No es extraño que la Aurora Boreal haya influenciado los cuentos desde tiempos inmemoriales. Esas largas lenguas verdes y rojas y lilas danzando en el cielo son un espectáculo fascinante, e incluso sobrecogedor. Hoy conocemos la explicación científica detrás de las luces, pero para los antiguos supusieron desde puentes al otro mundo hasta monstruos feroces.
Muchos de los más dramáticos momentos de la mitología nórdica están inspirados en la Aurora Boreal. Los vikingos apreciaban las luces y las consideraban una manifestación de los dioses; entre otras cosas creían que eran reflejos de la armadura de Odín, preparándose para el Ragnarok, o un puente que llevaba a los guerreros caídos en combate hasta la mansión divina en Valhalla.
En cambio, para los nórdicos de a pie eran intimidantes. Para protegerse de ellas inventaron historias sobre los peligros que traían consigo y así crearon las supersticiones que en muchos lugares aún perduran.
Para los indios lapones la Aurora Boreal no tenía connotaciones divinas o heróicas; en cambio era algo para temer y respetar. Cuando la Aurora hacía su aparición en el cielo se le consideraba un presagio de tragedia. Para los lapones las luces celestes son las almas de los difuntos y por tanto no se habla de ellas; tampoco se debe cantar, silbar o agitar las manos bajo ellas, para no llamar la atención de los muertos.
La palabra finesa para designar la Aurora Boreal es revontulet, que significa «zorro de fuego». Los fineses antiguos creían que eran los zorros árticos los que creaban las luces con sus colas, levantando partículas de nieve que atrapaban luz de la luna, mientras corrían sobre las montañas.
En Islandia se creía que la Aurora Boreal hacía menos doloroso el parto de las mujeres, pero no debían mirar directamente las luces, so pena de dar a luz a una criatura ciega. En Groenlandia estaban convencidos de que los reflejos celestes eran las almas de los niños muertos.
Sea cual fuere de estas historias fantásticas la que más nos subyugue, la Aurora Boreal ha tenido un merecido protagonismo en las sociedades nórdicas. Ya trajese consigo desgracia o bonanza, era siempre igual de mágica y admirable, ayer como hoy.
Es cubana. Desde hace más de dos décadas reside en Oslo, capital de Noruega. Hace una década ha vertido sus textos en el blog La Guardarraya de Siberia. Es profesora.