Ayer te he esperado en sueños, escondida en la esquina de la zapatería, y te he atravesado la sien izquierda con un cuchillito; sin que me temblara la mano, más bien con un espíritu de zarzuelas.
Lo siento.
Eso no quiere decir que te perdone el nudo en el estómago que me producía sentir tu ojo de sapo azul, retorcido y acuoso, siguiéndome allí donde iba; tu manía de acecharme; tus notitas lúbricas repletas de faltas de ortografía -porque además eras interminablemente bruto; tus patéticos intentos de mirar por debajo de mi falda con el dichoso espejito en la punta del zapato, o sentándote justo frente a mí cuando formábamos círculos de lectura en el suelo. Quiere decir que en mi sueño tienes aún trece años, y por más vicioso y ruín que se sea, como tú lo eras, a esa edad nadie merece una muerte así.
No te imaginas el alivio que sentí cuando desperté. De haber sido cierto el homicidio habría yo creado el fantasma más precozmente bellaco que pueda haber existido: tiemblo al pensarlo.
Es cubana. Desde hace más de dos décadas reside en Oslo, capital de Noruega. Hace una década ha vertido sus textos en el blog La Guardarraya de Siberia. Es profesora.