Ayer he conocido a alguien que se pone calcetines de diferentes colores sin percatarse de ello. No pude evitar la sonrisa cuando lo noté, y él respondió con ojitos de disculpas; entonces le abrí el corazon: yo también.
Le conté que en ocasiones me pongo los vestidos al revés, e infaliblemente las bragas. Y pierdo por docenas las horquillas de pelo. Y doy por ciertas conversaciones que he tenido dentro de mi cabeza. Y me hago añicos, contra el esquinero del mismo librero, el mismo dedo meñique del mismo pie derecho, cada seis meses. Repondió que le parece encantador mi despiste, y que no cambie.
Según el Gabo ningún loco está loco si uno se conforma con sus razones: he aquí la prueba.
Es cubana. Desde hace más de dos décadas reside en Oslo, capital de Noruega. Hace una década ha vertido sus textos en el blog La Guardarraya de Siberia. Es profesora.