Por estos dias se ha estrenado en Oslo «Munch», un drama biográfico que recoge cuatro etapas fundamentales en la vida del genio noruego.
Primero lo vemos en Åsgårdstrand, en Bergen, donde Munch pasa el verano de 1885 entre campos reminiscentes de Van Gogh, y se enamora de Milly Thaulow. Este amor, que tan mal terminaría, fue la primer gran decepción romántica de Munch. El joven actor Alfred Ekker es excelente en su interpretación del joven genio.
Nueve años después, interpretado por Mattis Herman Nyquist, lo encontramos en Berlín, donde vive y trabaja. Munch es para entonces una tormenta de energía expresiva, pero sus contemporáneos no comprenden su obra y lo acusan de crear un arte enfermizo. Abatido, deambula por las calles berlinesas en compañía de Sigbjørn Obstfelder (Arthur Berning), Dagny Juel (Ida Elise Broch), Gustav Vigeland (Nader Khademi) y August Strindberg (Lisa Carlehed). Es una mujer quien interpreta al dramaturgo sueco, sí, pero por si esto no fuese lo suficientemente posmodernidad, las escenas en Berlín están filmadas en un ambiente del momento presente, con teléfonos móviles y clubes tecno.
Pasamos luego a Copenhague, donde un Munch con 45 años (Ola G. Furuseth) sufre un colapso nervioso y se interna voluntariamente en la clínica del doctor Daniel Jacobsen, en Frederiksberg. El artista está mermado por el abuso del alcohol, los disgustos y una melancolía crónica, exhausto por lo que Jacobsen llama «el nerviosismo inevitable del genio». Es una época filmada en blanco y negro, con todo el drama del expresionismo alemán, resaltando luces y sombras.
Al final, como broche de oro, Anne Krigsvoll, una institución del teatro noruego, pone rostro a un Munch anciano cuyo último proyecto es asegurarse de que su obra no caiga en manos de los nazis. Corre el año 1943.
Esta película está lejos de ser una obra didáctica, de la cuna a la tumba, sobre Munch. En cambio es un canto a los claroscuros de un hombre que cambió para siempre el arte.
Es cubana. Desde hace más de dos décadas reside en Oslo, capital de Noruega. Hace una década ha vertido sus textos en el blog La Guardarraya de Siberia. Es profesora.