłosz. Escribió su primer tratado metafísico en 1916, conociendo el desarrollo de las teorías de Einstein (…) si no me equivoco publicado en su primera versión en ese mismo año. Se cree que la teoría de la relatividad abrió la puerta a una nueva era de armonía entre la ciencia, la religión y el arte. Por la sencilla razón de que el mundo newtoniano es, en principio, contrario a la imaginación, el arte, la religión. Por lo tanto, he seguido la pista y he observado con asombro que las ideas venían de William Blake, que, aunque por supuesto él no podía saber nada de la relatividad, había dado a luz a sus teorías de la física», así hablaba en un diálogo con el también poeta y también premio Nobel de Literatura Joseph Brodsky como él, el polaco Czseslaw Miłosz, en un diálogo realizado en 1989 y publicado en el 2001, en la revista polaca de literatura Zeszyty Literackie.
Esto da una idea de como la ciencia influye en la literatura de ficción… y viceversa. A veces la literatura de ciencia ficción se adelanta a acontecimientos del futuro. Ejemplos hay cientos.
Otros escritores, otros países, otros mundos
Esa necesidad del hombre de ver cómo serían los tiempos por venir, o imaginar otros mundos, han saltado desde la fantasía a la escritura y de ahí a la imagen a través del cine. Y aunque son conocidos mucho más los autores norteamericanos como Isaac Asímov (1920-1992), Ray Badbury (1920-2012), o Phillip Dick (1928-1982), o los británicos George Orwell (1903-1950), Arthur Clarke (1917-2008), Aldous Huxley (1894-1963) y H.G. Wells (1866-1946), quien junto al francés Julio Verne (1828-1905) son los padres de la ciencia ficción, por solo poner algunos ejemplos, no es menos cierto que autores de otras latitudes como los polacos Stanislaw Lem (1921-2006) o Bruno Schulz (1892-1942), el húngaro Péter Zsoldos (1930-1997), los rumanos Victor Anestin (1875-1918) y Vladimir Colin (1921-1991), los búlgaros Svetoslav Minkov (1902- 1966) y Lyuben Dilov (1927-2008),ni que hablar de los argentinos Eduardo Ladislao Holmberg (1852-1937), Leopoldo Lugones (1874-1938), Jorge Luis Borges (1899-1986); así como los mexicanos Sebastián Camacho Zulueta (1822-1915) y Manuel Antonio de Rivas (cuyas fechas de nacimiento o muerte son desconocidas, y siendo español se lo apuntan los mexicanos), que fue un fraile franciscano establecido en Mèrida, acusado de herejía en 1775 que escribió la obra considerada la primera obra de ciencia ficción escrita en el Nuevo Mundo: Sizigias y cuadraturas lunares. Hay incluso estudiosos que se van más atrás en un siglo y plantean que la primera obra de ciencia ficción en lengua castellana, se titula Primero sueño (publicada en 1692), de Sor Juana Inés De la Cruz.
«En esa silva de 975 versos, la androginia, presente por la dosis de gnosticismo entremezclada con hermetismo en la relativa ortodoxia de la monja, es la herramienta intelectual a través de la cual se modela un ser híbrido que desea alcanzar en un viaje interior del alma, durante el nocturno sueño, un conocimiento de índole universal», según afirma el brasileño Roberto M. Lepori en su ensayo «¿Quién le teme a C. P. Snow en la crítica de ciencia fificción latinoamericana? El enigma del género en el laberinto de una conspiración hermética», publicado en Alambique. Revista académica de ciencia ficción y fantasía (Año I Issue I).
¿Quién le teme a C. P. Snow en la crítica de ciencia ficción latinoamericana?
La literatura rusa de ciencia ficción
La literatura de ciencia ficción rusa es una de las de mas rica tradición en el mundo. Por ejemplo Rusia tuvo en Alexander Veltman (1800-1870) a uno de los pioneros de la ciencia ficción, quien en 1833 publicó una novela que influiría en escritores del futuro como Evgueni Zamiatin, Aldous Huxley o George Orwell. Se trata de Año MMMCDXLVIII. Un manuscrito de Martyn Zadeka, considerada una de las primeras obras de ciencia ficción, en la que el protagonista viaja desde la Edad Media al siglo XXXV al país de Bosforania.
En honor al también escritor ruso Vladimír Óbruchev (1863-1956) lleva su nombre un cráter en la Luna, el asteroide 3128, un mineral, una cordillera, una montaña, un oasis en la Antártida, un premio y un barco. Él, además de su actividad científica, fue escritor de dos de las novelas de ciencia ficción más populares de Rusia: Plutonia (1915) y Tierra de Sánnikov (1929).
El ya mencionado Evgueni Zamiatin (1884-1937), fue un continuador de Veltman en el género distópico con la novela Nosotros, publicada en 1921 en Gran Bretaña y que fue prohibida por el régimen soviètico hasta el año 1988, que pudo ser publicada, 51 años después de la muerte de su autor.
Alexei Tolstoi (1883-1945) fue al principio hostil al régimen soviético y emigró, pero regresó a su país en 1923, donde publicó novelas, cuentos y piezas teatrales. Fue tan inspiradora su obra que en el 2017 se estrenó en Rusia una miniserie televisiva de carácter policiaco con mucho éxito.
