En el centro de Trondheim, una de las ciudades más bellas de Noruega, se levanta majestuosa la catedral de Nidaros, el más preciado tesoro sacro del reino, una joya de la arquitectura gótica.
Erigida sobre la tumba de San Olav, santo patrono del reino, el rey vikingo que trajo el cristianismo a tierras nórdicas, la catedral comenzó a construirse en 1070, y estuvo lista en 1300. Durante toda la Edad Media fue el símbolo por excelencia de la fe y el poderío de la Iglesia en Escandinavia, el más importante sitio de peregrinaje en Europa del Norte.
Después de varios fuegos y un abandono notable durante mucho tiempo, su estado era lamentable en 1860, pero en 1869 se decidió devolverle su condición de símbolo nacional, y comenzaron las obras para su remozamiento; hoy en día luce su grandeza original, si bien hay un detalle que resalta.
La imponente fachada de piedra está adornada, además de las varias representaciones de Cristo, con figuras bíblicas e históricas: patriarcas y profetas, santos y mártires, ángeles y demonios. Terribles gárgolas custodian las esquinas. Pero arriba, en la torre del noreste, está Bob Dylan.
Las obras para la última restauración capital de la fachada de la catedral comenzaron en 1905, y tomaron 80 años. Fue el más ambicioso proyecto cultural llevado a cabo en la historia de Noruega, y en él participaron generaciones de escultores y artistas plásticos. Uno de ellos, a finales de 1960, fue el escultor Kristoffer Leirdal, encargado de remozar la estatua del Arcángel Miguel que se alza sobre la torre del noreste.
Kristoffer Leirdal, como tantos jóvenes de su generación, estaba en contra de las armas atómicas y de la política agresiva de Estados Unidos. Siendo entusiasta de Bob Dylan, que a la sazón predicaba contra la guerra en Viet-Nam, y tomando en cuenta la misión protectora del Arcángel, señor de los ejércitos celestiales, decidió darle la fisonomía del músico; una pequeña, callada protesta, que se ha convertido en leyenda.
Así pues, desde entonces y para siempre, lanza en ristre, Bob Dylan está listo para vencer al mal desde su nórdica torre soleada, con el hermoso río Nid brillando tras sí, y al frente el futuro, flotando en el viento.
Es cubana. Desde hace más de dos décadas reside en Oslo, capital de Noruega. Hace una década ha vertido sus textos en el blog La Guardarraya de Siberia. Es profesora.