Alexei Tolstoi es el autor de Aelita, una novela convertida en una de las películas pioneras de la ciencia ficción cuando el cine todavía era mudo, dirigida en 1923 por Yákov Protazanov, que contó con una versión norteamericana dirigida por Lesley Selander en 1951, bajo el título de Flight to Mars. Tolstoi también fue autor de la novela El hiperboloide del ingeniero Garin convertida también al cine bajo la dirección de Alexander Gintsburg en 1965.
Un escritor puro de ciencia ficción fue Alexander Beliáyev (1884-1942) a quien se deben La cabeza del profesor Dowell (1925), El anfibio (1925), Ictiandro (1928), La estrella Ketz (1938), El ojo mágico (1938), y Ariel (1941). De ellas El hombre anfibio fue llevada al cine en 1962 por Vladimir Chebotaryov, y El legado del profesor Dowell (1984), dirigida por Leonid Menaker.
Otro autor atendible, que tuvo más que ver con la praxis de la ciencia que la ciencia ficción, fue Alexander Bogdánov (1873-1828), quien era médico psiquiatra, filósofo, economista, político, teórico de la cultura y creador de la Teoría de los Sistemas, y de la teoría de rejuvenecimiento a través de las transfusiones de sangre, de una de las cuales él mismo fue víctima, al transfundirse una pinta de sangre de un joven estudiante que padecía malaria y tuberculosis. A Bogdánov se debe la famosa novela Estrella roja (1908), una utopía futurista que toca temas feministas que mucho más tarde se convertirían en comunes dentro del género de ciencia ficción. La novela está ambientada en el planeta Marte, y se adelanta en el tiempo al predecir sobre desarrollos científicos y sociales en torno a la cibernética.
Otros autores rusos destacables han sido los hermanos Boris Strugatski (1933-2012) y Arkadi Strugatski (1925-1991), inspiradores a través de su obra Picnic extraterrestre de la película Stalker (1979), de Andrei Tarkovsky. Aunque también de al menos seis o siete más obras cinematográficas como Días de eclipse (1988), de Alexander Sokurov, que estuvo ese año en la Mostra de Venecia; ese mismo año se estrenó la coproducción de Alemania Rusia, Francia, Suiza e Italia, El poder de un Dios dirigida por Peter Fleischmann, basada en la novela Qué difícil es ser Dios, escrita por los populares hermanos escritores.
Asímov, el hijo perdido
Los rusos, sin embargo, nunca han superado que el escritor más importante de ciencia ficción del siglo XX, lleve nombre ruso y su cultura sea norteamericana. Isaac Asímov , nacido en Rusia en 1920, en la ciudad de Petróvichi y fallecido en 1992, a los 72 años por complicaciones de salud relacionadas con el SIDA, en Estados Unidos donde residió desde los tres años de edad (nunca aprendió a hablar ruso), es uno de los clásicos del género de todos los tiempos.
De hecho fueron los soviéticos los primeros que se atrevieron en 1987 con la película Konets viechnosti (El fin de la eternidad), dirigida por Andrei Yermash.
A fines de diciembre de 1983, predijo en un periódico de Toronto, que en 35 años adelante (2019) existiría lo que llamó «Objeto móvil computerizado»… nada más parecido con los smartphones que, efectivamente, en el 2019 ya existían. Pero mucho tiempo más atrás, en 1957, hace ahora 64 años, en un cuento titulado Sensación de poder, predijo la existencia de «computadora de bolsillo».
Hace dos años, en abril del 2018, se supo que Apple preparaba una adaptación a televisión de la saga de Fundación, escrita y producida por David S. Goyer y Josh Friedman, y detrás de la producción estaría la empresa Skydance, quienes produjeron Grace and Frankie y Altered Carbon para Netflix y Jack Ryan para Amazon.
La obra está disponible en Youtube con subtítulos en inglés.
De Isaac Asímov Paul Mayersberg dirigió una película para televisión titulada Anochecer o La muerte de los soles.
Robin Williams protagonizó en 1999 El hombre bicentenario, bajo la dirección de Chris Golumbus. Mientras que Alex Proyas dirigió en el 2004, y protagonizada por Will Smith, Yo, robot.
Astounding Magazine había publicado durante el año 1942, la obra Fundación, de Asimov, considerada una de las más importantes en toda la historia de la ciencia ficción. Su llegada a las pantallas por otro lado no ha sido fácil. Varias productoras, guionistas y directores han intentado adaptarla en formato de película. Por su extensión y numerosos detalles, parece ser que en formato serie es como mejor va a encajar y puede que la estemos viendo muy pronto.
Appel ha anunciado hace dos días que finalmente Fundación llegará a las pantallas de streaming en el año 2021, a través de Appel TV. Efectivamente, se podrá ver a través de lo que él llamó «objeto móvil computerizado» o «computadora de bolsillo».
Alfonso Quiñones (Cuba, 1959). Periodista, poeta, culturólogo, productor de cine y del programa de TV Confabulaciones. Productor y co-guionista del filme Dossier de ausencias (2020), productor, co-guionista y co-director de El Rey del Merengue (en producción, 2020).